"Es la economía, estúpido"

Corría el año 1992 en los Estados Unidos y el entonces presidente George Bush padre, buscaba su reelección basando su campaña en el éxito de la guerra del Golfo y su experiencia en materia de relaciones exteriores.

La economía, sin embargo no gozaba de buena salud, el producto bruto interno (PBI) mostraba una caída importante y en ese contexto el desafiante ex gobernador de Arkansas, Bill Clinton, popularizó la famosa frase sobre la importancia de la economía, puso el tema como eje de la campaña y ganó la elección.

El eslogan pudo haber significado un shock para muchos, pero la estrecha relación entre los resultados electorales y la marcha de la economía no era ninguna novedad. Valdimer Key en los '60 y Gerald Kramer en los '70 publicaron sendos trabajos académicos en los que demostraron empíricamente que cada 10 puntos que crecía el PBI la intención de voto del oficialismo subía entre 4 y 5 puntos porcentuales.

El tema siguió siendo estudiado por mucho tiempo y los resultados empíricos corroborados una y otra vez en los trabajos de Happy, Calum, Tufte, Kristen y Erickson y más recientemente Lewis Beck y Stegmaier. En Sudamérica el tema fue abordado por Hugo Borsani, Rodrigo Cerda para Chile y Osvaldo Meloni para Argentina de los 90, siendo el trabajo de Marcelo Leiras desde la Ciencia Política, el más reciente.

IMPACTO ELECTORAL

La cuestión resulta particularmente interesante porque muchos todavía están sorprendidos de la excelente elección que el oficialismo hiciera el pasado domingo; después de todo, Cristina fue reelecta con el 53,96% de los votos.

Ocurre que en el período que transcurre entre la primera elección (año 2007) y la última, el PBI real (sin contar la inflación) creció un 17,53%, por lo que si las mediciones de Key y Kramer estaban en lo correcto, el candidato oficialista debería haber sacado entre 7 y 8,7 puntos más que en 2007, que es exactamente el crecimiento que en la realidad se produjo (Cristina sacó 8,67% más que en 2007).

El cálculo es impactante sobre todo si se tiene en cuenta, que más allá del resultado global en términos de mejora del nivel de actividad económica, el gobierno tomó muchas medidas que redistribuyeron ingresos, comenzando con el aumento de las retenciones, la estatización de las AFJP y terminando con la famosa asignación universal por hijo (AUH), que en la práctica implicó transferir $270 mensuales a hogares de tres millones y medio de niños.

Las preguntas entonces son dos; ¿hubo un efecto negativo en las jurisdicciones más ricas económicamente?; ¿Hubo un efecto positivo en las provincias que recibieron más AUH?

VOTOS COMPARADOS

Comparando los votos sacados en cada distrito en el 2007 con los obtenidos en el 2011, no existe relación estadísticamente significativa entre la mejora en los votos obtenidos y el crecimiento en el consumo (medido por el consumo de energía per cápita), como tampoco existe relación con la cantidad de asignaciones universales recibidas (per cápita).

No obstante, sí existe un patrón socioeconómico claro en el resultado del último fin de semana; el oficialismo hizo su mejor elección, comparativamente hablando, en las provincias económicamente más chicas (cada 10.000 millones de pesos que crece el producto bruto geográfico de un distrito, caen 7% los votos obtenidos por el Frente por la Victoria en ese lugar) y la Asignación Universal por Hijo parece haber rendido sus frutos en términos absolutos (cada 10% que crece la tasa de cobertura de la AUH, medida en asignaciones por elector, crece 8,5% los votos obtenidos en esa jurisdicción).

Puesto en castellano, la mejora general de la economía impactó positivamente en los resultados de la elección, pero no es verdad que en aquellas jurisdicciones donde el consumo creció más o donde se recibieron más AUH la cantidad de votos también haya crecido de manera más significativa. Es probable que este resultado se deba a que los efectos se anularon mutuamente, puesto que de hecho son las provincias de menor nivel económico per cápita (menos PBG per cápita) las que recibieron sistemáticamente más AUH.

Pero quizás el resultado más notable de la interacción entre la Economía y la Ciencia Política, provenga de las investigaciones de Larry Bartels y Christopher Achen de la Universidad de Princeton. Estos autores han documentado un hecho notable; parece que los electores votan según el estado de las cosas, sin importarles si la crisis o bonanza es en efecto producto de las decisiones del gobierno de turno, u ocasionada en factores externos. Los catedráticos han demostrado que la gente penaliza a los gobiernos por sequías o enfermedades como la Gripe A, de las cuales no son siquiera responsables.

La pregunta del millón es si Cristina no habrá recibido demasiado premio por un crecimiento que debe en buena medida a Brasil, China y la India y si los niveles de popularidad de la Presidenta podrán resistir cambios desfavorables en las condiciones económicas internacionales que produzcan un freno en nuestra tasa de crecimiento aún cuando ella no tenga ninguna responsabilidad en el asunto.