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Las bebidas energizantes, en el medio de la polémica

Cada vez más jóvenes las consumen y las mezclan con alcohol. Advierten sobre sus riesgos

16 de Mayo de 2004 | 00:00
Dicen que las toman para "aguantar" varias horas en el boliche. O para no sentir los peores efectos del alcohol. Sea por uno o por lo otro, lo cierto es que cada vez son más los jóvenes que eligen consumir bebidas energizantes a la hora de salir los fines de semana. La modalidad, que en nuestra ciudad es un verdadero furor y cuenta en sus filas con chicos de entre 16 y 25 años, genera preocupación entre los médicos y los funcionarios de las áreas de prevención de la drogadicción, quienes ven en el consumo de estas bebidas un factor demasiado riesgoso para la salud, y abre varios interrogantes: ¿son tan peligrosas? ¿Qué efectos tienen? ¿Su venta debe estar regulada?

Creadas para revitalizar el cuerpo y para ayudar a combatir la fatiga, el cansancio, el estrés y hasta la somnolencia, las bebidas energizantes se han posicionado como una de las "estrellas" enlatadas de la noche platense. Con sabores que van de guaraná al caramelo, y promovidas con estrategias publicitarias de todo tipo, estas bebidas mezcladas con alcohol traen efectos que preocupan: pueden generar acidez, convulsiones, hipertensión, hipoglucemia, arritmias y, al decir de los especialistas, hasta muerte súbita.

"Es un tema tan preocupante como complejo", define Claudio Mate, subsecretario de Atención de las Adicciones de la Provincia. La complejidad, según él, está dada en que estas bebidas "contienen componentes lícitos, como la cafeína o la taurina, pero el problema es su modo de consumo. Los chicos las suelen tomar con alcohol, y esta combinación puede traer efectos lamentables".

Según se explica, la mezcla produce un efecto paradojal: por un lado, el cerebro es estimulado por la cafeína, y por otro, es deprimido por el alcohol. "No se la puede prohibir porque la bebida en sí es inofensiva -comenta Mate-, pero es evidente que hay que analizar el tema en profundidad y ver de qué manera se practica su consumo. Además, también hay que analizar cómo se realiza la comercialización, y a partir de ahí tratar de regular su venta de alguna manera. Si los efectos son graves, no se puede mirar para otro lado".

Actualmente, los llamados energy dinrks se venden en casi todos los boliches del Gran Buenos Aires, aunque también suelen ser recomendados para los estudiantes, los ejecutivos y los deportistas, al punto tal que también se comercializan en los mejores gimnasios de la Ciudad.

La primera bebida energizante que llegó al país fue de origen austríaco y empezó a venderse en 2001. En la actualidad, hay unas diez marcas registradas en el Instituto Nacional de Alimentos, que las encuadra como suplementos dietarios. Cuestan cerca de 3 pesos en quioscos y almacenes y entre 7 y 9 pesos en los boliches. Contienen minerales y carbohidratos, entre otros ingredientes, pero la gran preocupación es la presencia de estimulantes como la cafeína o la taurina.

Hay aproximadamente 35 miligramos de cafeína por cada 100 mililitros de bebida energizante. Para la doctora Julia Acevedo, especialista en toxicología, la mezcla de estas bebidas con alcohol es "un ataque directo al organismo". Lo más peligroso, asegura, es "el efecto psicológico que produce en quien las consume. Como se cree que evitan el cansancio, los adolescentes terminan creyendo en esta supuesta ventaja, sin reparar en que es algo absolutamente falso y antinatural".

Según su opinión, la modalidad de mezclar los famosos energy drinks con bebidas como el vodka o el champagne no es más que "una de las tantas formas de automedicación que hoy por hoy existen. Los efectos que producen no son naturales, y el hecho de que quite el cansancio habla a las claras de su peligrosidad, ya que los jóvenes deberían dormir más para descansar naturalmente".

Para la especialista, además, no puede dejar de soslayarse el efecto contraproducente que trae la mezcla con bebidas alcohólicas: "cuando se mezcla, las energizantes retardan el efecto depresor del alcohol, y de esta manera los chicos terminan consumiendo más alcohol sin siquiera darse cuenta".

Una mirada similar sobre el tema es la que aporta Gabriel Tarduchi, director del área de actividad física y balance energético del Propia de la UNLP: "son bebidas que tienen ciertos efectos sobre el organismo, pero hay que tener en cuenta que no son necesarias para el rendimiento físico. Si un deportista las toma para mejorar su estado, por ejemplo, lo único que está haciendo es agarrar un atajo no del todo saludable".

Para unos y otros, hay que decir, el riesgo no sólo reside en la toxicidad farmacológica (combinadas con alcohol, como se dijo, pueden afectar seriamente el sistema cardiovascular) sino en la toxicidad del estilo de vida que les están imponiendo a los adolescentes y los jóvenes, dado que implican una propuesta de aceleración y rendimientos generalmente anormales.

Claro que, como verdadera polémica, sus fabricantes no piensan lo mismo. Según una declaración lanzada hace poco por una de las empresas que distribuyen este producto en el país, el consumo de las energizantes "no tienen efectos adversos y sirven para neutralizar la borrachera".

Básicamente, lo que dicen los fabricantes de estas bebidas -que suelen comercializarse en latas de 250 cm3-, es que el producto mejora el rendimiento físico, aumenta la concentración y la rapidez para reaccionar, mejora el estado de alerta y el anímico, y estimula el metabolismo.

Estas bebidas, al igual que otros suplementos dietarios, están contempladas en el Código Alimentario Argentino. Y por ser consideradas alimentos, son de venta libre. Pero, desde la subsecretaría de Adicciones de la Provincia, Mate se opone a que sean comercializadas con la idea que neutralizan la borrachera. "Hasta ahora la única neutralización de la ebriedad es el tiempo necesario para eliminar el alcohol del organismo. De esta forma una frase de comercialización se convierte en un pase al abuso con la incierta garantía de que el energizante lo sacará de él y habilitar así la creencia de que se puede salir a manejar un automóvil con 150 miligramos de alcohol en la sangre".

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