Dora Fernández de Acedo

Dora Ana Fernández fue una incansable profesional y referente de consultas vinculadas al medio ambiente. Las innumerables virtudes que la caracterizaron y su consecuente militancia en las filas de la UCR, hicieron que se ganara el afecto y el respeto en numerosos círculos de la Región que consideran su fallecimiento como una pérdida irreparable.

Sus padres fueron Dora del Carmen Cattáneo y Fabiano Antonio Fernández; nació un 15 de marzo de 1956, en La Plata y creció junto a su inseparable hermana Alicia con la que también compartió una entrañable amistad. Completó sus estudios primarios y secundarios en el colegio María Auxiliadora y luego ingresó en la Universidad Tecnológica Nacional de donde se graduó como ingeniera química.

Se desempeñó en el Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica -LEMIT-, en la Petroquímica General Mosconi y en YPF. También fue secretaria de la Universidad Tecnológica y asesora en el Congreso de la Nación.

Además, fue una de las de las impulsoras del Grupo de Estudios del medio Ambiente S.R.L. -GEA- y, entre otras actividades, participó de innumerables pericias ambientales en el país y en el exterior.

Su permanente búsqueda por el perfeccionamiento profesional la llevó a realizar innumerables cursos de post grados relacionados con el impacto ambiental. Esa especialidad la acreditó para estar al frente de la capacitación de numerosos grupos a los que les transmitió su experiencia.

En otro orden, fue secretaria del Consejo Directivo del Distrito V del Colegio de Ingenieros de la Provincia y actualmente ocupaba el cargo de vocal suplente.

Consolidó una familia junto al ingeniero Fernando Acedo, con quien compartió 34 años de su vida. Unidos por un gran compañerismo que se inició cuando eran estudiantes universitarios, Dora no dudó en apoyar la carrera política de su esposo en la filas de la UCR cuando se desempeñó como diputado provincial durante dos períodos o cuando fue secretario de Gobierno comunal.

Entre sus afectos más grandes estuvo Ariel Barragán, su sobrino, a quien amó como a un hijo. Dora también fue una apasionada de la naturaleza, de los animales y de las escapadas a su casa de Valeria del Mar. En los últimos tiempos cumplió su proyecto de radicar su hogar en la zona de la plaza Alsina.

De fuerte personalidad y espíritu marcado por un gran optimismo, supo dejar su impronta no sólo entre sus familiares sino también entre sus compañeros de militancia y amigos, quienes la recuerdan como una mujer íntegra que luchó por ideales que tuvieron como bandera el bien común.