13 de Diciembre de 2004 | 00:00
Final feliz. Para todos. Para Newell's, que consiguió
su quinto título y que festejó como correspondía, con todo el derecho.
Para Independiente, que le ganó a todas las palabras que se dijeron,
a las sospechas que se arrojaron. Todo el temor que tuvieron sus
jugadores en denunciar el apriete de tres barras bravas durante
la semana, se transformó en audacia para encarar el partido con
ambición, con ganas de ganarlo. Final feliz, en definitiva, para
un torneo que -no sin motivos- se vio envuelto en la oscuridad por
distintas circunstancias. Por su pobre nivel, por un lado, pero
sobre todo por las suspicacias que fueron y vinieron, que crecieron
a medida que se acercaban los momentos decisivos, y que fueron alimentadas
por los propios protagonistas con declaraciones fuera de lugar.
Independiente reivindicó en buena parte la salud del campeonato.
Jugó a ganarle a Newell's, algo que lamentablemente hay que decir
aunque la obviedad marca que debe ser así siempre. Jugó mejor que
el campeón, le ganó sin discusiones, fue al frente y se despachó
con -quizás- el mejor de sus partidos en el Apertura. Irreprochable.
EL MEJOR Y EL CAMPEON
Curiosa tarde la de ayer, en la que el protagonista desde la noticia
es el Newell's campeón, pero desde los hechos sucedidos en la cancha
es Independiente. En todo caso, Independiente mandó en los noventa
minutos y después, sí, todo el interés se trasladó a los festejos
rojinegros. Este no es el rincón en el que se debe analizar la campaña
de Newell's, acá no toca explicar por qué fue campeón. Este espacio
hay que dedicarlo al partido en sí, y entonces es Independiente
el protagonista principal.
Un Independiente que mandó de principio a fin. Desde la seguridad
de Muñoz Mustafá y sus compañeros en defensa, desde el despliegue
criterioso de Carrizo en el medio, desde la actividad de Insúa -en
parte volvió el Insúa que su equipo necesita-, desde la tarea sólida
y pareja del resto. Se aprovechó de un Newell's acaparado por los
nervios, que nunca tuvo lucidez y que hasta se mostró muy inseguro
en defensa, uno de sus puntos fuertes a lo largo del certamen. Independiente
sacó ventajas rápido, a los 10 minutos con el gol de Castillo, pero
podía haber anotado antes y después del gol, tuvo varias chances
para aumentar. Entre el mediocampo y el fondo de Newell's había
un campo enorme en el que Independiente generó ventajas, cuando
Insúa cambiaba el ritmo y le ganaba la espalda a Rosada, cuando
Castillo bajaba para conectarse con los que venían atrás, cuando
Pusineri o Zurita se mandaban por los costados. Newell's no encontraba
fútbol, porque Ortega no tenía precisión. Carrizo lo dominó y además,
la pelota le llegó casi siempre sucia. Y los delanteros, Scocco
y Borghello, jamás pudieron ser bien habilitados, con lo que perdieron
siempre con los defensores locales.
MANDO LA RADIO
Newell's perdía y no parecía haber manera de que se revirtiera la
situación. Poco a poco, el protagonismo pasó a Liniers, donde Vélez
se debatía con Arsenal. Los deseos eran que Vélez no anotara el
gol de la victoria, porque si dependía del equipo rosarino, el campeonato
no se iba a definir ayer. Más allá de que el ingreso de Zapata por
Rosada hizo que Insúa fuese mejor marcado, de que Ortega creció
un poco con la compañía de Capria, los intentos de Newell's eran
demasiado tibios, incongruentes e inconsistentes. Independiente
buscaba alguna réplica veloz, tuvo alguna oportunidad más hasta
que Insúa tuvo su oportunidad y no la desperdició, con una definición
de jerarquía tras una maniobra magnífica de Castillo. El dos a cero
terminaba con la mínima duda que podía quedar sobre el resultado
final del encuentro. Más que nunca, toda la inquietud y la emoción
se trasladaron a las radios, para escuchar los minutos finales de
Vélez, que chocaba y no podía.
Cuando faltaban cuatro minutos para el final en Avellaneda, todo
terminó en Liniers y allí sí, el protagonismo cambió de manos. Independiente
ya había hecho lo suyo dentro de la cancha. Newell's no había cumplido
la parte que le correspondía, pero otros lo hicieron por él. Y empezaron
a festejar a todo trapo. Newell's era el campeón, ya poco importaba
la caída. Suyos eran los gritos, los saltos y la fiesta. En silencio
quedaron los otros, los que jugaron con la dignidad que se había
puesto en duda e hicieron lo que debían: jugar a ganar. Lo lograron,
además. Por eso, tanto Newell's como Independiente tenían motivos
para estar felices.
LA CAMPAÑA
Newell's Old Boys edificó en el Torneo Apertura 2004 una campaña
con 10 triunfos, seis empates y tres derrotas para totalizar 36
puntos, el nivel más bajo de puntos en certámenes cortos desde 1991.
Estos fueron los 19 partidos que jugó el equipo rosarino:
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