11 de Julio de 2004 | 00:00
La fría mañana del martes 10 de julio de 1984,
hace ya veinte años, transcurría con calma hasta que se escucharon
los gritos desesperados de un nene. Sin siquiera imaginarse en lo
que podría llegar a ocurrir, un hombre se acercó y vio que en el
parque de la coqueta casaquinta había un pequeño de 3 años. La madre
había desaparecido misteriosamente. Comenzaba de esta forma la historia
policial que más conmovió a los platenses. Cuatro días después,
el cuerpo de la profesora Oriel Briant sería encontrado, con 22
puñaladas y dos balazos, en cercanías de la ruta 2.
El ex marido de Oriel, Federico Pippo, su hermano Esteban y su madre
Rosa Romano de Pippo estuvieron 367 días detenidos con prisión preventiva
dictada por el entonces juez Julio Desiderio Burlando, quien los
consideró autores del crimen, pero luego quedaron libres por acuerdo
de fiscales, quienes concluyeron que no había pruebas suficientes.
El caso "Oriel Briant" comenzó en las primeras horas del 10 de julio
de 1984, cuando un vecino de City Bell se despertó sobresaltado
por los gritos del hijo menor del matrimonio Pippo, quien llamaba
llorando a su mamá.
Alertados por los vecinos, efectivos de la comisaría décima llegaron
inmediatamente a la casa ubicada en el número 363 de la calle 7
y comprobaron que efectivamente la criatura había quedado sola,
pero restaron importancia al hecho. Primer error de una serie de
irregularidades. La instrucción policial recién se tomó en serio
cuando EL DIA publicó un preocupante título en la primera página
de la edición del 12 de julio: "Investigan en City Bell la desaparición
de una joven mujer".
Los errores cometidos en un principio fueron letales para el esclarecimiento
del crimen de Aurelia Catalina Briant, de 37 años, conocida como
Oriel, cuyo cadáver, apuñalado y baleado, fue encontrado a los cuatro
días a la vera de la ruta 2. La mujer tenía cuatro hijos.
La falta de culpables originó una ola de versiones en las que se
mencionó como posibilidad el crimen por encargo o venganza por diversos
móviles y no se descartaba que algún amante despechado había cometido
el hecho.
El hecho de que el cuerpo encontrado en una arboleda en las cercanías
de la ciudad de Etcheverry presentaba 22 puñaladas, cortes y dos
heridas de bala hizo pensar también que podría tratarse de un rito
satánico.
La hipótesis del amante fue la primera en ser tenida en cuenta,
por lo que fue detenido un vidriero platense, quien a los pocos
días fue liberado por el juez Burlando, al confirmarse su inocencia.
Descartando el móvil pasional, los investigadores dieron con Charly
Davis, un alumno de Pippo. Este estudiante de literatura y empleado
de una embajada de la capital federal mencionó la posibilidad de
que su profesor estaría involucrado en el crimen por lo que ambos
fueron detenidos y a los pocos días liberados.
Un primo de Pippo, Néstor Romano, dijo en su primera declaración
que sus primos y su tía habían llegado a su stud de la ciudad de
Lobos con una mujer rubia pero al ser detenido se desdijo.
Con esa declaración, el juez Burlando dictó las prisiones preventivas
de la familia Pippo al considerar que todos habían participado en
el secuestro, las torturas y finalmente el homicidio de Oriel.
Ante la falta de elementos de prueba de peso, atribuida al mal desempeño
de los primeros investigadores, el fiscal platense Bruno Casteller
no pudo acusar, por lo que solicitó el sobreseimiento de la familia
Pippo, lo que les fue concedido. De ahí en más el caso quedó impune.
De haber sido hallados culpables, los Pippo podrían haber sido condenados
a muerte ya que en ese momento aún regía en el país la pena capital,
contemplada en el artículo 142 del Código Penal.
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