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Opinión |ESTO QUE PASA

Formidable desafío al equilibrio del poder

Por PEPE ELIASCHEV

Formidable desafío al equilibrio del poder

Formidable desafío al equilibrio del poder

6 de Noviembre de 2011 | 00:00

Mientras Cristina Kirchner hasta se puede dar el lujo de hablar de "anarco-capitalismo" en Cannes delante de Barack Obama, la cadena de hechos que se han venido desplegando en la Argentina tras la colosal victoria oficialista del 23 de octubre muestra la cara más oscura del comprensible triunfalismo de quienes gobiernan.

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Aunque por ahora en cámara lenta, las primeras reacciones oficiales tras un largo período sin tomar decisiones revelan una preocupación tal que obligó a la Casa Rosada a adoptar decisiones confusas y apresuradas. Pero los precios políticos a pagar por el Gobierno son y serán por ahora entre nulos y módicos, al haberse quedado la Argentina sin oposición. Para comprender el significado práctico de este hecho, conviene tomar el ejemplo más cercano.

PRESAGIOS

España vota dentro de dos semanas y la derrota del gobierno socialista es inexorable. Sólo se trata de saber por cuánto perderá o, mejor dicho, por cuanto ganará el hoy nuevamente mayoritario Partido Popular, una fuerza conservadora y católica que ahora regresa al poder. A dos semanas de las elecciones del 20 de noviembre, todo indica que el PP se alzaría con 190/195 bancas en el Congreso, 74 más que el Partido Socialista, al que se le pronostica entre 116 y 121. Esto le da al PP del próximo presidente Mariano Rajoy 16,7 puntos de diferencia sobre el PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba. Si los resultados del domingo 20 confirman estos sondeos, sería el mayor triunfo del PP en unas elecciones generales: Rajoy lograría entre 7 y 12 bancas más que las 183 conseguidas por José María Aznar en los comicios de 2000.

¿Y qué tiene que ver esto con la Argentina? El lector de EL DIA tiene derecho a preguntarse cómo se compara un modelo tan europeo (socialistas de centro izquierda versus populares de centro derecha) con una Argentina en donde un peronismo que fue neoliberal en los años '90 y nacional populista en el siglo XXI, se apodera hoy del 54% de los votos. Un dato de pura aritmética electoral lo explica todo: aún en su desventura más amarga, tras ocho años en el poder, los socialistas españoles se abroquelan en el 30% del voto y son positivamente la segunda fuerza, sin capacidad de jaque al Gobierno desde el 20 de noviembre, pero con una minoritaria aunque recia porción de poder.

ABISMOS

En la Argentina la segunda fuerza, luego de Cristina, es una virtualidad por ahora gaseosa. El llamado Frente Amplio Progresista, que sacó el 16.8% de los votos, quedó en un remoto segundo lugar. Por cada voto de Binner, hubo 3.22 de Cristina, ya que ella recogió 11.863.054, y Binner 3.683.660. Los mismos números confirman que Cristina Fernández de Kirchner superó el 54% de los votos, ya que finalmente sumó 11.863.054 votos, es decir 270.031 sufragios más que en el escrutinio provisorio. La fórmula Cristina Fernández de Kirchner-Amado Boudou obtuvo el 54,11% de los votos y la de Binner con Norma Morandini recibió el 16,80%.

Si el lector me permite una criolla comparación que consiste en tomar como parámetro el sondeo español arriba mencionado, podría decirse que Cristina obtuvo un 14% más de lo que obtendrá en su casi seguro triunfo Rajoy, mientras que Binner cosechó un 78% menos de lo que obtendría Pérez Rubalcaba. El tamaño del abismo está en esta proporción: De Cristina a Binner es 3.22, pero de Rajoy a Rubalcaba es 1.55.

Lo que este ejercicio de conjetura político-matemática revela es que, aún en la enormidad de su próximo triunfo en la hoy atribulada España, la escala del triunfo preserva valores normales, sanos. En las siguientes elecciones de renovación parlamentaria, esa brecha seguramente se reducirá, pero en la Argentina, para que el guarismo 54.11%/16.80% de 2011 se revierta sustancialmente en 2013, el kirchnerismo debería desplomarse de modo colosal.

Lo que estas aproximaciones pretenden iluminar es el oscuro agujero de plausibilidad institucional en el que ha caído la Argentina como producto de la desatinada fragmentación opositora que ya ha exhibido sus contundentes resultados. Al priorizar especulaciones ideológicas atendibles pero en esencia irrelevantes, se menoscabó la gravedad del fenómeno supremacista. ¿De qué se trata? Se trata de un fenómeno de notable gravedad por sus proyecciones: cuando, más allá de sus proclamados compromisos de retórica republicana, una colectividad partidaria (para peor habituada a las conducciones personales y ultra verticales) es recompensada con el manejo omnímodo del poder político, los equilibrios crujen y el horizonte se oscurece.

BALANCE

Mucha victoria es demasiada victoria, y demasiada victoria es, por definición, algo muy peligroso. Éste es uno de los balances mas problemáticos de lo actuado por radicales y socialistas en las elecciones del 23 de octubre.

Los socialistas (de hecho, Binner) que quisieron preservar el progresismo que creían ver en aliados tan enigmáticos como el cordobés Luis Juez, el porteño Claudio Lozano, el Movimiento Libres del Sur o hasta en el hoy evaporado Pino Solanas, excavaron hasta el fondo las trincheras diferenciadas del radicalismo. Cuando los radicales (de hecho Ricardo Alfonsín) se marearon con las posibilidades de un crecimiento en la provincia de Buenos Aires de la mano de Francisco de Narváez, absurdamente levantaron a alturas siderales los muros que los alejaban del socialismo.

Hay incluso algo más delicado en esta encerrona de una oposición que se sintió "corrida por izquierda" por el Gobierno. Tanto Binner como Alfonsín parecían sentir pánico de ser "escrachados" como derechistas si levantaban como núcleo de coincidencias básicas la necesidad de cerrarle el camino a un gobierno indecorosamente hegemónico. Ahí están los resultados: del 54.11% al 16.8% hay una sideral distancia, sobre todo considerando que una hipotética convergencia republicana y progresista tenía posibilidades de arrimarse a ese tercio que, aun en su peor hora, recibirán los socialistas españoles.

Los 8.179.394 votos de diferencia entre Cristina y Binner revelan, además, no sólo que la Presidenta agregó el 23 de octubre 1.108.016 votos más a los obtenidos por ella en la falsa "primaria" del 14 de agosto, sino que en estas elecciones presidenciales sufragó nada menos que el 79,31% del padrón, una cifra excelente de participación cívica.

Un solo verbo le da, así, significado al presente y futuro de quienes no están en el Gobierno. Ese 46% de argentinos hoy está dramáticamente no representado. Desde el 10 de diciembre, el kirchnerismo tapizará de cuadros y allegados todos los resortes imaginables del poder. Es un poder tan grande, esparcido y a la vez concentrado, que lo más probable es que a partir de ahora las opciones al Gobierno provendrán del "palo" kirchnerista más que de las aún confundidas fuerzas opositoras.

Tocante al Frente Amplio Progresista y a la Unión Cívica Radical no se advierten demasiadas señales de que hayan entendido la cabal naturaleza de los problemas por delante. Las reacciones de ambos sectores, que teóricamente suman el 28% de los votantes, ante las improvisaciones oficiales en materia de política cambiaria y subsidios, revelan que ambas colectividades parecen agarrotadas por el temor a no estar "a la izquierda" de Cristina, un miedo equivalente al que tienen de ser descriptos como "reaccionarios". Se abre, pues, una etapa crítica, incierta y de presagios no necesariamente tranquilizadores.


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