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La pesca ilegal, una amenaza que crece en el Atlántico Sur

Pesqueros de todo el mundo llegan hasta el límite de la zona económica exclusiva argentina buscando uno de los más importantes cardúmenes de calamar. Muchos ingresan para pescar ilegalmente, depredando un recurso considerado en riesgo. Periodistas de este diario participaron de uno de los operativos destinados a controlar esta práctica, que terminó ayer con la captura de un barco coreano ilegal

10 de Marzo de 2005 | 00:00
No hace veinte minutos que el avión despegó y ya se ve en el horizonte, hacia el Este, un intenso resplandor. Un resplandor permanente, distinto del provocado por los esporádicos rayos que desde hace un buen rato, iluminan el cielo nocturno. "Parece que voláramos hacia la costa, no?", dice el piloto sin esperar respuesta. Es que está haciendo exactamente lo contrario: el avión -un P3 Orión de la Armada, equipado especialmente para patrullar el Atlántico Sur- vuela mar adentro rumbo al centro de ese resplandor que se hace cada vez más intenso y que, de a poco, va revelando su naturaleza. Proviene de una verdadera ciudad flotante, integrada por decenas de barcos llegados desde distintos rincones del planeta. Son naves chinas, coreanas, camboyanas, japonesas, españolas. Vienen a buscar uno de los cardúmenes más importantes de calamar del mundo. Y algunos de ellos, esperan pegados a la línea que delimita la zona económica exclusiva argentina para ingresar en ésta furtivamente y pescar de manera ilegal.

El P3 Orión que levantó vuelo en la base aeronaval Almirante Zar de Trelew y que ahora controla la posición de las naves en esa frontera marítima, es una parte de un gran engranaje que se pone en marcha periódicamente, destinado a detectar a esos pescadores furtivos y del que también participa una corbeta -la Drummond-, un aviso -el Suboficial Castillo- y operadores que mantienen una comunicación constante desde la Base Naval de Puerto Belgrano. Todo para intentar disuadir a los pescadores ilegales y ponerle freno a una práctica que, por lo sistemática, está poniendo en riesgo a las reservas pesqueras del país y al mismo tiempo a distintas especies ictícolas, como el propio calamar illex argentinus o la merluza hubbis.

No es una exageración: el Informe sobre el Desarrollo Mundial 2003 editado por el Banco Mundial indica que el 70% de las pesquerías del mundo están sobreexplotadas. Agrega que la productividad del medio acuático está en descenso en todo el planeta y que hay un 34% de especies ictícolas en peligro de extinción. Los ejemplos abundan. Los pescadores ilegales ya depredaron a las langostas chilenas y afectaron seriamente a las reservas pesqueras canadienses. Ahora van por el calamar illex argentinus, el de mayor captura en el Atlántico Sudoccidental. El 80% de las reservas existentes de esta especie codiciada cada vez más -a medida que se reducen dramáticamente las reservas de otros caladeros en el mundo- se encuentra dentro de la zona económica exclusiva argentina, un área de 200 millas marinas asignada a la explotación del país y de aquellos a los que éste habilite según lo establecido por la Convención del Mar firmada en Jamaica en 1982.

¿Correrá el calamar illex la misma suerte que otras especies depredadas por la pesca ilegal? La respuesta a esa pregunta se define cada año, entre los meses de enero y julio, cuando el más importante cardumen de la especie en la zona se desplaza de sur a norte bajo la creciente amenaza de la pesca furtiva, que obliga a multiplicar los controles desde la Armada y la Prefectura.

Es una lucha que pone a esos controles frente a un rival muy bien organizado y cada vez más agresivo, explican en el hermético interior del P3 Orión: buques factoría ilegales que trabajan sin pausa recibiendo aprovisionamiento de combustible, víveres y mano de obra de parte de naves llegadas desde puertos distantes. Desde esos buques sale el pescado listo y envasado para ser consumido, principalmente en el Sudeste Asiático y en Europa.

"Detenerlos no es fácil. Hay que encontrarlos in fraganti pescando dentro de las 200 millas marítimas de la zona económica exclusiva argentina, tomar fotos que demuestren la infracción, intimarlos a dejar de pescar y si se niegan, perseguirlos con las corbetas, inspeccionarlos, secuestrar la carga y entregarlos a la Justicia Federal", explican los oficiales que trabajan en el tema basándose en la disuasión, mientras relevan la posición de cada barco que parece pescar de este lado de la conflictiva milla 200.

La mayoría se ubica justo en el límite, apenas una milla y fracción sobre aguas internacionales, dice el capitán de fragata Horacio Giaquinta, comandante de la misión, en base a los datos que le hace llegar el jefe operativo, que trabaja observando instrumentos en el interior del avión. Junto a él, alineados en una fila que observa instrumentos sin pausa, hay un radarista, un navegante y un comunicador que escucha datos que llegan desde las bases y transmite aquellos que el avión va obteniendo. Esos datos previos son los que definieron el derrotero de la nave, que se dirige al lateral de las Islas Malvinas (algunos kilómetros al oeste de la zona de exclusión delimitada por Gran Bretaña después de la guerra de 1982) buscando en esa zona pesqueros ilegales en aguas argentinas.

PERSECUCIONES "EN CALIENTE"

Tanto en el avión como en la base de operaciones de este y otros operativos destinados a controlar la pesca ilegal en el Atlántico Sur se cuentan decenas de historias de esas persecuciones "en caliente" en las que se revela la tenacidad de los infractores. La de los pesqueros taiwaneses "Chin Hsing" y "Jih Shin Tsai", ocurrida este año, es una de las más impactantes: sorprendidos pescando ilegalmente por las corbetas Drummond y Granville, fueron hundidos por sus propios capitanes delante de los militares argentinos.

Es una práctica tan sorprendente como frecuente: los buques llegan desde puertos lejanos en flotas. Y sus responsables prefieren hundirlos junto a su carga y trasladarse a otros barcos antes que afrontar los altos costos de las multas. Pero también se cuentan casos de barcos que arrojan su carga al mar al ser sorprendidos; o los más raros de aquellos que se resisten a ser abordados haciendo peligrosas maniobras en alta mar.

¿Cómo se resuelve el problema? Entre los especialistas se considera que ayudaría una legislación internacional que permita extender los controles de los estados ribereños más allá del límite de la zona económica exclusiva, hacia la conflictiva "milla 201", la línea adyacente donde comienzan las aguas internacionales y donde se concentran santos y pecadores durante el momento de mayor auge de la pesca.

Mientras tanto, los operativos siguen adelante, como el protagonizado en las últimas horas por el Orion P3, cuya información permitió detectar y detener a un pesquero coreano que operaba ilegalmente durante la jornada de ayer. Un resultado que podría verse multiplicado en las próximas horas con la detención de nuevos buques infractores.

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