Horacio Rubén Val

Su fallecimiento

Con el fallecimiento de Horacio Rubén Val, a los 59 años, la Ciudad pierde a un especialista en finanzas de aquilatada trayectoria -cuya jerarquía trascendió el ámbito académico local- y a un docente de raza que se entregó sin retaceos durante varias décadas a la formación de jóvenes profesionales desde los claustros de las universidades nacionales de La Plata y San Martín.

Unico hijo de Dora Abbatista y Horacio -empleado de la Dirección de Rentas bonaerense y el centro de cómputos del Banco Crédito Provincial (BCP)-, nació en nuestra ciudad el 6 de diciembre de 1951. Su infancia transcurrió en tierras tolosanas, entre la casa natal de 7 y 523 y la Escuela Nº102 "Dardo Rocha", de 7 y 32.

Tras cursar los estudios secundarios en el Comercial "San Martín", ingresó en la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata; antes de cumplir los 25 años se graduó como Licenciado en Economía, y comenzó a trabajar en el BCP, en el que le fue conferida la responsabilidad de desempeñarse como Gerente de Finanzas hasta 1988.

Abocado a la docencia en la UNLP -como profesor de Moneda, Crédito y Bancos- y a la actividad privada -desde su propia firma consultora- en los albores de los '90, en 1996 comenzó a enseñar Finanzas de Empresas en la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). A fines de esa década fue elegido decano de la unidad académica, cargo que conservó hasta nuestros días.

Casado desde 1975 con Telma Marina Alú, radicado en el barrio aledaño a plaza Moreno, tuvo una hija -Jimena Abril- que se prolongó en dos nietos con los que tuvo una relación entrañable: Macarena y Martiniano.

Miembro de la recientemente creada Sociedad Argentina de Economía Regional (SAER), hincha de Ginmasia y Esgrima, Val fue un apasionado por la arqueología, que se sentía como en casa recorriendo los valles catamarqueños y tucumanos en que se suceden localidades como Belén, Londres, Santa María, Tafí del Valle o Quilmes.

"Solía tomar la iniciativa, tenía gran capacidad ejecutiva pero le gustaba llegar a los objetivos por consenso" lo recordaron los suyos: "la templanza era una de sus virtudes, y amaba la docencia; una de sus máximas satisfacciones era reencontrarse con alguno de sus estudiantes ya consolidado como profesional, porque creía que formar y promover a los jóvenes era la mejor forma de mirar hacia el futuro".