El tamaño es lo de menos

Los diarios nacieron grandes, como una prolongación de aquellos cartelones públicos que avisaban las novedades, sin letra chica ni reportajes. En ese mundo ancho y ajeno, no había sitio para lo pequeño. Como la idea era que todo se pudiera ver desde cualquier lado, aquellos periódicos se desplegaban a sus anchas en un paisaje donde sobraban las distancias.

Los diarios de aquel lejano entonces mostraban a la gente lo que sucedía lejos de su mirada. Y como tenían que llevar noticias de todos lados, esas hojas inmensas fueran las alas por donde viajaban las novedades de un planeta sin muchos anuncios.

Pero claro, las cosas se han ido empequeñeciendo a la par de una tecnología que acorta grosor y distancia cada hora. Todos los días el Mundo ajusta su talle para que podamos entrar más, ocupando menos espacio. Y los diarios de a poco tomaron nota de estos nuevos contornos y se fueron afinando al compás de nuevos mandatos. Los más grandes tuvieron que reconocer que, desplegarlos, empieza a ser una aventura incómoda en estas calles apretadas. Mucho más ahora, que el diario, lejos de leerse en el sofá, ha pasado a ser una ceremonia compartida en el hogar y comentada en los bares. Que también los quieren más manuables y reducidos, como para que no desentonen con el café cortado y de paso puedan aminorar el impacto de las malas nuevas que azotan desde las tapas.

EL DIA modifica su tamaño para agrandarse, puede ser el lema de este lanzamiento, rodeado de incertidumbre y pruebas. Los diarios tienen que hacer los grandes cambios de golpe, porque de a poquito tienen que adaptarse a las variaciones del día a día. La gráfica, como los hombres de todas las épocas, buscan constantemente mejorar su silueta para que su vinculación sea más fructífera y su presencia más atrayente. Las modernas fisonomías no sólo deben expresar mejor el contenido, sino tratar de ir a la par de estos tiempos que buscan a cada paso el venturoso diseño que los mantenga frescos y actualizados.

Desde ahora EL DIA se angosta con las ganas, han dicho, de poder abrazar mejor. Es que el tamaño, se cree, nunca ha importado. Todo es según cómo se lo usa, han proclamado las costumbres de siempre. Desde su colosal sábana de su época fundacional hasta los límites del nuevo rumbo, estas hojas han hecho un largo camino. La aspiración, explicaron sus conductores, es poder acompañar, desde sus dimensiones, el transcurrir de una ciudadanía que también fue ajustando sus casonas y sus expectativas a la par de un periodismo que quiere apuntar más a la profundidad que a la extensión.

En esta nueva etapa que hoy comienza, este diario acaso quiera hacer suya la eterna lección de Lampedusa: hay que cambiar para seguir siendo el mismo.