Entre lo real y lo fantástico, el trasfondo de un río eterno

La escritura de Fernández Berro, sus ficciones, habitan en un borde impreciso entre la realidad y lo fantástico, más precisamente lo onírico, y por momentos anidan en un erotismo incómodo que se sitúan también al borde de la perversión, de la tristeza.

El ingreso a un relato por la vía de la percepción infantil en El camino de las hormigas, o el del universo adolescente en su doble marginalidad en esta última novela, la fusión entre el cuento infantil, la novela de iniciación o de aprendizaje, la teatralidad como concepto y la intervención directa de los personajes, la fuerza de la oralidad y los extraños caminos que toman en ella las voces narrativas, dan por resultado una ficción que puede ir desde el grito hasta el susurro, desde lo escénico más desaforado hasta lo sutil y poético, en las inmediaciones del canto como bien puede verse en los pasajes en que la narración se focaliza en el río.

Memoria melancólica, lenguaje poético y, a la vez, bárbaro, como dijo de su primera novela Mario Goloboff, es la de María Laura una escritura desacatada, desaforada por momentos, desde lo surreal a lo cotidiano, con un lenguaje que para decirlo todo necesita muchas veces disgregarse hasta explotar.

Se podría incluir La sangre derramada en la fecunda serie de novelas sobre la dictadura. Se la podría incluir también en la tradición de novelas sobre el padre, sobre la relación padres hijos y la compleja oscilación generacional por la que de algún modo todos transitamos entre sostener el pasado y transformarlo, entre tradición y resistencia, entre ideales e idealizaciones y realidad. Y se la podría también incluir en la serie de novelas de formación en la que estudiantes y maestros dan cuenta de los conflictos de crecimiento, la relación de la sociedad con la escuela y con los libros.

Pero La sangre derramada es además (y sobre todo) una novela sobre el río. El río (aunque se tratara de otro río u otras zonas de este mismo río) como territorio de lo real/imaginario ha estado desde los orígenes muy presente en la literatura argentina, y es revisitando de un modo inesperado esa zona de escritura donde alcanza esta novela sus momentos más luminosos. Se trata, sin embargo, de una geografía poco habitual en nuestra narrativa, porque el río aquí toma la forma, la materialidad del delta de Berisso, el río Santiago, las inmediaciones del puerto de La Plata, con sus montes, tierras bajas, arroyos y bañados que la autora conoce en profundidad. Lo cierto es que llegado a ese punto, el relato se enciende para mostrar la potencia del agua, su oscuridad y su eroticidad, y entonces la narradora se convierte, como en el poema de Juanele, a la orilla del río, en una niña sola con su perro.

Con esta obra, María Laura Fernández Berro obtuvo el primer premio novela en el noveno concurso Aurora Venturini, con un jurado que incluyó a la propia Aurora Venturini, monumento vivo de las letras platenses y de la escritura de mujeres de nuestro país.

María Teresa Andruetto