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Espectáculos |CUESTIONAN ESCENAS "SUBIDAS DE TONO"

Propuestas audaces en la ópera abren polémica en el Argentino

Las nuevas tendencias de la lírica actual causan adhesiones y rechazos. Opinan espectadores, críticos y artistas

Propuestas audaces en la ópera abren polémica en el Argentino

“Lady Macbeth de Mtsensk”, con régie de Marcelo Lombardero, abrió la temporada lírica 2010 del Primer Coliseo Bonaerense

6 de Septiembre de 2010 | 00:00
Las últimas puestas líricas del Teatro Argentino, caracterizadas por presentar una propuesta más audaz, han desatado la inquietud en parte del público asistente. En algunos casos, el cuestionamiento hace referencia al "aggiornamiento" de los reggiseurs y, en otros, a la falta de advertencia sobre la inclusión de escenas "subidas de tono" para narrar el argumento de piezas clásicas que se han representado desde hace siglos en todo el mundo. En este sentido, surge la necesidad de poner en debate esta polémica que se abre entre espectadores, críticos y artistas y sus formas de ver, entender y manifestar el arte.

"Lady Macbeth de Mtsensk", de Dmitri Shostakóvich, "Don Giovanni", de Wolfgang Amadeus Mozart, "Rigoletto", de Giuseppe Verdi, y "Giulio Cesare in Egitto", de George Friederich Händel, fueron las puestas ofrecidas entre marzo y agosto en el Teatro Argentino en su temporada artística 2010. A la par de los elogiosos juicios obtenidos por la crítica especializada, en los que no dudaron en calificarlas de "soberbias", "notables" y "brillantes" producciones, algunos sectores del público y de la crítica han cuestionado la inclusión de escenas vulgares y violentas que contenían orgías, desnudos, violaciones y hasta un empalamiento.

Al respecto, el Director Artístico del Teatro Argentino, Marcelo Lombardero, aseguró que de ninguna forma el Teatro ha presentado producciones "obscenas" en su escenario. "Estamos en pleno siglo XXI. Hay miradas estéticas que hay que hacer porque esto avanza y si no nos quedamos. Esto es teatro, teatro musical y está bueno que así sea. Cada director tiene su visión y no hay censuras. Tiene toda la libertad de expresar lo que le parezca arriba del escenario y nadie ha puesto en juego esa calidad artística. El público se puede molestar, levantarse e irse. Tiene todo el derecho a quejarse. Pero tiene que entender que el arte es arte y es pura subjetividad y de ninguna manera, en todas las puestas de este año, hemos tenido obscenidad en escena", manifestó.

Consultado por su amplio conocimiento musical y por interesarse en la propuesta artística de este teatro local, el reconocido periodista Nelson Castro le aseguró a EL DIA que existe "toda una tendencia en la ópera a hacer de la trama un hecho de mayor audacia y a darle mayor potencialidad a lo audiovisual. La tendencia es esa y no la veo mal pero es como en todo. Hay cosas muy bien hechas, con muy buen nivel, y hay otras que son innecesarias como, por ejemplo, algún desnudo. Es un fenómeno que no sólo ocurre aquí sino en todo el mundo y me parece bien siempre y cuando sea realizado con buen gusto".

LAS QUEJAS DEL PUBLICO

"Vi las óperas Rigoletto y Julio César en Egipto; al ver escenas de índole lascivo y sexual en el escenario me preguntaba el porqué estaban allí, si no había necesidad de mostrar lo implícito en el argumento y que el espectador vea lo que no quiere ver, y si lo quiere ver, que pueda elegir libremente si está dispuesto a aceptarlas. Son superfluas, de mal gusto e innecesarias", se quejó Perla Susana Weingast, en una carta de lectores publicada por este diario el pasado lunes 9 de agosto.

En esta misma línea se manifestó Nélida Marchetti quien, en otra carta de lectores, señaló: "Hago llegar estas líneas para notificar mi disconformidad ante las escenas soeces y pornográficas que reiteradamente se han añadido a las últimas realizaciones operísticas en el Teatro Argentino".

El platense Eduardo Rodríguez cuestionó: "Con referencia a las últimas óperas dadas en el Teatro Argentino parecería que hubiera habido un acuerdo transgresor entre los diferentes régisseurs de modo de ir suministrando una dosis cada vez más subida de mal gusto; escenas torpes, ofensivas al pudor y ambiguas... Un desnudo innecesario en Rigoletto, alguna sordidez en 'Lady Macbeth', hasta desembocar en este mamarracho de ´Giulio Cesare' en donde combinan violaciones, empalamientos y 'menages a trois'".

En consecuencia, Hugo Bourcatt, y por citar un último ejemplo, expresó: "Dejen a Verdi y Händel en la gloria de su arte, a los espectadores con el respeto que se merecen. De que ´aggiornamento' hablan si es poner lo oscuro... Con argumentos pueriles pretenden justificar puestas que obligan que la gente se retire de la sala. No soy pastor, sacerdote, rabino, ni puritano; simplemente un ciudadano que valora el respeto".

EL ARTE DE INNOVAR

El mundo lírico, con el objetivo de atraer a otro tipo de espectadores, comenzó a incorporar en el último tiempo herramientas que causan cierto rechazo en el público habitué, entre ellas, algunas incorporaciones tecnológicas -como proyecciones audiovisuales- y escenas más realistas donde no se duda, por ejemplo, en hacer explícito lo implícito.

Para Nelson Castro esta situación de rechazo se da porque "en el público clásico predomina lo musical sobre lo escénico" y les cuesta aceptar puestas más atractivas que permiten seguir lo que pasa en el escenario con otros recursos. "Y en esta tendencia actual -agregó el periodista- también se está reviendo, por ejemplo, la contextura física de los cantantes por el hecho de que muchas veces tienen que interpretar a adolescentes de 16 años siendo ya adultos de 50".

Pero yendo al punto de la inclusión de escenas más audaces, Mario F. Vivino, en su reciente crítica sobre Rigoletto para el diario El Día, manifestó: "algunos detalles de mal gusto en cuanto a presentar ´pornografía lírica' parece ser inevitable por estas épocas". Este comentario, que posteriormente desarrolló (ver aparte), fue mal recibido por Lombardero, quien rechazó el término y explicó sus razones.

"No acepto el término pornografía lírica. Me parece que es ir un poco hacia atrás. Y me parece, hasta en algún punto, un comentario peligroso, retrógrado, una mirada pacata. Creo que es un poco exagerado el planteo y a veces hay una visión de que el teatro de ópera no es teatro, o es impoluto, o hay que tener una mirada de hace cincuenta años. El teatro habla de las grandes pasiones: del amor, del sexo, de la violencia y hay que expresarlas y verlas arriba del escenario para que nos hagan pensar y reflexionar. Esto avanza; es una obligación ir hacia adelante. Un buen ejemplo es Tito Capobianco que de aquí se tuvo que ir con la cabeza baja y después, en Europa, tuvo una carrera exitosísima. El Teatro Argentino de La Plata, en sus cimientos, tiene esa idea de avance; de tratar de adelantarse en las miradas estéticas. Y yo, como director, creo en eso", remarcó Marcelo Lombardero.

UNA LUZ AMARILLA

Otro de los cuestionamientos del público hace referencia a la falta de advertencia sobre este tipo de contenido en las puestas. "El Teatro -escribió María Elena Aramburu en la carta de lectores publicada en este diario el lunes 16 de agosto- debería dejar expresamente notificado a qué edad de espectador están dirigidas las puestas de reconocidas obras, para no exponer a nuestros menores a escenas sórdidas, recargadas innecesariamente de violencia y obscenidad que en nada contribuirán a la formación musical o artística de los más chicos. Ni tampoco del público menos experimentado o aggiornado. Y menos, a su formación humana".

En este sentido, Lombardero planteó: "el público tiene que saber lo que va a ir a ver. Si va a ver Rigoletto, tiene que saber que no se trata sólo de una linda canción -La donna e mobile-. Es necesario tener también un poco de sensatez. El material que diariamente se emite por televisión, en los canales ordinarios, en las telenovelas de la tarde, el manejo que se hace de la mujer en algunos programas para la familia es mucho más obsceno, pornográfico y ordinario que lo que ponemos arriba del escenario. Lo que hacemos en el Argentino, en comparación, es un juego de niños" y agregó que en su experiencia artística "jamás" ha visto que "se avise" sobre este tipo de contenidos.

El Gran Teatro de Ginebra, por nombrar un caso, colgó en su entrada y en su página de internet la siguiente advertencia para un reciente puesta de "Lulú": "para traducir las intenciones del compositor y de su inspirador Frank Wedekind, Olivier Py y su equipo han recurrido a imágenes que, si bien son cada vez más frecuentes, siguen siendo raras y poco habituales sobre un escenario lírico y podrían chocar a un espectador no advertido". El que avisa, dice el refrán, no traiciona.

Para Nelson Castro, en efecto, este tipo de avisos "es un buen dato que los puestistas deberían tener en cuenta" para que sea la gente la que elija si quiere o no presenciarlas y, además, por la presencia de niños en las salas y el tipo de contenidos al que se los quiera exponer.

EL DEBATE

Los fantasmas de la "transgresión", por parte del público, y los de la "pacatería", por parte de los artistas, aparecen -y lo seguirán haciendo- cada vez que una nueva tendencia estética intente innovar en el campo artístico clásico. El arte es pura subjetividad, como dijo Lombardero, y no se hace a base de imposiciones. No hay arte sin artistas y no hay artistas sin público. El tema es saberse escuchar.

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