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Astronomía para todos

En La Plata como en el resto del mundo cada vez son más los que encuentran en la contemplación del cielo un hobby silencioso pero apasionado. Los astrónomos aficionados representan una comunidad que colabora en el descubrimiento de nuevos cuerpos celestes y, muchas veces, trabaja a la par de los científicos. Por Facundo Bañez

Astronomía para todos

Astronomía para todos

13 de Septiembre de 2009 | 00:00
Todo comenzó en el barrio El Mondongo, cuando era una nena y su papá se quedaba con ella noches enteras mirando las estrellas. Allí aprendió a mirar la luna y a notar sus diferencias. "Al principio la veía como una chapita -dice-, pero después, de a poco, la empecé a ver como un queso y distinguir todos esos cráteres que a simple vista no se veían". Hoy, con 64 años y cientos de fases lunares observadas con paciencia, Silvia Smith no es una astrónoma profesional pero sigue mirando el cielo como cuando era chica. Y no es la única: como ella, miles de personas en todo el mundo se dedican por las suyas a intentar entender lo que se esconde en el misterio infinito de las galaxias.

La afición por la astronomía es mucho más que un hobby, dicen muchos. Es una pasión y un estilo de vida. "En los años noventa hice un curso para aprender a construir mi propio telescopio -cuenta Silvia-. Al poco tiempo empecé a trabajar en el laboratorio de óptica de la UNLP y seguí alimentando esa pasión que tengo desde chica". Es verdad: ni bien terminó de hacer el curso de construcción de telescopios, a fines de la década pasada, creó el sitio web Cielo Sur (www.cielosur.com) que, si bien empezó como una simple página armada por un grupo de amigos aficionados a la astronomía, hoy es un portal visitado cada día por miles de astrónomos amateurs y profesionales de todo el mundo.

Desde ese sitio se informan las últimas noticias astronómicas, se publica el calendario lunar, se difunden charlas y talleres y hasta se brinda la información necesaria para aprender a armar telescopios caseros. "La idea es que cada vez seamos más -explica Silvia-, y que cada uno de nosotros pueda difundir desde su lugar sus conocimientos para que quienes querramos mirar y entender el cielo nos multipliquemos por todo el planeta. Simplemente tenemos que tener las ganas de mirar lo que pasa encima de nosotros. El cielo, al fin y al cabo, es gratis y para todos".

Lo que dice ella es un lema entre quienes siguen de cerca los astros pero nunca se recibieron de astrónomos. Los aficionados a esta ciencia se multiplican aquí y en el resto del mundo. Con catalejos, binoculares o pequeños telescopios que cuidan y manipulan como tesoros en los jardines y patios de sus casas, se dedican a mirar cada noche los cráteres lunares, el titilar infinito de las estrellas variables o el paso escurridizo y fugaz de algún cometa. En Internet hay miles de sitios sobre astronomía, y buena parte de ellos está armado por personas que, como Silvia, no son científicos pero estudian el firmamento como si lo fueran.

Aunque lo hacen como aficionados, sus hallazgos representan verdaderos avances para el mundo científico. Sin ir muy lejos, basta con recordar el caso del australiano que hace poco descubrió un cráter del tamaño de la Tierra en el planeta Júpiter. Lo hizo con su telescopio en el patio de su casa. O incluso el caso de Sebastián Otero, un astrónomo amateur de nuestro país que descubrió hace ocho años estrellas variables que, al cambiar de brillo, causaban errores de navegación en la sonda Galileo. Esta revelación fue tan importante que la propia NASA terminó reconociendo el aporte del autodidacta argentino.

En el caso de Otero, que integra la activa comunidad virtual de la que participa Silvia, hay que decir que su especialización como amateur fue desde un comienzo distinguir las diferencias en el brillo de las estrellas, que son clasificadas según su magnitud o luminosidad aparente. Una misma estrella puede presentar variaciones en su propio brillo y cambiar su intensidad en forma periódica. Esas son las estrellas variables, las mismas que estudian y analizan miles de astrónomos aficionados en todo el mundo.

BUSCANDO RESPUESTAS

La contemplación del cielo maravilló e inquieto al ser humano desde sus comienzos. El orbitar de los planetas, la danza inesperada de los astros o las fases de la Luna llevaron al hombre a intentar comprender sus causas. Así como en la antigüedad nuestros antepasados se sintieron magnetizados por el misterio de las estrellas, el hombre actual continúa en esa búsqueda silenciosa pero tenaz por tratar de descifrar todo lo que aún no sabemos del universo.

"Somos como arqueólogos", resume Silvia. Y tiene razón: si durante el primer milenio de la era cristiana uno de los hallazgos más importantes acaso haya sido la noción matemática del cero, difundida por el matemático árabe Muhamad Al-Khwarizmi; y si en los años que siguieron uno de los mayores descubrimientos de la humanidad fue la demostración de la teoría copernicana de que la Tierra gira alrededor del Sol, está claro que en los próximos años hay un interrogante trascendental que se presenta como la máxima recompensa para el trabajo de la ciencia: poder explicar el origen de todo.

Aunque titánica y en apariencia imposible, esa y no otra es la meta final de toda persona que pone su ojo en el lente de un telescopio. "Nuestro aporte como aficionados permitió descubrir cometas, asteroides y hasta objetos peligrosos para la Tierra, pero está claro que siempre el objetivo es ir por más y tratar de entender qué es lo que hay más allá de nuestra galaxia y cómo se formó todo". Lo que dice Silvia no es pretencioso ni exagerado. Es real. Como si fueran arqueólogos del cosmos, los astrónomos aficionados suelen buscar rastros y pistas en las estrellas, galaxias y nebulosas más lejanas. Y lo hacen para intentar entender. Aunque sea un poco más.

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