El delito juvenil crece en el Gran Buenos Aires

El asesinato ayer a la tarde de un hombre en la localidad de Del Viso, ultimado por dos jóvenes en un intento de robo, pone otra vez sobre el tapete el accionar de los delincuentes precoces, modalidad en preocupante aumento agravada por la violencia irracional que tiñe esos episodios delictivos y que deriva en casos fatales.

Investigadores y especialistas en seguridad indicaron a este diario que el incremento de los casos que tienen a adolescentes como protagonistas de hechos delictivos crecieron de "forma exponencial" en los últimos tiempos, como resultante de una modalidad que estos entendidos inscriben en el perfil pandillero.

Los especialistas que estudian el fenómeno indicaron que el asalto callejero y los atracos en los semáforos como manifestaciones más simples, y el tipo copamiento de oficinas, robos de vehículos e intrusión en domicilios, entre las más complejas, componen la carta de presentación del delito juvenil que impera por sobre todo en el Gran Buenos Aires.

Pero un componente que determina las actitudes extremadamente violenta que asumen estos jóvenes a la hora de delinquir es la droga, la que los lleva a no discernir con claridad frente a la situación de robo y que culmina, como el caso de Del Viso, con una víctima fatal.

De la provocación al asalto

El especialista en seguridad ciudadana, Luis Vicat, aseguró que "los menos sutiles y quizás los más saturados de droga son los que apelan a métodos más violentos y expeditivos" y puso el caso de los que ingresan viviendas "rompiendo puertas y ventanas a hachazos" para incluso luego avanzar a otras propiedades tras "coronar" la original.

Vicat explicó que los delitos a cargo de jóvenes "comenzaron como un fenómeno relativamente inocente" en los barrios humildes y villas de emergencia del Gran Buenos Aires, en donde pasaron de las "provocaciones a aquellos ajenos al grupo" al asalto a mano armada "a quien tuviera la mala idea de equivocarse de ruta, aun a plena luz del día".

La "birra", el "faso" y los piropos obscenos en el ámbito de pertenencia territorial dieron lugar, en un medio social donde imperan las carencias y la falta de propuestas a futuro, a tomar el camino del delito en las inmediaciones del barrio, primero, y más tarde en busca de otras geografías más redituables por su mayor poder adquisitivo, tal como interpretó Vicat.

Kit delictivo

Investigadores policiales precisaron que los jóvenes puestos a delinquir suelen utilizar indumentaria similar que de algún modo permite su identificación. Según la fuente, las gorras con visera, remerón holgado o buzo con capucha, bermudas amplias y zapatillas hacen al vestuario común que emplean estos chicos.

La amplitud de la ropa tiene una razón de ser: permite ocultar el arma que porten y las zapatillas obviamente es lo que les da mayor agilidad para acelerar el paso en el caso de necesidad de poner distancia a la carrera con el lugar en el que acaban de dar un golpe.

Otro de los elementos que utilizan, siempre al decir de la fuente policial consultada, los adolescentes metidos en el delito añaden a ese equipo mochilas que dotadas con guías telefónicas pueden hasta servirles de "antibalas tumbero" y ropa que cambian tras haber consumado un hecho para impedir su identificación.