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Los desaparecidos de Malvinas

A treinta años del conflicto, quedan en las islas 123 cuerpos de soldados sin identificar. Un reclamo judicial exige desde La Plata que se les devuelva su identidad

Los desaparecidos de Malvinas

A treinta años del conflicto, quedan en las islas 123 cuerpos de soldados sin identificar. Un reclamo judicial exige desde La Plata que se les devuelva su identidad

1 de Abril de 2012 | 00:00

Una semana después de concluida la guerra de Malvinas, el portón de Regimiento 7 de La Plata, como otros destacamentos militares del país, se colmó de familias que clamaban por reencontrarse con sus hijos. Entre la falta de información y el caos que reinó al final del conflicto, no había certezas de quiénes eran los soldados que habían vuelto al continente. Fue así que muchos padres descubrieron recién al salir las tropas que sus chicos no estaban entre ellas. En algunos casos sus nombres aparecieron más tarde en las listas de caídos en combate; en otros, ni siquiera eso.

En el cementerio de Darwin, un centenar de kilómetros al oeste de Puerto Argentino, apenas 114 de las 237 tumbas tienen nombre propio. El resto, como rezan sus lápidas, pertenece a un “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Se supone que en ellas estarían sepultados algunos de los chicos que nunca volvieron de la guerra. Lo cierto es que en casi treinta años nadie se ha ocupado de devolverles su identidad.

Clic para ampliarPara saldar esa deuda, el Centro de Ex Combatientes de La Plata y su par de Chaco presentaron meses atrás una medida extraordinaria ante la Justicia Federal. A través de ella reclaman que el Estado Argentino disponga las acciones necesarias para garantizar, en el marco de su competencia, tanto el derecho a la identidad de los sepultados en Darwin como el derecho a conocer la verdad sobre sus muertes.

Con ese propósito, amigos y familiares de caídos en Malvinas exigen que sean enviados a las islas especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense, el mismo que ha identificado a decenas de desaparecidos de la última dictadura en cementerios de todo el país. Su reclamo vuelve a poner a la vista una faceta poco conocida de la irresponsabilidad y negligencias que sufrieron los soldados argentinos por parte de sus mandos naturales: la del desinterés por los muertos.

“La búsqueda y recolección cuerpos, según el propio director del Hospital Militar de Malvinas, se realizó correctamente hasta el 21 de mayo. Hasta esa fecha, los muertos eran identificados y sepultados en el viejo cementerio de Puerto Argentino. Después de esa fecha, es decir en el tramo final de la guerra, cuando se produce la gran mayoría de las bajas, la tarea quedó librada a los medios disponibles, y fueron en general los ingleses quienes se encargaron de sepultar a los caídos argentinos en los mismos campos de batalla utilizando para eso a los prisioneros”, explica Mario Volpe, un ex combatiente de nuestra ciudad.

Carlos Amato cuenta haber sido uno de los soldados a los que les tocó esa tarea tras caer en manos de los ingleses durante el ataque a Monte Longdon. “Nos formaron en grupos de cinco, nos dieron palas y nos pusieron a cavar una fosa común. Pero con veinte kilos de menos, estábamos tan débiles que dábamos unas paladas y nos desmayábamos; entonces traían a otro grupo para que siguiera cavando; todo eso en medio de un fuego de artillería tan intenso que nos obligaba a tirarnos encima de los muertos para cubrirnos”, relata el presidente del Centro de Ex Combatientes de La Plata. Amato, quien recuerda haber sepultado aquel día doce cuerpos antes de que los ingleses se lo llevaran dejando la tarea a medio terminar, dice que sólo pudo reconocer a tres de los muertos entre todos ellos: a dos por sus caras y al tercero por una carta que le sacaron del bolsillo. Y es que “ninguno tenía chapa de identificación, al igual que el 80 por ciento de los soldados que salimos del Regimiento 7”, asegura.

El hecho es que de los treinta caídos que sufrió ese regimiento de nuestra ciudad, el que mayor número de bajas tuvo durante la guerra, sólo seis pudieron ser identificados hasta hoy. El resto estaría enterrado en tumbas sin nombre.

Pero además de ser excepcionales, las identificaciones de los muertos en Malvinas resultan enmuchos casos dudosas, plantean desde el Centro de Ex Combatientes de La Plata. “Como la mayoría de las bajas se produjo en los últimos días de la guerra, durante el repliegue hacia Puerto Argentino, los caídos quedaron en el campo de batalla y su identificación se hizo a posteriori a través de relatos”, señalan.

“Apenas llegamos a Buenos Aires, nos tuvieron dos días en la Escuela Lemos y ahí se reconstruyeron las listas de caídos. Los oficiales gritaban por ejemplo: ¿qué pasó con Fulano? ¿está en el hospital? ¿murió? ¿y Mengano?. Entonces, cuando decías haber visto a algún compañero caído te pedían que firmaras como testigo su acta de fallecimiento. Las identificaciones se hicieron así, por aproximación”, asegura Ernesto Alonso, el secretario de relaciones institucionales del Centro de Ex Combatientes de La Plata.

En medio de aquella ceremonia, Carlos Amato recuerda haber firmado las actas de defunción de al menos cuatro compañeros y haberse negado a suscribir como testigo la muerte de un quinto. ¿Cómo iba a hacerlo si la última vez que lo vi se estaba replegando”, dice. Aún así aquel soldado fue dado “por muerto en combate”.

Lo mismo pasó con “tantos otros de los que no se supo nada o que murieron de hambre o frío, o por negligencias de sus superiores. Muchos figuran como muertos en combate cuando en realidad su destino fue otro”, sostiene Ernesto Alonso. “Precisamente por eso es que le estamos reclamando al Estado que, además de identificar a los caídos, determine las causas sus decesos”, dice.

La guerra concluyó el 14 de junio; llegó el duro invierno malvinense y pasaron meses antes de que el clima permitiera a las fuerzas ocupantes salir en busca de los argentinos muertos en combate. Entonces fuerzas británicas recorrieron los campos de batalla para desenterrar a los caídos y llevarlos a Darwin, el lugar donde habían sido enterrados inicialmente los soldados que perdieron la vida en la batalla de Pradera del Ganso.

“Después de la guerra hubo varios intentos de los británicos por hacer un intercambio de información con nuestro país para identificar a los caídos. El gobierno militar nunca los respondió. De hecho, así como durante meses quedaron soldados argentinos en las islas para ayudar en la localización de campos minados, también podría haber quedado gente que se encargara de identificar a los muertos. Sin embargo eso no se hizo, porque no interesaba”, sostiene Ernesto Alonso.

“Los militares ni los gobiernos que les siguieron se hicieron cargo de explicarles a esas familias qué pasó con sus hijos. Fuimos nosotros los que tuvimos que hacerlo en la medida que pudimos -dice-. Sabemos que el reclamo que llevamos a la Justicia es difícil, porque existe una situación de ocupación sobre las islas. Pero es un reclamo justo. Y nunca en la historia un país le ha negado a otro el derecho a conocer la identidad de sus caídos”, asegura.

Al visitar el cementerio de Darwin resulta difícil sustraerse a la crudeza de la frase que se lee en la mayoría de sus lápidas: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Pero más difícil es no preguntarse por qué dejarle toda la parte a Dios. Después de todo fue nuestra sociedad la que los mandó a la guerra.

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