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Donación de médula ósea: un oscuro mito aleja a los que necesitan un trasplante de quienes pueden ayudar

Aunque en la práctica no es más que otra donación de sangre, mucha gente no dona por temor a sufrir una experiencia traumática

Donación de médula ósea: un oscuro mito aleja a los que necesitan un trasplante de quienes pueden ayudar

Donación de médula ósea: un oscuro mito aleja a los que necesitan un trasplante de quienes pueden ayudar

24 de Junio de 2012 | 00:00

Por Nicolas Maldonado

Si la sola idea de ofrecerse como donante de médula genera en usted un súbito escalofrío, acaso le interese saber que eso de la jeringa clavada entre las vértebras de la espalda no es más que un mito. Con todo no es un mito cualquiera, sino uno que año tras año deja sin su última oportunidad de vida a muchas personas; entre ellas, eventualmente nosotros mismos o alguno de nuestros hijos.

Con casi diez años de trayectoria y grandes logros en su haber, el Registro Nacional de Donantes de médula ósea sigue encontrando uno de sus mayores obstáculos en el propio desconocimiento de la sociedad. Y es que “mucha gente todavía le tiene miedo a donar porque confunde la médula ósea con la médula espinal”, reconoce su director, el doctor Gustavo Piccinelli.

Lejos de lo que la mayoría cree, la donación de médula no es más que una donación de sangre que puede hacerse sin anestesia y con apenas un pinchazo en el brazo. Pero además es una donación que aún en el caso de que estemos dispuestos a hacer difícilmente llegue a concretarse alguna vez en nuestra vida.

De hecho, de los más de 65 mil donantes que reúne el Registro Nacional a cargo del INCUCAI, apenas 17 de ellos han sido requeridos en los últimos nueve años para contribuir a un trasplante de médula. Así de baja es la probabilidad de que un donante inscripto resulte compatible con una persona que lucha por su vida a causa de una leucemia, un linfoma o una anemia aplástica entre otras enfermedades.

Pero lo cierto es que en esa baja chance reside precisamente la importancia de anotarse como donantes. Y es que desde el momento en que sólo una de cada cuatro personas encuentra un donante compatible en su grupo familiar y la posibilidad de hallarlo fuera de la familia es de una en más de un millón, hace falta que mucha gente esté dispuesta a que le pinchen un brazo para que otras tantas no mueran pudiendo salvarse.

EL PRIMER PASO

Lo que se conoce popularmente como trasplante de médula es en realidad un trasplante de células específicas llamadas progenitoras o madres, porque son capaces de originar otras células. Si bien éstas se encuentran en la médula ósea (el tejido esponjoso de la parte central de los huesos = “el caracú”) pueden hallarse también en el torrente sanguíneo de una persona.

De ahí que el procedimiento más extendido para obtener células progenitoras para un trasplante consiste en un tipo de extracción de sangre mediante un método que se denomina aféresis. Pero para que esto llegue a concretarse debe cumplirse antes un gran número de requisitos. Y el primero de ellos, el más importante, es manifestar la propia voluntad de donar.

Además de tener entre 18 y 55 años y pesar más de cincuenta kilos, “las personas que están dispuestas a donar médula deben en principio anotarse en el Registro”, explica Adrián Mazzeo, uno de los responsables de la captación de donantes en el Instituto de Hemoterapia de La Plata, donde hay ya unos 8.674 voluntarios inscriptos.

Lejos de lo que la mayoría de la gente cree, la donación de médula no es más que una donación de sangre que puede hacerse sin anestesia y con sólo un pinchazo

Una vez dado ese paso, el procedimiento sigue como una donación de sangre común y corriente. “El donante debe responder un cuestionario médico, llenar una planilla de inscripción y firmar un consentimiento informado en el que reconoce haber obtenido respuestas a sus posibles dudas. Luego de eso se le extrae una unidad de sangre de la que se toma una muestra para determinar su perfil genético.

“Más allá de permitir asegurarse de que la persona entendió bien en qué consiste la donación -explica Mazzeo- el consentimiento informado es muy importante porque incluye una cláusula que le da la tranquilidad de que puede dar marcha atrás en cualquier momento. Como la donación es voluntaria, todo donante tiene el derecho a cambiar de decisión cuando lo desee”.

UNO EN MAS DE UN MILLON

Una vez realizada la tipificación genética del donante, esa información, que es de carácter confidencial, pasa a incorporarse al Registro Nacional, que a su vez forma parte de una red mundial. Es así que cada vez que alguien requiere un trasplante de médula se dispara una búsqueda de donante compatible no sólo entre los inscriptos en nuestro país sino entre los cerca de 18 millones que hay en el mundo.

Aun así, muchas búsquedas no encuentran respuestas. De hecho, si bien para el trasplante de médula ósea no existe lista de espera, ya que basta una rápida consulta informática para comprobar si se dispone o no de un donante compatible, “en nuestra provincia hay en este momento 17 chiquitos que no encuentran donantes compatibles”, asegura Mabel López, quien en el año 2000 perdió a su hija a causa de una leucemia y es una legendaria impulsora de la donación de médula de nuestra ciudad.

“Necesitamos que cada vez más gente se inscriba en el registro porque en nuestro país hay una gran diversidad de razas y resulta todavía más difícil dar con un donante compatible no emparentado en caso de necesidad. Además hay que entender que nadie está exento de necesitar alguna vez un trasplante para sí mismo o para un ser querido”, dice Mabel.

“Las enfermedades que llevan a requerir un trasplante de células progenitoras no hacen distinción de edad: atacan tanto a chicos y jóvenes como a personas adultas”, confirma el doctor Piccinelli al comentar que la gran mayoría de las intervenciones realizadas hasta el momento en el país se concretaron gracias a donantes extranjeros.

Sucede que si bien el Registro Nacional cuenta con más de 65 mil inscriptos, de los cuales más la mitad participa ya de la red mundial, sólo 17 de los 350 trasplantes de médula que se realizaron en el país en los últimos nueve años fueron de donantes argentinos; el resto se hizo con células progenitoras donadas por personas de Estados Unidos, Alemania, España y otros países con un gran conciencia de la donación.

“En el caso de que se disponga de alguien compatible con la persona que requiere un trasplante, lo que hace el Registro es contactar a ese donante para consultarle si sigue interesado en donar. Y en caso de ser así se repiten los estudios para confirmar que su mapa genético sea 100% compatible con el receptor”, explica Mazzeo.

Si todo esta bien, lo que se hace habitualmente es fijar una fecha de donación y unos días antes darle al donante una serie de vacunas que facilitan la liberación de células progenitoras de la médula al torrente sanguíneo. Esta forma de extracción, que se denomina “por aféresis”, se realiza mediante una máquina que toma la sangre del paciente desde una vena de su brazo, la filtra y captura las células progenitoras que necesita el receptor, un procedimiento que dura entre dos y tres horas y no requiere anestesia.

Para muchos de los que anotan en el Registro, el hecho de que alguna vez se los convoque para concretar la donación, lejos de una experiencia traumática es un momento esperado con ganas. Como lo resume Micaela Maldonado, una de las donantes inscriptas, “es darle una posibilidad de vida a otro y confiar en que otro lo haga alguna vez también por vos”.

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