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China y el nuevo orden mundial

Por ROBERT SAMUELSON

China y el nuevo orden mundial

China y el nuevo orden mundial

25 de Enero de 2011 | 00:00
Según parece, la visita del presidente chino Hu Jintao a Estados Unidos, la semana pasada, cambió poco en la asimétrica relación chino-americana. Lo que tenemos es un sistema que metódicamente transfiere puestos de trabajo, tecnología y poder económico norteamericanos a China, a cambio sólo de un modesto apoyo en importantes objetivos geopolíticos de Estados Unidos: la supresión de los programas de armas nucleares de Irán y de Corea del Norte. Los funcionarios norteamericanos actúan como si no pudieran hacer mucho para cambiar la situación.

Es cierto que Estados Unidos y China tienen enormes intereses comunes en la paz y la prosperidad. El comercio mutuo (ahora de 500.000 millones de dólares anuales) puede proporcionar productos a bajo costo para los norteamericanos y alimentos y fabricaciones avanzadas para los chinos. Pero los objetivos de China y Estados Unidos difieren drásticamente. Estados Unidos desea ampliar el orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial basado en un comercio que produzca beneficios mutuos. En cambio, China persigue un nuevo orden mundial, en el que sus necesidades son prioridad -un orden en el que China subsidia las exportaciones, controla las importaciones esenciales (petróleo, alimentos, minerales) y fuerza la transferencia de tecnología avanzada.

Naturalmente, Estados Unidos se opone a este tipo de sistema aunque nos vamos dirigiendo a él. Los objetivos en conflicto han prevalecido sobre los intereses comunes.

Comencemos con la distorsión en el comercio. El New York Times recientemente informó que Evergreen, un fabricante de paneles solares, está cerrando su fábrica de Massachussets, mudando su producción a una operación conjunta en China y despidiendo 800 operarios norteamericanos. A pesar de los 43 millones de dólares de asistencia del Estado de Massachussets, el jefe ejecutivo de Evergreen expresó que los subsidios de China -principalmente préstamos con bajo interés de bancos controlados por el Estado- eran demasiado grandes para dejarlos pasar.

De esa manera, la producción china de paneles solares se elevó 50 veces de 2005 a 2010, informa GTM, una empresa de análisis de mercado. Los préstamos baratos a empresas de paneles solares suman unos 30.000 millones de dólares, pero no está claro si se pagarán en su totalidad, señala el analista de GTM, Shyam Mehta. “Podría ser dinero gratis”, expresa. La porción de China de la producción mundial saltó de un 9 a un 48 por ciento. En 2010, alrededor del 95 por ciento de los paneles solares de China se exportaron.

TRANSFERENCIA TECNOLOGICA

Con variaciones en los detalles, hay historias similares en muchas industrias. La sub-valoración de la moneda china, el renminbi, en un 15 o más por ciento amplifica la ventaja. Los puestos de trabajo se trasladan a China de fábricas en Estados Unidos, Europa y otras partes.

Consideremos, ahora, la transferencia tecnológica. Las grandes empresas multinacionales quieren estar en China, pero el costo de ello a menudo consiste en la pérdida de importante tecnología mediante acuerdos de licencias requeridos, operaciones conjuntas obligatorias, ingeniería inversa o, directamente, robo. Las empresas de software norteamericanas estiman que entre un 85 y 90 por ciento de sus productos son pirateados en China.

Thomas Hout y Pankaj Ghemawat citan, en el Harvard Business Review, los proyectos de ferrocarriles de alta velocidad de China. Inicialmente, firmas extranjeras tales como Siemens de Alemania obtuvieron la mayoría de los contratos; en 2009, el gobierno comenzó a requerir que las firmas extranjeras establecieran operaciones conjuntas minoritarias con empresas chinas. Tras haber dominado las “tecnologías básicas”, las compañías chinas han captado el 80 por ciento o más del mercado local y compiten con firmas extranjeras para las exportaciones. Lo mismo está ocurriendo en la fabricación de aeronaves comerciales. China está construyendo un competidor del Boeing 737 y del Airbus 320; General Electric ha entrado en una operación conjunta que proveerá la aviónica, es decir la electrónica de aviación.

Finalmente, está el aspecto financiero. Las reservas en moneda extranjero de China -obtenidas principalmente mediante enormes excedentes de exportación- se acercaron a 2,9 billones de dólares a fines del año 2010. Estos enormes fondos (que aumentan en cientos de miles de millones anualmente) permiten a China expandir su influencia repartiendo préstamos de bajo costo en todo el mundo o realizando inversiones estratégicas en materia prima y empresas. El Financial Times reportó recientemente que China -mediante el Banco de Exportaciones-Importaciones de China y el Banco de Desarrollo de China- ha “prestado más dinero a otros países en desarrollo en los últimos dos años que el Banco Mundial”.

ESTRATEGIA DEPREDADORA

Es importante señalar varios aspectos. Primero, los norteamericanos no debemos echar la culpa a China de todos nuestros problemas económicos, que en su mayoría son autóctonos. En verdad, la ferocidad de la crisis financiera desacreditó el liderazgo económico de Estados Unidos y envalentonó a China a perseguir sus estrechos intereses más agresivamente que nunca. Segundo, la cuestión no debe ser (como sugiere China) “contener” el crecimiento de China; la cuestión debe ser modificar su estrategia económica, que es depredadora, pues tiene lugar a costa de los demás.

La respuesta de Estados Unidos ha sido, principalmente, la de los incentivos -fingir que la dulce razón convencerá a China para que modifique sus políticas. La semana pasada, los presidentes Obama y Hu intercambiaron promesas poco significativas de “cooperación”. Alan Tonelson, del US Business and Industry Council, un grupo de fabricantes, expresa que la política norteamericana raya en la “pacificación”. Necesitamos amenazas. La dificultad práctica es cómo ser más duro sin desencadenar una guerra comercial que debilite la recuperación mundial. Aun así, es posible hacer algo. El Departamento del Tesoro podría calificar a China como manipulador de su moneda, lo que claramente es. El gobierno podría actuar más enérgicamente contra los subsidios chinos. La actual pasividad de Estados Unidos alienta el nuevo orden mundial de China, con consecuencias fatídicas para Estados Unidos y todo el resto del mundo.

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