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Opinión |ENFOQUE

La deserción adolescente

Por ANGEL PLASTINO

La deserción adolescente

La deserción adolescente

25 de Octubre de 2008 | 01:00
La temprana adolescencia es una de las más difíciles y complejas etapas de la vida. Desde el punto de vista educativo, son años peligrosos en los que hordas de jóvenes o bien abandonan directamente los estudios o se instala en ellos la convicción de que tarde o temprano habrán de hacerlo. Es aquí fundamental una intervención estatal adecuada desde el aparataje oficial. Ello por dos motivos. En primer lugar, hay posibilidades ciertas de prevenir la deserción, como se indica abajo. Por otra parte, hoy es claro para casi todos los entendidos que, en pleno siglo XXI, alguien sin educación secundaria será posiblemente un marginal, cuyo destino sea tal vez el de linyera-mendigo o acaso ingresar al hampa. Hay pues seria urgencia social en hacer "algo", aunque lograr que ciertos políticos se ocupen del tema en forma apropiada es tarea titánica y casi imposible.
abre comillasTodo docente debiera estar al tanto de que el de la "confianza en sí mismo" constituye el máximo desafío a afrontar en cualquier proceso de enseñanza cierra comillas


El lugar común que encontramos en los medios es un simple denunciar culpables de tales males. Se dan como razones de ellos las deficiencias de la escuela primaria, la "exclusión social" (de la que, luego de 25 años de democracia, los distintos gobiernos no asumen ninguna responsabilidad, por supuesto), el imperialismo yanqui, el "capitalismo rapaz", etc. Muchos sectores "luchan" permanentemente contra tales "demonios" desde hace años, sin resultados concretos. Sin tanta "lucha", pero con dirigentes muy lúcidos, países que hace unas pocas décadas eran más pobres que nosotros hoy son desarrollados y con un grado de escolarización envidiable. Por ejemplo, en España uno de cada tres trabajadores tiene un título no ya meramente secundario sino de educación superior (en Argentina, sólo lo detenta el 7% de las personas activas en el mundo laboral).

EL COCTEL DEL DESASTRE

Quisiera aquí concentrarme en el que es tal vez el aspecto central del problema de la deserción adolescente. Nótese que en esta etapa los chicos encuentran algunos de los desafíos más importantes de sus jóvenes vidas. Toda su perspectiva vital sufre, en un corto período, cambios substanciales que la mayoría no sabe (como cabe esperar) asimilar y manejar. Si esta situación se da junto con problemas familiares y económicos tenemos listo el "cocktel" del desastre existencial. Desde la década de los 60's, empero, variadas experiencias exitosas de distintos países, en lugares en los que la problemática socio-económica es muy aguda, muestran concluyentemente que aún jóvenes extremadamente pobres, provenientes de hogares destruidos, pueden de todos modos alcanzar desempeños notables en el secundario e incorporarse después a Universidades prestigiosas. Queda así demostrado que el entorno social, aún cuando horroroso, no es barrera absoluta para el desarrollo personal si lo educativo-institucional es suficientemente adecuado.

El eje de la solución pasa por superar el verdadero problema básico de estos chicos: la falta de fe en sus propias capacidades. Todo docente debiera estar al tanto de que el de la "confianza en sí mismo" constituye el máximo desafío a afrontar en cualquier proceso de enseñanza. Pero a los 13-16 años enfrentamos una "epidemia". ¿Qué se puede hacer? Reitero que mucho, desde lo institucional, como los ejemplos aludidos arriba ilustran. Intentemos pues profundizar un poco.

A un gran número de alumnos no les ha ido demasiado bien en sus estudios primarios. Han repetido grados y tienen serios problemas de lecto-escritura. Otros han arribado al secundario en circunstancias un poco mejores, pero se ven superados por el distinto nivel de desafío que conlleva la educación media. En suma, pocos estudiantes "llegan" suficientemente bien preparados a esta instancia. Fácil es achacar aquí responsabilidades a la deficiente preparación primaria, pero nada se gana con ello. Lo esencial es que las dificultades a las que se alude en este párrafo son técnicamente superables. En otros términos, se sabe como hacerlo. Gran responsabilidad por haber generado los pertinentes conocimientos es atribuible a la Dra. Carol Dweck, profesora del Departamento de Psicología de la prestigiosa Universidad de Stanford (California), de la que se ha hablado ya en una nota reciente publicada por EL DIA.

EL CEREBRO COMO UN TORNO

Si bien es común suponer que la clave del éxito escolar se encuentra en la inteligencia, Dweck ha mostrado experimentalmente que exagerar su importancia, con la tácita implicancia de que es innata y fija (se nacería con una determinada dotación y punto), deja a los alumnos (1) muy vulnerables frente a fracasos que, en alguna medida, son casi inevitables en la escuela; (2) temerosos frente a desafíos nuevos y (3) con poca motivación para aprender. En cambio, lo que debe enfatizarse es la noción de que el cerebro es una herramienta de aprendizaje que, como sucede con cualquier tipo de herramienta, todos podemos eventualmente llegar a utilizar, manejar y dominar de mejor manera, si "practicamos" lo suficiente con ella, sea ésta un torno, un piano, la famosa "barra" de los bailarines clásicos o una raqueta de tenis.

El peculiar triplete recién explicitado genera problemas a la mayoría de los niños y se torna por lo general dramático en el pasaje primaria-secundaria. El resultado es que muchos chicos, convencidos íntimamente de su supuesta incapacidad-inutilidad, se infravaloran de modo espectacular. Como sienten que, decididamente, "no sirven", emergen respuestas de auto-defensa psíquica que espontáneamente generan in-conductas de todo tenor. Si a esto le sumamos un clima institucional enrarecido, problemas familiares y económicos, y falencias en la preparación de los docentes, la mesa está servida para el fracaso rotundo como comensal infaltable. Suena desesperanzador ¿no es verdad? Lo es sin duda, pero la verdadera tragedia radica en que esto es evitable, a poco que las autoridades educativas presten adecuada atención.

Como un primer accionar en la dirección positiva sugiero lo que sigue. En toda escuela o Instituto de Formación Docente serían obligatorios cursos sobre cómo se organiza el cerebro, dado que es imprescindible proveer instrucción explícita respecto del funcionamiento de la mente como máquina de aprendizaje y su aplicación en el ámbito de la educación formal. Habría que enfatizar tres hechos básicos: (I) el cerebro es como un músculo, que se fortalece con el uso, (II) el intentar "aprender" incita a las neuronas a encontrar nuevas formas de conectarse, y (III) de este modo cada uno podría llegar a ser activo agente del propio desarrollo mental. Se debiera insistir entonces en que (a) la inteligencia no es algo fijo y dado sino que siempre se puede hacer mayor y mejor, (b) todo nuevo desafío intelectual promueve su crecimiento si se lo ataca con entusiasmo y (c) fallar en una dada actividad académica es algo que a todos sucede alguna vez y no implica en absoluto que seamos "incapaces". Más aún, no se aprende nada si nunca se fracasa, como no se llega a andar en bicicleta sin caerse. Paradójicamente, enseñan más las frustraciones que los éxitos. Si muchos docentes tuviesen claros estos conceptos, y hablasen en las aulas sobre ellos, podríamos esperar resultados tan rápidos como espectaculares.

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