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Un "duro" que siempre desconfió de Argentina

7 de Diciembre de 2002 | 00:00
La renuncia del hasta ahora influyente secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O'Neill, marca el fin de la gestión de un "duro" que siempre desconfió de la Argentina, país al que, según sus palabras, "no tiene sentido" ayudar, frase dicha en medio de los tironeos del gobierno de Duhalde con el Fondo Monetario Internacional por un acuerdo que, al menos, alivie los vencimientos del pago de la deuda externa.
O'Neill, quien se convirtió en estos tiempos en un fiscal implacable de la Argentina, envió ayer su carta de renuncia al presidente norteamericano, George Bush, y voceros del Tesoro puntualizaron que la dimisión se concretará "en las próximas semanas".
El renunciante funcionario norteamericano -un empresario petrolero amigo de Bush y que supo presidir la multinacional fábrica de aluminio Alcoa, que tenía una sucursal en La Plata- había visitado la Argentina a principios de agosto pasado, y su presencia aquí provocó un enorme revuelo en los lugares que visitó (sobre todo en el conurbano bonaerense), y la sensación en el Gobierno nacional de que, gracias a su gestión, la Argentina y el FMI llegarían a un pronto acuerdo.
Pero eso no sucedió, y apenas un mes después de esa visita, O'Neill consideró que "no tiene sentido" ayudar a la Argentina, pues se opone a "malgastar fondos en operaciones de rescate que estén mal concebidas".
"Nadie quiere invertir tiempo y dinero donde un funcionario corrupto o un compinche con influencias pueden fugarse con los frutos de un emprendimiento", agregó el estadounidense a mediados de setiembre.

SU FRASE MAS RECORDADA
Tal vez la frase que más se recordará de O'Neill fue aquella en la que justificó por qué no se debía prestar plata a naciones como Argentina: "Los plomeros y carpinteros norteamericanos no tienen que financiar déficits en otros países".
Pero además dijo de nuestro país: "Han estado metiéndose y saliendo de problemas por 70 años o más. No tienen ninguna industria de exportación, para hablar de algo. Y eso les gusta. Nadie los obligó a ser lo que son".
En julio, dijo que los países del Cono Sur deben cuidar que el dinero de asistencia no "salga del país para cuentas bancarias en Suiza". En Argentina, el que se sintió tocado por sus dichos fue el ex presidente Carlos Menem y en su entorno pidieron aclaraciones desde el gobierno de Bush. Pero en Brasil, sus declaraciones provocaron una tormenta diplomática. Es que el comentario hundió al real y despertó la indignación del gobierno de Cardoso, que sólo se calmó cuando Washington pidió disculpas.
"O'Neill es tan cortés y cuidadoso como un elefante en un bazar", estimó el diario Jornal do Brasil tras el incidente. El diario económico Valor lo tildó de "prepotente", mientras el Washington Post le advirtió que si seguía metiendo la pata, se quedaría sin trabajo.

UNA LARGA TRAYECTORIA PUBLICA Y PRIVADA
Paul O'Neill acababa de cumplir 65 años el 4 de diciembre de 2000 cuando su amigo Dick Cheney, el actual vicepresidente de Estados Unidos, le propuso dirigir el Tesoro en el nuevo equipo republicano que se preparaba para tomar las riendas de la Casa Blanca.
Paul O'Neill se integró a la administración pública a los 26 años, en 1961, y llegó a presidir la oficina de presupuesto de la Casa Blanca bajo las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford. Mientras ocupó ese cargo trabajó junto al actual vicepresidente Cheney, que en ese entonces era secretario general de la Presidencia, y también conoció a Alan Greenspan, actual presidente de la Reserva Federal, y Donald Rumsfeld, actual secretario de Defensa.
Al llegar el demócrata Jimmy Carter a la Casa Blanca, con 41 años, O'Neill ingresó en el sector privado. Y a diferencia de sus predecesores inmediatos, carece de una trayectoria brillante en Wall Street, como Robert Rubin, o en el área académica, como Larry Summers, pero destaca en el sector empresarial.
Fue presidente de Alcoa, primer fabricante mundial de aluminio, durante 13 años, hasta asumir el mando del Tesoro y antes integró el directorio de International Paper, primer grupo papelero estadounidense.
En una oportunidad, respondiendo a quienes lo criticaban, indicó: "si a la gente no le gusta lo que hago, no me importa. Podría estar navegando en un yate o conduciendo a través del país".
Conocido por improvisar a partir de los discursos preparados por sus colaboradores, O'Neill ha sostenido que detesta "las cosas escritas". Según él, cuando ve a alguien leyendo discursos escritos no sabe "si es capaz de pensar o no". Todo lo que sabe, dijo, "es que sabe leer".
Delgado, con gafas y el cabello plateado, O'Neill piensa ahora en el retiro, según dijo su portavoz Michele Davis, tras una larga carrera en el ámbito privado y público. Ahora "tiene muchas otras cosas importantes que hacer en la vida", agregó.

NO LO ECHARAN DE MENOS
El ex economista jefe del BID y profesor de la Universidad de Harvard, Ricardo Haussman, estimó ayer que la renuncia de O'Neill "no fue sorpresiva", y que viene a coronar una "gestión bastante deslucida, con poca imaginación, capacidad y liderazgo en el manejo de la recesión económica norteamericana".
"Nadie lo echará de menos. Esperemos que quien lo suceda sea alguien que tenga un poquito más de imaginación", subrayó el académico.
El funcionario renunciante recibió duras críticas por parte de los especialista porque durante su gestión no pudo sacar a los Estados Unidos de la recesión, se incrementó el déficit fiscal y, al mismo tiempo, se sucedían las quiebras fraudulentas de empresas.

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