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Opinión |LA PROVINCIA

Peor (casi) imposible

Por MARISA ALVAREZ

Peor (casi) imposible

Las distancias entre el gobernador Scioli y el vice Mariotto quedaron expuestas desde el mismo día de sus asunciones

18 de Diciembre de 2011 | 00:00

Ocurrió más pronto de lo que preveía el pronóstico más pesimista. El incidente de violencia suscitado minutos después de las juras de Daniel Scioli y Gabriel Mariotto y mientras el Gobernador pronunciaba el mensaje de apertura de su segundo mandato, dejó en la superficie una discusión sobre un presunto exceso de represión policial sobre militantes de La Cámpora. Pero por debajo abrió las compuertas de una confrontación política explícita en el seno del oficialismo -y en su misma cumbre- que hasta ahora se había mantenido larvada, en el terreno de las hipótesis y negada por sus protagonistas y que signará -desde un arranque peor casi imposible- el andar del gobierno provincial.

En términos de la lógica kirchnerista, el incidente en sí mismo, como hecho puntual, fue un enfrentamiento entre "la Policía de Scioli" y "los soldados de Cristina" que en la Provincia responden al Vicegobernador. Un hecho de extrema gravedad según ese planteo, que funcionaría apenas como emergente de una situación que refleja el profundo estado de sospecha, y sobre todo las diferencias políticas y un ánimo, por lo tanto, confrontativo, que anidan entre lo que puede denominarse genéricamente como "la Gobernación" -o como "Scioli", en rigor- y la Casa Rosada.

PERTENENCIAS

El Gobernador entendió de inmediato que el choque iba a ser planteado por el universo K como un ataque de "su" Policía a los jóvenes "de" su vice y por ende "de" Cristina. Se lo dijo, virtualmente, apenas terminó su discurso ante la Asamblea Legislativa, el flamante diputado provincial de La Cámpora Santiago Carreras, al anoticiarlo del incidente con modos que funcionaron como un reproche a los gritos. Y se lo indicó el inmediato debate en el que se sumergieron Mariotto y los legisladores ultra K sobre la posibilidad de no asistir a la jura de los ministros de Scioli -que iba a efectuarse a continuación- como gesto de "repudio".

El Gobernador reaccionó desde esa lectura. Fue con Mariotto a visitar a los dos militantes que con heridas leves habían sido trasladados al Policlínico, concentró la "culpa" en los agentes de Infantería que habían chocado con La Cámpora y se dedicó en las siguientes 48 horas a sancionar con dureza a la Policía: desafectó de funciones a seis de esos infantes y ordenó que se les abriera una investigación sumaria interna y desairó a toda la fuerza no asistiendo a la celebración de su Día, un acto en el que su ministro de Seguridad, Ricardo Casal, además incluyó en su discurso una "advertencia" a los uniformados sobre cómo tratar a los militantes políticos.

GESTOS QUE NO ALCANZAN

Evitó así la que hubiera sido la primera imagen del inicio de la guerra explícita entre él y su vice: logró que Mariotto estuviera a su lado mientras les tomaba juramento a sus ministros. Pero no fue una paz duradera. Mientras sus decisiones le abrían otro frente, con el autoacuartelamiento de Infantería en La Plata reclamando que se reconociera que los agentes sancionados "sólo cumplieron órdenes", en el universo K se coincidía con esa apreciación policial y se iniciaba la búsqueda subterránea de los "responsables políticos" del incidente.

En La Cámpora resumen en pocas palabras su visión del incidente. "Nos estaban esperando", afirman en ese espacio, donde nadie es tan naif como para pensar que un pelotón de 20 infantes se apostó en la Legislatura y les cerró el paso a los palcos por iniciativa propia ni por decisión exclusiva de sus jefes policiales.

De esta manera, se desarrolla por estas horas una guerra sorda, que pasa por ahora por cruces de acusaciones sobre las responsabilidades políticas del incidente. Desde el kirchnerismo le apuntan al jefe de Gabinete de Scioli, Alberto Pérez -unos 300 militantes con chalecos naranja, que respondían al funcionario Juan Vignale, habían copado desde muy temprano todos los palcos, para vivar a Scioli- y desde la Gobernación a las nuevas autoridades del Senado, responsable de la seguridad del acto, más precisamente al "dos" de Mariotto, el ultra K Sergio Berini. El final del capítulo es imprevisible. Pero cualquiera sea, no será el final de la película.

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