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Revista Domingo |NOTA DE TAPA

Los nuevos sin techo

Son más jóvenes y hay entre ellos un número creciente de mujeres. Desde las entidades de la sociedad civil que los ayudan piden la reglamentación de una ley aprobada el año pasado que habilita la creación de hogares de tránsito y dispone que se implemente una línea telefónica gratuita para prestarles ayuda. Mientras tanto, los refugios platenses que les dan abrigo reconocen que trabajan al límite. Y que les cuesta responder a una demanda creciente. Por Omar Gimenez. Foto Alex Meckert

Los nuevos sin techo

Los nuevos sin techo

20 de Septiembre de 2009 | 00:00
Los peores fríos del último mes de julio encontraron a Jesús (31) refugiado entre dos árboles, en diagonal 74 y 56, profundamente cansado de la vida en la calle. Su largo deambular se había iniciado bien temprano, cuando tenía apenas 6 años. En esos días perdió una pierna en un accidente ferroviario y empezó a dormir donde lo sorprendiera la noche. Su derrotero lo llevó desde su Ensenada natal a Buenos Aires primero, más tarde a Mar del Plata, a Misiones, a Brasil y de nuevo a La Plata. Siempre en la calle, subraya, a veces tomando de más. Y lo dice desde el comedor del albergue de una iglesia evangélica, en Tolosa, donde desde hace dos meses trata de rehacer su vida. "Estaba en los árboles del diagonal cuando una señora se preocupó por mí y llamó a la iglesia. Me vinieron a visitar un par de veces al lugar donde paraba. Me trajeron comida, café, se interesaron por mí. Ahora llevo una vida ordenada, tengo amigos nuevos y hasta entré a un programa de microcréditos para hacer bijouterie. Porque sin trabajo es difícil escaparle a la calle".

Darío tiene 20 años y es uno de los nuevos amigos de Jesús. Ambos se conocieron en el refugio. Antes de llegar ahí, Darío dormía en el umbral de un banco, en el centro. Ahora se ilusiona con el préstamo que va a recibir para un microemprendimiento. Piensa hacer facturas y sueña con dejar definitivamente atrás su condición de sin techo, aunque sabe que no va a ser fácil. Cuenta que fue chico de la calle desde que se acuerda y hasta que dejó de ser chico para empezar a ser adulto. Pero siempre en las mismas condiciones. Con la mayoría de edad le llegó la certeza de que las instituciones que antes le habían servido de ayuda ya no se iban a ocupar de él. Entonces golpeó puertas para saber a quién recurrir y su infructuoso peregrinar terminó donde empezaba este relato: en el umbral del banco.

Jesús y Darío son apenas dos de los sin techo platenses. Según los números que manejan las entidades que se ocupan de asistirlos, suman alrededor de 110 las personas que comparten su misma situación en la Ciudad. En esas organizaciones también observan el surgimiento de un nuevo perfil de deambulante: mientras alguna vez fueron mayoritariamente adultos mayores, ahora también hay jóvenes y entre ellos, un número creciente de mujeres.

La problemática de los deambulantes es compleja. En sus duras historias suelen mezclarse las carencias económicas y el desempleo con otros problemas sociales como las adicciones o los problemas familiares. Su situación y las estrategias para resolverla fueron el eje de un reciente encuentro que reunió en nuestra ciudad a entidades que se ocupan del tema en el marco de un "Primer Foro de Intervenciones en Situación de Calle". En ese encuentro -organizado por la Facultad de Trabajo Social de la UNLP y Acción Social de la Municipalidad- se puso el acento en la necesidad de que se reglamente la ley provincial 13.956, aprobada el último año y que prevé la creación de hogares de tránsito y de una línea telefónica gratuita donde reclamar ayuda para personas sin techo.

Mientras tanto, los albergues existentes en la ciudad trabajan al límite para responder a una demanda que los excede. Son refugios como el Hogar Padre Sirotti que depende de la "Fundación Caminando Junto al Hermano que lo Necesita" o el hogar de la asociación civil "La Roca Eterna" que la iglesia evangélica "Jesucristo es la Roca", instaló en el barrio de Ringuelet conocido como La Favela.

En esos albergues, los colchones de emergencia instalados a las apuradas en un pasillo son un recurso habitual para poder dar respuesta, en los momentos más críticos, a quienes más lo necesitan. En el Padre Sirotti, ubicado en 4 entre 69 y 70, lo ideal es que el número de albergados no supere los 16. Pero en ocasiones han dormido hasta 26. En el de Tolosa, que se levanta en 530 entre 16 y 17, el espacio alcanza para que vivan 6 personas, pero actualmente viven 14. La falta de espacio no es el único problema que enfrentan. También les preocupa no poder dar respuesta a las mujeres, ya que en ambos refugios sólo se admiten hombres.

RESCATAR ES LA TAREA

"No sé si elegí hacer esto. Simplemente me encontré con una realidad que me obliga a responder", dice Fabián Alvarez, un estudiante de filosofía y teología que se desempeña como encargado del hogar Padre Sirotti. Tanto él como Alicia Terry, secretaria de la Fundación "Caminando...", que preside el padre Alejandro Blanco, sostienen que la estrategia frente a la persona en situación de calle que llega al albergue es "acompañar sin invadir y considerando que la situación de calle responde a un proceso en el que la estrategia de intervención va a depender del momento que esté atravesando esa persona".

Terry y Alvarez comenzaron a trabajar en el programa desde sus inicios, en la Parroquia del Valle y cuando ese ámbito era la sede del encuentro con los deambulantes. Más tarde salieron a buscarlos a los lugares donde pernoctaban, para brindarles asistencia: "Fue por entonces que nos dimos cuenta que la persona que vive en la calle, más allá de la necesidad de alimento y abrigo, necesita alguien que lo escuche y lo acompañe", afirma Terry.

Y ese ejercicio de escuchar les dejó una multitud de historias cuyo principal mérito fue el de enseñarles que detrás de cada persona que vive en la calle aparecen huellas "de un pasado muy rico y de un quiebre que determinó su actual condición, quiebre que puede vincularse a factores económicos, sociales, familiares o de adicciones. Pero sobre todo, se aprende que no hay una historia igual a otra ni se puede considerar a la situación de calle como derivada de un proceso homogéneo".

Entonces comienzan a aparecer historias como la de A., que dormía en Plaza San Martín y un día fue convocado por un director de cine para hacer una película; o la de R., que tenía un próspero negocio, esposa e hijos y lo perdió todo después de un desequilibrio emocional; o la de aquella mujer que dormía en los pasillos del hospital San Martín después de haber perdido todo a partir de la imposibilidad de pagar una deuda.

"Muchos pasan un tiempo en el albergue y cuando consiguen un ingreso aunque sea temporario se van a una pensión. Otros, que tienen alguna adicción o problemas para asumir las más mínimas normativas, solos vuelven a la calle; hay algunos a quienes logramos conectarlos con sus familias y rehacen su vida. Pero lamentablemente, esto sucede en muy pocos casos", dice Fabián Alvarez.

Para quienes trabajan en el tema, la experiencia que les deja su labor está teñida de claros y oscuros: "Hacer algo por la gente de la calle te da grandes alegrías, sobre todo cuando ves que se reinsertan o cuando viven y cuidan el albergue como su propia casa. Lo más difícil es cuando uno nota que no se adaptan y eligen volver a la calle", dice Alvarez.

POR UN LUGAR DONDE QUEDARSE A DORMIR

Para Jorge Moyano, pastor de la iglesia evangélica "Jesucristo es la roca", dar respuesta al problema de la gente que vive en la calle surgió naturalmente, no a partir de una idea, sino de una demanda urgente.

"Teníamos un centro de día en el barrio, adonde venían jóvenes que tenían problemas de adicción a las drogas o que estaban marginados. Pero de repente empezaron a venir otros jóvenes que quizás no tenían problemas de adicciones, pero pedían algo muy concreto: un lugar donde quedarse a dormir".

A partir de esta demanda, Moyano y otros miembros de la iglesia comenzaron a salir los lunes y viernes a recorrer la ciudad por las noches, buscando deambulantes a quienes ayudar en los lugares donde estaban instalados. Y se encontraron con una sorpresa que no esperaban: mucha gente joven y muchas mujeres viviendo a la intemperie.

"Trajimos al albergue a gente que estaba durmiendo en la estación de Tolosa, en la estación de La Plata, en Plaza Moreno, en los umbrales de distintos negocios. En el caso de los hombres muchos habían terminado en la calle por problemas familiares o de adicciones. Las mujeres también tenían problemas domésticos y generalmente se trataba de mujeres golpeadas", dice Moyano.

Actualmente, el hogar del barrio La Favela está "desbordado", reconoce el pastor. Como sucede con el hogar Padre Sirotti, también éste cuenta con apoyo municipal y aún con un programa de microemprendimientos para la reinserción laboral y social de gente en situación de calle que depende del gobierno de la Nación. Pero apuntan a más y trabajan por estos días para conseguir un terreno donde cada persona en situación de calle pueda construir su propia casita.

En todo caso, en todas las ONG coinciden en subrayar que la respuesta asistencial no alcanza. Y que lo que se necesita es ir un paso más allá, logrando conectar al adulto en situación de calle con el mercado de trabajo. Un desafío difícil de lograr pero que no los desanima. Porque, como dice Mariano Ferrer, desde la Fundación "Caminando...", "las respuestas asistenciales son bienvenidas, pero también es importante, por ejemplo, tramitar los documentos de muchas de estas personas, que no los tienen y que son la clave de acceso a muchos derechos".

El objetivo de los que trabajan en el tema quedó bien resumido en el lema del foro llevado a cabo en Trabajo Social al referirse a los sin techo: "Que no se conviertan en parte del paisaje". Un imperativo difícil de conseguir frente a una sociedad en la que, dicen, siguen coexistiendo las actitudes integradoras y las expulsivas frente al drama de los que convierten a la calle en su hogar.

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