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Revista Domingo |TURISMO

Viena, la ciudad de los cafés

Un clásico de la capital austríaca que se ha convertido en un atractivo turístico importante

29 de Noviembre de 2010 | 00:00
Sentirse en casa, sin estar en ella. Ese es el secreto de una de las tradiciones con más arraigo de Viena: el Wiener Kaffeehaus (literalmente, una casa de café). Ni un bar, ni una cafetería, ni un restaurante. Es el café vienés, una institución que, como describió el escritor austríaco Stefan Zweig, es "incomparable con ninguna otra a lo largo y ancho del mundo".

Aunque Viena no fue la primera ciudad europea en tener locales donde el café era la bebida más importante, la antigua capital imperial ha sabido mantener durante más de tres siglos una forma de entender la vida que encandila por igual a locales y turistas.

"El vienés va al café para sentirse como en el salón de su casa. Tiene que poder sentirse cómodo, poder leer el periódico, aislarse pero al mismo tiempo estar entre gente", explica Irmgard Querfeld, gerente del Café Museum, uno de los más famosos de Viena.

Y así ha sido desde la aparición de estos locales a finales del siglo XVIII. La leyenda sitúa su origen en las bolsas de café abandonadas por los turcos tras fracasar su asedio a Viena en 1683.

La verdad es menos romántica y atribuye a un armenio llamado Spion Deodato la apertura del primer café, aunque sigue sin estar clara la identidad de quién decidió mezclar la amarga infusión con leche y azúcar, creando una bebida que conquistó a los vieneses.

Como todas las instituciones con tradición, su uso implica un determinado ceremonial.

Uno entra en una Wiener Kaffeehaus y se acomoda en un asiento, más confortable que el de muchas viviendas. Consulta una carta con gran diversidad de tipos de café. Un camarero más elegante que cualquiera de los clientes se acerca. Altivo pero educado y toma el pedido.

En un café vienés, ningún camarero se atreverá a apremiar a un nuevo pedido a un cliente que lleve una hora con su café. "El hecho de beber café es una excusa para algo más importante, que ese momento de comodidad", cuenta la responsable del Café Museum, un local con 110 años de historia que acaba de reabrir las puertas por las que un día cruzaron pintores como Gustav Klimt y Egon Schiele, o escritores como Elías Canetti o Karl Kraus.

UN "ASILO"

Refiriéndose al Café Central, otro de los más genuinos de Viena, el escritor Alfred Polgar dijo que es "un apropiado asilo para personas que han de matar al tiempo para que (el tiempo) no les mate a ellos".

Lo cierto es que intelectualidad y café siempre han estado unidos. Así, un joven Sigmund Freud fue habitual del Landtmann, donde conoció a Anna von Lieben, su famosa paciente Cäcilie M, esencial en sus estudios sobre la psiquis.

Hablando sobre la posibilidad de una revolución en Rusia, un político austríaco planteó: ¿"Quién se supone que la va a hacer. Quizás el señor Bronstein desde el Café Central"?, en referencia a Leon Troski, exiliado en Viena y habitual de las partidas de ajedrez por las que ese local era conocido.

Thomas Bernhard, uno de los mejores escritores austríacos contemporáneos, se refería a su incurable "enfermedad de acudir a los cafés". "Siempre he odiado al típico café vienés, famoso en el mundo entero, porque todo en él está contra mí. Por otra parte, es precisamente en el (café) Bräunerhof donde siempre me sentí como en casa", confesó.

Incluso figuras de tan terrible recuerdo como Adolf Hitler fueron asiduos del café. En la época en la que aún no había cambiado el pincel por el fusil y aún soñaba con ser artista, el futuro dictador teutón frecuentaba el Café Sperl, muy cerca de la Academia de Bellas Artes en la que su admisión fue dos veces rechazada.

Tras la dura crisis que sufrieron los cafés en los años setenta, en los últimos años ha vuelto a ponerse de moda acudir a estos emblemáticos locales.

El café vienés no sería lo mismo sin sus orgullosos y profesionales camareros. Para referirse a ellos existe una palabra especial, el "Ober", que señala una clara diferencia de rango respecto al resto de camareros.

EL MAS ANTIGUO

Respecto a la comodidad, Andrea Winkler, del Café Mozart, el más antiguo de la ciudad, insiste en ese afán de buscar el mismo bienestar, o más, que en casa y recuerda que cuando aún muchas viviendas no tenían calefacción, el café era un refugio durante los duros inviernos austríacos.

La responsable del Café Mozart, en pleno corazón de Viena, explica que esa vinculación con el café es tal que incluso cuando un huésped habitual enferma, no es raro que algún familiar le llame para advertirle de que va a estar unos días sin acudir al local.

Pero si la comodidad, el tiempo y la elegancia son el alma del Wiener Kaffeehaus, el buen café, es lo que da cuerpo y prestigio a un local.

En el Museum, por ejemplo, se emplean cada día hasta 15 kilos para ofrecer 20 variedades distintas. Para el cliente extranjero, acostumbrado en ocasiones al reducido espectro de "solo o con leche", la oferta de un Wiener Kaffeehaus puede ser abrumadora.

Hay para todos los gustos: desde los imprescindibles Cappuccino o Melange, al rotundo café turco, el café latte, el Maria Theresia (con licor de naranja) el Mozart (con trozos de almendra), el Franz Landtmann (con brandy y canela) y el Sobiesky, que se sirve con vodka y miel.

PRECIOS CAROS

Eso sí, la comodidad, el lujo y el tiempo se pagan: un Melange puede rondar los 4 euros en cualquier café que se precie de su nombre. Un elevado precio, que sin embargo, no garantiza la supervivencia de estos establecimientos. Cada año cierran locales tradicionales, los "que se describen en las guías turísticas", explica Berndt Querfeld, propietario del Café Landtmann y jefe del gremio de los Kaffeehäuser.

Aparte de la amenazas del café a 1 euro de algunas cadenas de comida rápida, la moda del "café para llevar" y la creciente presencia de los cafés en cápsula en los hogares, Querfeld reconoce que el café vienés también tiene un enemigo en casa: la falta de evolución.

"Muchos cafés no se han renovado desde la última Guerra (Mundial). Tenemos un enorme déficit de inversión. En muchos, de verdad que uno piensa que el tiempo se ha detenido", explica.


Hospedaje

En la ciudad de Viena el costo de una habitación doble de hotel parte de 54 euros, con desayuno tipo buffet incluido (Hotel Kolping; Gumpendorfer Strabe N° 39).

En un hostel, la tarifa diaria de una cama en una habitación para seis personas de ambos sexos parte desde 28 dólares, incluyendo el desayuno (A&O Wien Stadthalle; Lerchenfelder G'rtel N° 11).

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