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Revista Domingo |UN FENOMENO QUE CRECE

Pasión por la montaña

La difusión de los deportes de aventura y el enorme desarrollo de servicios para andinistas contribuyeron a que en los últimos años la actividad se popularizara. Sólo en el Aconcagua se concentran entre 6.000 y 7.000 personas por año, procedentes de todo el mundo, con el objetivo de alcanzar la cumbre, una proeza que sólo concreta el 30% de los que lo intentan. Platenses que participaron de esa experiencia, guías de montaña y especialistas analizan la tendencia, sus motivaciones y sus riesgos.

Pasión por la montaña

Pasión por la montaña

25 de Abril de 2010 | 00:00
"La montaña es algo que te llama. Un día lo sentís y se transforma en un vicio. Es una forma de buscar tu límite. Cuando a veces me preguntan porqué subo a una montaña digo `porque está ahí`, que es una forma de decir que no lo puedo explicar. Pero lo que es seguro es que la persona que hace cumbre en un pico alto siente una emoción que la desborda. Yo lloré cada vez que lo logré, sin excepción", dice Silvia Bonicatto (58), médica platense que enumera una larga lista de cumbres alcanzadas en todo el mundo: el Kilimanjaro (5.500 metros), en Tanzania; el Cotopaxi (6.100 metros), en Ecuador; el monte Elbrus (5.700 metros) en Rusia; el Mont Blanc, en Europa Occidental y el Aconcagua (6.961 metros), en Argentina. Mientras prepara otro viaje para escalar el monte Ararat, Bonicatto saca una conclusión central de sus logros y es que "a una montaña se sube con la cabeza, con la voluntad de hacerlo más que con el cuerpo. Y el mensaje que siempre quise transmitir, con esta actividad que hago desde los 42 años, es que la edad no es un obstáculo para enfrentar desafíos".

Las experiencias de Bonicatto se enmarcan en un crecimiento del interés por el montañismo que se registra en todo el mundo de la mano de la difusión del turismo de aventura, del interés por la naturaleza y del crecimiento de los servicios asociados a la actividad.

Así lo entienden protagonistas del fenómeno y guías de montaña como Javier Robello, un platense que desde hace cuatro años se desempeña en el Aconcagua acompañando expediciones a la cumbre. Según Robello, "anualmente entre 6.000 y 7.000 personas vienen desde todo el mundo con el objetivo de llegar a la cima, una aspiración que sólo concreta el 30% de los que lo intentan. La mayoría llega motivada por el desafío y el descubrimiento de sensaciones nuevas".

Las cifras muestran un claro contraste con el escenario que encontraba la actividad apenas veinte años atrás. Entonces, la cultura de la montaña y el montañismo sólo era cultivada por los pobladores de las ciudades ubicadas al pie de las montañas y era difícil viajar hasta los picos y conseguir guías disponibles, dice Robello.

Hoy, en cambio, hay mucha oferta de servicios que facilitan algunas cosas: el alquiler del equipo o la presencia de guías que permiten que se intente subir una montaña que no se conoce son algunos de ellos.

"Lo que sigue siendo tarea de cada montañista es el esfuerzo por llegar a la cumbre. Y es por eso que ninguna expedición, al ser contratada, lo garantiza", dice el guía platense.

Claro que esa popularización de la actividad tiene también su contracara. Robello la ve en cierta tendencia a subestimar los riesgos de la montaña que percibe sobre todo en algunos visitantes extranjeros.

"Llegan con la idea de que escalar el Aconcagua es un trekking de altura y más preocupados por el día que vuelve el avión que por los rigores del ascenso. Si esos montañistas van con un guía, éste se encarga de asegurarse de la seguridad, aún de los montañistas más testarudos. Lo grave es que hay alrededor de un 40% de los visitantes que eligen escalar solos. Y es en ese grupo en el que se registra la mayor parte de los accidentes", dice Robello.

Los riesgos están siempre ahí, pero no alcanzan para amedrentar al que viajó con la idea de hacer cumbre: "en el momento el esfuerzo es tan grande que el primer pensamiento que aparece es que no vas a volver a intentar una cosa semejante. Pero apenas llegás arriba la sensación no puede describirse en palabras y al poco tiempo ya estás buscando un nuevo destino. Aún cuando te toque saber de una tragedia como me pasó en Mont Blanc, donde murió una cordada de tres andinistas que llegaron antes que nosotros a la cumbre", cuenta, por caso, Bonicatto.

Pero no todo es riesgo y emociones intensas. También están las ventajas físicas y psicológicas que aporta el ascenso y el entrenamiento necesario, durante el resto del año, para estar en condiciones de intentarlo. "Son las ventajas que otorga cualquier deporte", dice Bonicatto y otros agregan aquello que los días de travesía les enseñaron: la paciencia, la solidaridad con los compañeros y una experiencia espiritual intransferible.

DEL SEDENTARISMO A LA CUMBRE DEL ACONCAGUA

"Encontré lo que más me gusta hacer a los 50 años", dice Juan Domingo "Yani" Candiotto, orgulloso y todavía entusiasmado por haber alcanzado la cumbre del Aconcagua el último 5 de marzo.

Nacido en Mendoza, criado en La Plata y radicado actualmente en Chascomús, Candiotto es ingeniero e hizo sus primeras armas en el montañismo hace un año y medio escalando el volcán Lanin. Lo singular de su historia es el contraste que separa a estos episodios de lo que era su vida hasta los cincuenta años.

"Mi problema era el cigarrillo: fumaba dos atados por día y llevaba una vida sedentaria cuando el médico me dijo seriamente que tenía que dejar de fumar. Entonces cambié el cigarrillo por el deporte", rememora.

El primer deporte que encaró fue la natación, pero su vida iba a cambiar cuando unos amigos lo invitaron a escalar el volcán Lanín a fines de 2008.

"Yo todavía no estaba recuperado del todo del cigarrillo y me costó mucho esfuerzo hacerlo; me quedé sin piernas enseguida. Entonces me di cuenta de que tenía que entrenar con alguien que me orientara y me puse un objetivo: la alta montaña", cuenta Candiotto.

Desde entonces escaló nuevamente el Lanín, alcanzando la cumbre en el 2009. También llegó a lo más alto del cerro San Bernardo (4.200 metros) y el cerro Penitentes (4.300 metros) entre otros, antes de probar suerte en la cumbre más anhelada: la del Aconcagua.

Con clima adverso, temperaturas de 30º bajo cero y enfrentando tormentas de nieve y viento, Candiotto logró hacer cumbre en "el techo de América" después de hacer varias paradas en los últimos tramos. Durante cada una de ellas se impuso una pregunta crucial: ¿seguir o no seguir?

"Hubo un momento en que pensé que ya no podía, pero mi compañero me insistió para que haga un último esfuerzo. Y ahí llegamos y nos asaltó una sensación difícil de describir pero en la que se imponía la satisfacción de haber logrado algo importante, algo que muchos quieren lograr", dice.

Para Candiotto, la experiencia no representó sólo un logro, sino también un aprendizaje: "allá arriba aprendés la paciencia, a ser perseverante, a valorar las pequeñas cosas, como el agua, la amistad, la posibilidad de compartir y la importancia de tener un objetivo".

EL MISMO AMOR, PERO EN BICICLETA

Para Edith Toñanez, la montaña fue una recompensa. Después de enfrentar una enfermedad y salir airosa, Toñanez descubrió en ese paisaje "el lugar donde todo es posible, donde se puede tocar el cielo con las manos".

Toñanez, junto a Rubén Machado, Silvana Rojas, José María Estévez y José Luis Garibaldi -todos integrantes del Grupo de Ciclismo de La Loma y con edades comprendidas entre los 35 y los 58 años- cruzaron la cordillera de Los Andes durante el último mes de marzo repitiendo la ruta del general José de San Martín, pero en bicicleta.

Durante cinco días pedalearon a través de 500 kilómetros, alcanzando alturas de 2.500 metros. A poco de llegar de la travesía, los integrantes del club ya piensan en un nuevo destino de montaña para enfrentar.

De la travesía recién concretada, guardan el recuerdo intenso de la llegada a unas termas ubicadas a 2.500 metros de altura, a medianoche y como premio al esfuerzo hecho durante todo un día de pedaleo en altura. Y también una enseñanza que repiten todos aquellos que se animaron a enfrentar la hostilidad de esos paisajes: "si bien se necesita entrenamiento y estar en una buena condición física, el verdadero desafío está en la cabeza. Y es mágico descubrir cómo el que realmente se lo propone, llega".

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