Ingeniería fabrica rejas y cambia la esquina de 1 y 47

Más de 500 metros de rejas delimitarán el predio donde funciona la histórica sede de la facultad de Ingeniería y sus numerosos edificios. El enrejado, que sobre avenida 1 empalmará con el que rodea al Colegio Nacional y a lo largo de calle 47 llegará hasta Arquitectura, continuará devolviendo a la Ciudad la estampa que supo lucir en otras épocas. Se trata de un ambicioso proyecto que la unidad académica acuna hace años, y que combina la capacitación en oficios de empleados de cooperativas con la realización de una obra que cambiará el paisaje de una zona neurálgica de La Plata y, en particular, de la actividad universitaria.

La iniciativa, que dio sus primeros pasos a fines del año pasado y que ahora marcha a todo vapor, se inscribe en el convenio marco que suscribieron la Universidad platense y el ministerio de Desarrollo Social de la Nación. "El gobierno envía a los cooperativistas y provee los insumos y las herramientas, que luego quedan para ellos. Nosotros nos encargamos de enseñarles el oficio, en este caso el de herrero, y de definir y coordinar la obra", explicó el profesor de la cátedra Materiales y coordinador general del proyecto, Daniel Tovio.

La cartera de Desarrollo Social define módulos de trabajo. Por ejemplo, Arquitectura ha encarado tareas de capacitación de operarios a la vez que realizó veredas y obras de saneamiento. Ingeniería se hizo cargo del módulo de herrería. "Armamos un equipo con dos supervisores docentes y tres capacitadores, que son alumnos avanzados de las carreras de Ingeniería Mecánica y en Materiales", detalló Tovio, para destacar que "aquí hay personas que no tocaron una herramienta en su vida, que no tenían, valga la redundancia, herramienta alguna para incorporarse al mercado laboral, y que en unos meses se irán con el oficio de herreros. Pero además, a los estudiantes se los prepara para el ejercicio profesional, tanto en su rol de formadores como de encargados de grupo. Aprenden a tratar con el trabajador", destacó el profesor universitario.

ENTRE EL NACIONAL Y ARQUITECTURA

Los 80 cooperativistas, mitad hombres y mitad mujeres, que cada día aprenden el arte de la herrería y preparan la obra que "cerrará" gran parte del predio de la UNLP que se extiende desde 1 y 47 hacia el Bosque, trabajan en el antiguo taller de Agrimensura, cerca de Arquitectura. Preparan paneles de 2 metros de ancho por 2,20 de alto y columnas (torres, en la jerga técnica) de 2,50 metros. Las rejas será iguales a las de Colegio Nacional, a fin de respetar la estética, aclararon en la facultad.

Precisamente donde finaliza el enrejado del Nacional nacerá el nuevo. "Las torres van empotradas y delimitarán un panel, que se montará soldándolo a dos columnas", indicó el secretario de Extensión de Ingeniería, Horacio Frene. Toda la estructura se asentará sobre un muro de material de 40 centímetros de altura.

A lo largo de 47, las rejas sólo se tomarán un respiro en los cruces de esa arteria con las calles 115, 116 y 117, que a esa altura son angostas y se convierten en vasos comunicantes entre los edificios que albergan a los distintos departamentos de la unidad académica que lleva adelante el proyecto y las dependencias de la de Ciencias Exactas. Como se dijo, el tope del enrejado será el paredón de ingreso a Arquitectura. "Calculamos que toda la obra estará finalizada a principios del segundo semestre del año", dijo Tovio.

HISTORIAS DELANTE DE LAS REJAS

El coordinador del proyecto contó que los cooperativistas tuvieron que ocuparse "de todo". "Cuando empezamos, el taller (un galpón gigante) era un depósito de chatarra. Debieron limpiarlo, pintarlo, montar las estanterías, armar las mesas donde se cortan los hierros y se hacen las soldaduras", enumeró, para añadir que la consigna es que al finalizar la jornada de trabajo "todo debe quedar impecable para el día siguiente".

A su lado, Juan Paulo Rolón, misionero y ex camionero, confiesa que para él "estar en una universidad es un sueño hecho realidad. De aquí nos llevaremos un título que nos permitirá mejorar la calidad de vida", destaca y hace hincapié en el "excelente" trato que les brindan los profesionales y alumnos.

La santafecina Nélida Giménez, quien trabajó en quintas y ahora coordina un comedor barrial, realza que "esta labor parecía exclusiva de hombres, pero nosotras manejamos las herramientas y trabajamos a la par de ellos. Es muy bueno lo que aprendemos; incluso nos enseñaron a leer planos", afirma. En la facultad contaron que "en el aula se realizaron charlas previas sobre la igualdad de género. Es un tema en el que se insistió mucho".

"LA PREVIA"

Valentín Tévez nació en Santiago del Estero. Hoy participa del proyecto junto con sus tres hijos platenses, María, Benjamín y José. "Trabajé en agricultura, en floricultura, pero acá estoy aprendiendo un oficio que sé que me va a servir", dice. "Quizás para encarar un microemprendimiento familiar", apunta María. "Y para seguir estudiando más allá del secundario", resalta José, quien parece el más decidido de todos.

En otro sector del taller, el alumno Tomás Ringuelet dice riendo que "ésto es algo así como una previa". El estudiante de 26 años, que cursa el 5° de la carrera de Ingeniería en Materiales -ex metalúrgica, aclara-, es uno de los capacitadores.

Tomás se autodefine como "formador", y califica el proyecto como una experiencia nueva que "en otra carrera o momento no creo que hubiese podido tener". "A mi me eligieron y no lo dudé. Será porque tengo vocación de formador, me atrae la organización, y tomo esta posibilidad como una preparación para mi vida profesional... No siempre, aún siendo alumno, le dan a uno la responsabilidad de estar a cargo de 60 personas", remata.