22 de Febrero de 2006 | 00:00
Estudiantes lo hizo posible. Regaló todo un tiempo en
donde la pasó muy mal por los horrores que cometió. Después acertó
en los cambios y la gente lo llevó hacia adelante (gritó y alentó
sin cesar) y transformó un 0-3 que parecía definitivo en un 4-3
heroico e histórico.
Lo del primer tiempo fue pavoroso. Tan mal jugó el equipo de Burruchaga
que, ni siquiera, se dio cuenta de las fragilidades defensivas que
exhibía el equipo peruano, de los que sí sacó provecho en el complemento.
Partido, perdido en el medio, sin marca ni reacción, y cometiendo
muchísimos errores, así asomó Estudiantes en el primer tiempo, y
un Sporting Cristal criterioso y efectivo, le fue acestando cachetada
por cachetada. Un penal innecesario de Núñez (mano grosera tras
una mala salida de Herrera que no atrapó una pelota que venía por
arriba) le permitió a Jorge Soto, rematando a la derecha del arquero,
poner el 1 a 0.
Hubo un gol mal anulado a Pavone, que había sido habilitado por
un defensor peruano, y enseguida, en una buena triangulación ofensiva
por derecha, le permitió a Prado, habilitado por Quinteros, entrar
libre y con remate cruzado y bajo para poner el 2 a 0.
Sorpresa y estupor. En todo el mundo. En la gente, en los jugadores
albirrojos y en el técnico Burruchaga que lo miraba desde un costado.
Todo era del Cristal, en donde la llegada de los volantes siempre
herían. Era dueño y señor de la pelota. Ganaba en el mano a mano
y manejaba todo con criterio y coherencia. Y a 8 del final, habilitado
por Leal, de gran partido, entró libre por el medio y con total
tranquilidad derrotó a Herrera (la pelota se le escurrió por entre
las piernas) con un tiro bajo y al medio.
Pudo haber descontado en el final Estudiantes, porque tras un tiro
libre que levantó Carrusca desde la izquierda cabeceó Galván con
pique al suelo y, al elevarse, el balón pegó en el travesaño.
Para el futuro, y para no volver a cometer tantos errores, el tape
del primer tiempo se puede tomar como testigo. Y para el complemento
era inevitable que llegaran los cambios. Cominges y Sosa adentro,
Araujo y Galván afuera. El 4-4-2 inicial se transformó en un 3-3-2-2,
con Sosa y Carrusca de enganche. Y un hecho gravitante: la gente,
que no se entregó a su suerte y le transfirió toda su rebeldía al
equipo.
Y fue Estudiantes a jugársela a suerte y verdad. Un innecesario
penal de Norberto Araujo (ensayó una chilena en el área golpeando
a Calderón) le permitió al propio Calderón (zurdazo bajo al palo
derecho) abrir el camino de la hazaña.
Retrocedió muchísimo el equipo peruano, al tiempo que comenzó a
sentir el esfuerzo realizado en el primer tiempo. Aquel gol de penal
le insufló animo al equipo albirrojo que sabía que en el primer
tiempo había realizado todo mal.
El Cristal dejó de hacer aquel, y lo mismo sucedió con Estudiantes,
que ya era el dueño de la situación. Era cuestión de apuntar y disparar,
luego de buscar por los costados. Y el que apuntó y disparó fue
Calderón, que a los 22, tras una pared con Sosa, clavó un zurdazo
contra el palo derecho de Delgado.
Con mucha valentía y coraje, Estudiantes fue por más. La visita
hacía agua por todos lados. Un centro de Cardozo desde la derecha
encontró solo a Pavone dentro del área con tiempo para rematar de
media vuelta y poner la pelota arriba, contra el palo derecho de
Delgado.
Ya era hazaña. Pero quedaba márgen para que la hazaña se transformara
en un acto heroico. Y como el rival estaba para cualquier cosa,
en el cierre, Calderón, desde la izquierda, metió un centro-shot
al área para que Lugüercio, que había entrado por Carrusca, pusiera
la pierna y desviara el balón contra el parante derecho para que
el estadio, transformado en una caldera hirviente, estallara de
manera estruendosa, quebrando el cristal en mil pedazos.
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