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La historia de los astrónomos platenses que se van del país

Entre 2003 y 2006, el 82 % de los licenciados en Astronomía de la UNLP se fue a otro paísPor FACUNDO BAÑEZ

La historia de los astrónomos platenses que se van del país

Mariano Méndez en la oficina de su casa en Holanda. Hace ya más de diez años que este astrónomo platense trabaja para los mejores centros de investigación de Europa.

22 de Julio de 2007 | 00:00
El cielo. Siempre el cielo

Desde que llegó a Chile, a fines de 2002, Nidia Morrell sigue haciendo más o menos lo que hacía acá: mirar el cielo silenciosa pero tenazmente. Claro que la suya no es una mirada común, sino que se ocupa de estudiar las estrellas masivas y las regiones de formación estelar. "El mismo tema que investigaba en La Plata", escribe Nidia vía mail, y precisa que, aunque siente "nostalgia" por esta ciudad, todavía no piensa en pegar la vuelta. "Me hago cargo de que estoy acá porque yo lo elegí", aclara. Y en esa aclaración acaso se resuma el sentir de todos los licenciados en Astronomía de la UNLP que se fueron al exterior en los últimos años y no volvieron. Porque el caso de Nidia no es un caso aislado. Es un eslabón más en la anónima pero larga cadena de astrónomos que se formaron bajo la cúpula color calizo del Bosque y, una vez recibidos, se fueron a mirar el cielo a otro país.

Como Nidia, en los últimos años fueron varios los egresados de la facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad local que, ya sea para doctorarse o dar con nuevos horizontes laborales, decidieron hacer su experiencia lejos de casa. De los 70 astrónomos que se licenciaron en la última década, 11 se fueron al exterior a realizar su doctorado. Pero el dato se torna significativo si se tiene en cuenta que de esos 11, nueve lo hicieron entre 2003 y 2006 (el 82%), "el máximo período de fuga" según las palabras de Pablo Cincotta, decano de esa facultad.

¿Por qué se van? ¿Qué investigan? ¿Cómo viven? En principio, se sabe que cada historia es un mundo aparte. Y en cada mundo las respuestas cambian según quien las diga. La historia de Nidia en el exterior comenzó cuando decidió viajar a Chile para ir trabajar en el observatorio Las Campanas, ubicado en La Serena y dependiente de la prestigiosa institución Carnegie de Washington. "Me fui con un contrato de dos años -cuenta-, pero pasó el tiempo y la gente de aquí me hizo sentir como en casa, así que sigo con la vida acá y creo que voy a quedarme".

Además de analizar las formaciones estelares, Nidia participa también en el sofisticado Proyecto de Supernovas de Carnegie, un programa que involucra a varios astrónomos de todo el mundo y que se dedica a observar dos grupos de supernovas: unas en el universo cercano y otras mucho más lejanas.

"Con el estudio de las supernovas cercanas -explica Nidia-, se procura refinar los métodos que permiten utilizar estos eventos para la determinación precisa de distancias; lo que luego se aplicara al otro grupo para un análisis cosmológico". Complicado o no, representable para la mirada común o simplemente inentendible, lo cierto es que este trabajo implica largas noches en vela con los ojos pegados al telescopio.

"La mayoría de los astrónomos de la UNLP tiene experiencia internacional -apunta Cincotta-. Con la crisis de 2001, un 13 por ciento de los investigadores en formación decidieron hacer su doctorado fuera del país, financiados por la institución receptora. El retorno o no de estos futuros investigadores dependerá, entre otros factores, de las oportunidades que les brinde un país que desde hace muchas décadas no cuenta con una política de estado en ciencia y tecnología".

Lo que explica el decano sobre el nivel académico platense se corrobora en los datos que maneja la propia UNLP: la facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de La Plata forma al 90 por ciento de los astrónomos del país. Pero no es lo único: porque los estudiantes de esta unidad académica tienen el mayor promedio por alumno de las facultades platenses, ya que para obtener alguna beca es indispensable que el recién recibido muestre un analítico impecable (ver de La Plata...).

Para las autoridades de la facultad, todas estas particularidades explican "el nivel de excelencia que muestran los investigadores formados en la UNLP cuando van a trabajar al exterior". Y un ejemplo de esto es la historia de Mariano Méndez y Amina Helmi, una pareja de astrónomos platenses que rondan los cuarenta y que desde hace varios años trabaja en centros de investigación de Europa. "En el 95 surgió la oportunidad de venir a trabajar a la Universidad de Amsterdam -cuenta Mariano-. Lo que me interesó en aquel momento fue la posibilidad de investigar un tema sobre el cual no se investigaba en el Observatorio platense en aquellos años: la observación de agujeros negros".

Durante su estadía en Holanda, Mariano trabajó con datos de satélites que miden rayos X y estudiando el material que cae a los agujeros negros. "La experiencia en Amsterdam fue excelente y mi trabajo fue reconocido internacionalmente", cuenta Mariano, quien después de aquella experiencia en el exterior volvió con su esposa Amina a la Argentina.

"Ella también es astrónoma -relata-, y se doctoró en Holanda durante este mismo período. Estando en Argentina nos invitaron a trabajar de nuevo en Europa. A mi en Holanda y a ella en Alemania. Después de pensarlo bastante decidimos hacer el intento. Esta vez fue más difícil porque estábamos separados por unos mil y pico de kilómetros: ella en Munich y yo en Utrecht. Fue duro, pero lo llevamos adelante bastante bien. Viajábamos para vernos todos los fines de semanas; un fin de semana yo iba a Alemania y el siguiente ella venía a Holanda. En realidad esto fue posible porque en esa época no teníamos chicos, y por suerte duró sólo un año y medio. Después de ese tiempo ella recibió una oferta para venir a trabajar a Holanda y nuestras vidas se normalizaron un poco".

Con las cosas ya más acomodadas, desde hace 7 años Mariano trabaja en el Instituto Holandés de Investigaciones Espaciales, donde se construyen instrumentos que luego son lanzados en satélites. "Estando acá me convertí en responsable de un instrumento que fue construido en nuestro instituto y que se utiliza en el Observatorio de Rayos X "Chandra", un satélite de la NASA. Algo parecido al telescopio espacial Hubble, pero en rayos X".

Fuga de cerebros. El término, recurrente a la hora de graficar el éxodo de científicos argentinos al exterior, cobra fuerza si se tiene en cuenta que actualmente hay cerca de 7 mil científicos de nuestro país realizando sus investigaciones en el extranjero.

El mayor éxodo de científicos de nuestro país se produjo a partir de 1966, cuando se instauró la dictadura militar conocida como "Revolución Argentina" y que lideró el entonces teniente general Juan Carlos Onganía. Recién asumido, aquel gobierno intervino las universidades en lo que se conoció como "La noche de los bastones largos". Pero la fuga de científicos no se detuvo allí, dado que, según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), Argentina fue el país de Latinoamérica que más científicos y técnicos aportó en la década de 1990 a Estados Unidos.

De acuerdo a la investigación de la CEPAL, de cada mil argentinos que emigraron a Estados Unidos en los años 90, 191 eran personal especializado. De Chile emigraron 156 especialistas por cada millar de emigrados, de Perú 100 y de México 26, lo que evidencia que Argentina cuenta con "la más alta oferta de recursos humanos calificados del continente", según el informe.

Claro que el reconocimiento internacional, aunque fundamental y necesario, nunca llega a ser del todo suficiente para que los científicos argentinos en el extranjero dejen de extrañar o sentirse de alguna manera ajenos a su nueva realidad.

"La vida afuera es difícil -reconoce Mariano-. Si bien uno tiene muchas satisfacciones en el aspecto profesional, en la parte personal muchas veces se hace cuesta arriba. El shock cultural es muy duro. Yo nací, crecí y estudié en La Plata. Jugué al rugby en Los Tilos y de esa manera conocí a mucha gente y tendí varias redes sociales. Cuando uno se inserta en un ambiente nuevo, hay que empezar a tender esas redes otra vez. Por más que uno haga nuevos amigos, ya no hay 'historia'. Además, en Argentina hay mucha contención familiar que uno no puede traer consigo a Holanda. Y si acá querés visitar a un amigo primero tenés que llamarlo y planificar con antelación la fecha y la hora. Ni se te ocurra caerle a alguien sin avisar".

Un panorama similar al que cuenta Mariano es el que pinta Diego Altamirano, otro astrónomo platense que un mes después de recibirse en la UNLP también se fue a trabajar a Holanda. "Estando acá aprendés a ver el mundo con distintos ojos -asegura-. Aprendés a apreciar todo lo que no tenías, pero lo más notable es que también aprendés a apreciar lo que sí tenías antes y ahora ya no tenés".

La historia de Diego la escribe el mismo vía mail: "Uno de mis mayores sueños era poder viajar por el mundo y principalmente conocer Europa, el continente de mis abuelos. Y bueno, resultó que estudié Astronomía y me interesé en un tema en el que no hay expertos en Argentina: análisis de datos en rayos X para poder entender mejor que son los agujeros negros y las estrellas de neutrones. Si quería profundizar en este tema, había sólo dos opciones. Una era Estados unidos y la otra Europa. Es difícil decir cómo fue el cambio ya que pasó todo muy rápido. La cuestión fue que me anoté en varias becas y me fue muy bien, al punto que al mes de haberme recibido ya estaba trabajando en Holanda".

Tratando de entender desde hace casi dos años qué son los agujeros negros y las estrellas de neutrones a partir de las observaciones en rayos X, Diego siente que, aunque la nostalgia pese, buena parte de su sueño profesional está cumplido. Parecido a lo que sienten Nidia, Mariano y su esposa Amina. Todos astrónomos que aprendieron a conocer los misterios de las galaxias en el Observatorio del Bosque y un día decidieron aprovechar ese aprendizaje en otras tierras. Hablando otro idioma o aprendiendo nuevas costumbres, pero siempre con la idea fija de entender algo más sobre el universo y con los ojos clavados en el cielo. Siempre en el cielo.

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