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Los nativos de la era de internet

Rasgos de la primera generación que creció bajo el influjo de la web

Los nativos de la era de internet

Delfina, Tomás, Ulises, Lucas y Jano, integrantes de la primera generación que creció con internet en su casa

13 de Abril de 2008 | 00:00
Al enterarse de que su primo había recibido una iguana de regalo, Jano Fontana, de 6 años, fue a buscar a internet datos sobre ese animal: qué come, cuánto vive, cómo hay que cuidarlo... Su prima, Delfina Muñoz, de 8, tuvo una reacción similar, sólo que en sus caso para elegirle nombre a la futura mascota. Para los padres de ambos, ver que sus chicos recurren naturalmente a la web ya sea para hacer los deberes como para saber cómo deben alimentar a su mascota, es motivo de orgullo. Pero también de perplejidad.

Tal perplejidad, sin embargo, no se debe sólo al hecho de que los chicos utilicen con fluidez una tecnología que a muchos adultos todavía les resulta compleja. Lo que asombra es la forma en que ésta tecnología incide sobre su manera de pensar o manejarse. Hace pocos años, la misma iguana objeto de averiguación probablemente hubiera sido sometida primero a la experiencia cruda y directa.

Se sabe, los chicos son tanto hijos de sus padres como de su generación. Y esta generación, la primera en crecer con internet en su vida cotidiana, es la protagonista del fenómeno más transformador del mundo contemporáneo: el acceso a la información y las conexiones infinitas. De ahí que no es de extrañar que a ojos de los adultos -apenas inmigrantes en la era digital- sus conductas resulten al menos curiosas.

"Jamás se me ocurriría meterme en internet a buscar el precio de unas zapatillas. Agarro el auto y voy al centro. Ellos, en cambio, tienen ese hábito. Manejan además un cúmulo de información que a mí me hubiera resultado impensable a su edad", dice Micaela al hablar de sus hijos, Jano (6) y Ulises (11).

En un país como el nuestro, donde internet comenzó a desembarcar en los hogares en 1995, se calcula que hay ya unos 2.470.000 chicos y adolescentes que se criaron bajo el influjo de su lógica. Los medios y los sociólogos no perdieron tiempo en bautizarlos. Los llaman la generación "tech" (por tecnología en inglés), o generación "M" (por milenio).

En cualquier caso no hacen falta nombres para observar que estos chicos son en esencia diferentes a la generación que los precede. Y su mayor manejo de información es apenas uno de los rasgos distintivos. Educadores y psicólogos aseguran ver en ellos un montón de otras características propias; no todas alentadoras. Dicen que son la punta del iceberg de la sociedad que se viene.

DE UNA IGUANA AL MUNDO

La primera vez que Miguel Arroyo vio a su hijo de seis años tomar por asalto la computadora familiar y meter mano sintió con orgullo que vislumbraba el futuro. Hoy, siete años más tarde, al observar que el chico es capaz de pasarse horas enteras frente al monitor, también ve el futuro; aunque no sin cierta preocupación.

"No soy un ignorante -se defiende Miguel-. Sé que el mundo que le toca y en el que se relaciona con sus amigos, como yo lo hacía en la plaza con los míos, pasa mucho por internet... intento que mantenga cierto equilibrio, que además haga deportes, que cada tanto lea un libro; pero nunca estoy del todo seguro de hasta qué punto lo ayudo diciéndole que largue un poco la computadora".

Clic para  ampliarLa cantidad de tiempo que estos chicos suelen pasar interactuando con una "máquina" es quizás uno de los puntos de discordia en que más chocan con sus padres. Su concepto de lo que constituye un uso normal de la tecnología difiere tanto que algunos adultos llegan a considerar algunos casos como una verdadera aberración.

Un estudio de la consultora Booz Allen calcula que a los veinte años, los chicos de esta generación habrán pasado unas 10 mil horas en internet y habrán mandado o recibido unos 200 mil mails y mensajes de texto. Aunque sólo habrán dedicado tal vez unas 5 mil horas a la lectura de libros.

Más allá de qué es mejor (si un aprendizaje por medios analógicos o por medios digitales), hay quienes aseguran que las diferencias empiezan a hacerse evidentes. "Los chicos manejan hoy más información pero están menos acostumbrados a relacionar las cosas, en fin a pensar", sostiene Elsa Canestro, fundadora de Galileo, un taller de ciencias para niños.

Al tener acceso a una gran cantidad de información "es fácil que lleguen a pensar que saben todo lo necesario acerca de un tópico. Pero bastan sólo una o dos preguntas para que se den cuenta que han incorporado datos pero no los entienden bien, no los han aprehendido y sobre todo no los han relacionado entre sí", afirma Canestro.

"Posiblemente sean la punta del iceberg de la sociedad que se viene. ¿Mejor o peor? No lo sé. Pero sí más adaptada a una realidad que cambia vertiginosamente y no permite a nuestro pensamiento tradicional acomodarse y encontrar estrategias para no quedar marginado", opina la psicóloga educacional Alda Spacapán.

Una reflexión similar suscita en distintos profesionales otra de las características que suele atribuirse a esta generación: el ser caótica. O multifuncional; según se lo mire.

¿CHICOS CAOTICOS?

A sus once años, Matías Collucci es capaz de hacer la tarea de la escuela copiando y pegando párrafos extraídos de Wilkipedia (una enciclopedia digital), mientras chatea con un amigo y arma su próximo compilado de música con temas bajados de internet. Su papá, a quien le preocupa tanta dispersión, se enoja a veces con él; lo considera un "despelotado".

"Hay diferencias importantes en la forma de funcionamiento de los adolescentes actuales: son dispersos, les cuesta organizarse, no anticipan y por tanto no prevén las consecuencias. Son más de acción que de reflexión", observa Spacapán.

La psicóloga Beatriz Nassif, miembro del gabinete psicopedagógico del Colegio Nacional, también asegura observar esa característica, pero sólo en contraste con el mundo de los adultos.

"Las nuevas tecnologías acortan el tiempo y el espacio". Hoy los chicos "son capaces de atender simultáneamente distintas fuentes de estimulación y resolver problemas múltiples, en contraposición con los adultos, que ve este comportamiento como caótico", señala.

Pero esa capacidad de encarar procesos paralelos, ese aparente caos... ¿no es acaso un valor frente a un mundo laboral que exige cada vez mayor multifuncionalidad?

Nassif prefiere tomar distancia de conclusiones apresuradas. "Se le atribuye a internet ser la causa de muchos males: que no se reconocen derechos de autor, que se viene perdiendo la caligrafía, que para elaborar un texto los chicos cortan y pegan... yo creo que son nuevas formas de modalidades existentes", dice.

NUEVOS DIARIOS INTIMOS

¿Pero se podrá decir, del mismo modo, que los "blogs" y los "flogs" son nuevas formas de una modalidad existente, como ser el diario íntimo? Tal vez. Eso siempre y cuando se acepte la idea de que estos "diarios íntimos" de los adolescentes de hoy no se ocultan debajo de una cama sino que están abiertos a quien quiera leerlos en internet.

Si la comunicación de los chicos y adolescentes con sus pares hoy se concreta en un alto porcentaje por medios virtuales, los "blogs" y "flogs" (páginas personales donde se comparten confesiones e ideas o bien fotos) constituyen uno de sus pilares.

Según una encuesta de la consultora D'Alessio IROL, un 46 % de los adolescentes con acceso a internet en nuestro país posee "blogs" o "flogs". A los 11 años, Tomás Muñoz asegura haber tenido ya dos, además de unos veinte contactos en su correo electrónico y dedicar al menos cuarenta minutos por día a chatear con sus amigos.

Más allá de entenderlo como una consecuencia directa de los avances tecnológicos, Beatriz Nassif atribuye este fenómeno a que "la vida de las personas se ha complejizado: es difícil encontrar tiempos y espacios comunes para el encuentro cara a cara. La sobresaturación de trabajo y de actividades escolares y extraescolares, las distancias y la inseguridad, entre otras cosas, contribuyen a que sea así".

Algunos chicos aseguran por su parte que estos formatos -donde el cara a cara es reemplazado en ocasiones por un seudónimo- tienen además la ventaja de permitirles decir cosas difíciles y establecer relaciones que de otro modo no encararían. "Jamás me animaría a decir personalmente muchas de las cosas que digo en el chat", confiesa Ana (14) o "Ludmila", según su nick habitual.

¿Pero hasta qué punto ese 'ciberanonimato' en el que hoy se refugian muchos chicos al relacionarse con sus pares no constituye una nueva forma de identidad?" Lo que "está claro es que en la práctica esta generación está replanteando los criterios de identidad, de lo público y lo privado", sostiene Nassif.

Conejitos de indias de un formidable cambio cultural, los primeros chicos criados bajo el influjo de internet poseen en cualquier caso rasgos tan propios como difíciles de encasillar. A fin de cuentas, son nativos de una era que apenas comienza y quienes los observamos, apenas sus inmigrantes.

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