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El interés por el chino crece a la par de nuevos negocios

Profesionales y comerciantes platenses aprenden mandarín para ampliar sus campos laborales

El interés por el chino crece a la par de nuevos negocios

El interés por el chino crece a la par de nuevos negocios

6 de Mayo de 2007 | 00:00
Años atrás, la idea de verse a sí mismo estudiando chino le hubiera causado a Ricardo Abalos cierta gracia. Hoy, cuando el 95% de los productos que vende en su comercio de electrónica provienen de China y se ve obligado a recurrir a intermediarios para importarlos, ya no le resulta un disparate improbable, sino una necesidad que intenta remediar tomando clases una vez por semana en el Centro de Estudios Chinos de la Universidad Nacional de La Plata.

Entre sus compañeros de clase -que se reúnen cada sábado en las aulas del ex Jockey Club- hay abogados, médicos, ejecutivos, traductores, licenciados en ciencias políticas; gente con los más diversos intereses pero con una misma convicción. La convicción de que el chino mandarín es hoy la llave de entrada a un mundo de infinitas oportunidades laborales.

No son los únicos en creerlo. Sólo en los últimos meses, el número de platenses interesados en estudiar chino mandarín que se acercaron al Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad local superó al acumulado en sus quince años de historia. Y buena parte de las principales universidades del país ha venido abriendo en el último tiempo sus propios centros de estudios especializados en la materia.

Pero este repentino interés está lejos de ser un fenómeno que se circunscriba a Argentina. La percepción de que el chino mandarín ha de convertirse en las próximas décadas en un equivalente al inglés actual -una segunda lengua obligada para quienes apuestan a abrirse mayores oportunidades laborales- es un fenómeno que parece extenderse por todo el mundo.

Año a año, las políticas educativas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania -por mencionar los casos más notorios- destinan mayores recursos a su enseñanza.

Motivos no les faltan: el mandarín no sólo es el idioma más popular del planeta -superando en millones de hablantes al inglés-, sino la lengua que habla uno de los mercados económicos más poderosos y menos explorados que existen en el mundo. Un mercado en el que además parece haber lugar para todos.

O como lo define Jorge Di Massi, el responsable del Departamento de Asia y Pacífico de la Universidad Nacional de La Plata, "un enorme terreno a explotar desde todos los campos profesionales".

LLEGAR PRIMEROS

"La nula o escasa vinculación que existe todavía entre nuestro país y China ofrece oportunidades para todos los campos: los negocios, el derecho, la educación, el periodismo, lo que se te ocurra", asegura Di Massi al describir el variado perfil profesional de los cerca de cuarenta estudiantes que asisten a los cursos del Instituto de Relaciones Internacionales.

Pero si el perfil de los estudiantes es diverso, no resulta así la motivación que parece impulsar a la mayoría de ellos a dedicarle tiempo a un idioma para muchos "imposible": el interés por llegar primeros en una carrera contra sus propios colegas.

"Hablar mandarín te abre un espectro que no puede abarcar cualquiera, como sucede con el inglés", argumenta Lorena Elizalde, una abogada de nuestra ciudad que alentada por el avance de los supermercados chinos comenzó a estudiar el idioma para ganar un espacio de representatividad legal en ese sector.

Ernesto Fernández Taboada, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Argentino China, no sólo comparte esta visión profesional sino que él mismo la pregona con el ejemplo. En contacto permanente con la cultura asiática, conoce de sobra las posibilidades que ofrece el idioma y no dudó en empezar a estudiarlo a sus 63 años.

"Desde hace algún tiempo no pasa semana sin que alguna empresa nos llame pidiéndonos profesionales que hablen mandarín. Para una firma que hace negocios con China tener a alguien que los reciba e intercambie con ellos algunas palabras en su idioma significa hoy un valor agregado. Los chinos en general agradecen el esfuerzo y se abren un poquito más", dice Fernández Taboada.

Ricardo Abalos lo pudo corroborar desde su propia experiencia de comerciante en el rubro electrónico. "Así como hace falta hablar un poco de fútbol para hacer negocios con los brasileños; a los chinos les gusta que sepas un poco de su cultura y su historia", dice.

"Dudo que alguna vez llegue a hablar bien el idioma, porque es muy complejo; pero en mi caso me alcanza con defenderme un poco para tener una conversación", explica Abalos, que proyecta viajar a ferias de electrónica de China y convertirse en importador de los productos que él mismo vende en la Ciudad.

LA FIEBRE CHINA

¿Pero cuándo y por qué empezó a desatarse este interés que algunos diarios europeos denominan "la fiebre china"?

Al parecer, el fenómeno se remonta en el mundo a fines de los noventa en coincidencia con una mayor apertura comercial de China, que hizo que el país empezara a perfilarse ya no sólo como una potencia bélica, sino además como un poderoso mercado económico.

En Argentina, algunos entendidos remiten el fenómeno a principios de esta década y mencionan como punto de inflexión la visita del presidente chino Hu Jintao en noviembre de 2004.

"El impacto más fuerte en nuestro país se dio con la visita de Hu Jintao, pero mucho antes de eso ya existía en algunos círculos empresariales la conciencia de China como la cuarta potencia económica mundial que es hoy -tras haber desplazado de ese puesto a Inglaterra- o el segundo país del mundo por el volumen de su comercio exterior", comenta Fernández Taboada.

Jorge Di Massi coincide con esa observación. "La visita del presidente chino y la información sobre el país difundida entonces por los medios marcó un momento determinante", dice sin restarle importancia a otros datos de la realidad, como "la progresiva aparición de chinos en el paisaje urbano, a través de los supermercados".

Magdalena Crisconio, miembro del Instituto de Relaciones Internacionales de la universidad local y ella misma estudiante de mandarín", opina que "el interés por el idioma es sólo una de las consecuencias de la avidez creciente por China que se registra desde hace algunos años a distintos niveles".

Para subrayar su observación, Crisconio señala a modo de ejemplo la insospechada "cantidad de gente que fue a la fiesta del Año Nuevo Chino", en febrero último en Barrancas de Belgrano, y la presencia en ella de "empresas argentinas que promocionaban sus productos repartiendo folletos en los dos idiomas".

INMIGRANTES Y PROFESORES

Wan Ling, una taiwanesa de 23 años radicada en nuestra ciudad desde el '95, también se vio sorprendida por el abrupto interés que surgía alrededor suyo por el mandarín. Un interés que sin buscarlo terminó convirtiéndose para ella en la alternativa laboral de la que hoy vive.

"Hace cuatro años una amiga argentina me vio escribiendo en chino y me convenció para que le diera clases particulares. Después se fue sumando gente y ahora tengo más de veinte alumnos", cuenta Wan Ling en un castellano impecable que apenas deja traslucir su origen oriental.

"Hay de todo -dice en referencia a sus alumnos-, algunos quieren aprender por negocios; otros porque tienen pensado viajar; muchos vienen porque creen que así pueden conseguir mejores trabajos".

Lo mismo asegura el profesor Zhong Chuanmin, responsable de los cursos organizados por el Instituto de Relaciones Internacionales (IRI). "Viene toda clase de gente, y cada vez son más", dice.

Zhong, de 37 años y radicado en Argentina desde el '95, también dice haberse visto sorprendido por la demanda:. "enseñar no estaba en mis planes, vine por interés personal".

Con más de 150 alumnos repartidos en varios centros de enseñanza, su propio manual de estudio y su página en internet, Zhong está hoy convencido de haber encontrado su vocación. Y quizás también las circunstancias propicias para sacarle rédito durante muchos años más.

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