La mitología de Meyer

A diferencia de los cuentos clásicos de los chupasangre y los perros con problemas hormonales de crecimiento, en la saga del crepúsculo los vampiros no están obligados a beber sangre humana para subsistir. En el caso de la Cullen, estos han elegido una dieta "vegetariana," se dedican a beber sangre de animales aunque prefieren la de los carnívoros por tener mejor sabor. El sol no surte ningún efecto negativo sobre ellos sino que los hace brillar cual diamantes, y aunque en ningún momento se hace referencia a símbolos religiosos se podría pensar que las cruces y el agua bendita no surte efecto sobre ellos. Se podría llegar a la conclusión que no son seres sobrenaturales y desalmados sino que han sufrido una especie mutación contagiosa. Su eterna condenación hasta podría no llegar a estar asegurada salvo por el comportamiento de cada individuo.

Por el otro lado están los hombres lobo, quienes otra vez, no están bajo una maldición que los obliga a transformarse en seres sedientos de sangre, ni contagia su mordida, ni son necesarias las balas de plata para matarlos. Estas poderosas criaturas son guerreros espirituales que defienden a su tribu, los Quiluetes, de enemigos. Se transforman a voluntad o en momentos de extrema tensión por lo que buscan controlar sus emociones para evitar lastimar a sus seres amados.

En la ciudad de Forks, los Cullen y la habitantes de la reserva nativoamericana coexistentes desde hace algunos siglos en una frágil paz mantenida por un tratado en el que los vampiros se comprometen a no derramar jamás una sola gota de sangre humana.