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Vacaciones y naufragio

Vacaciones y naufragio

Vacaciones y naufragio

24 de Junio de 2012 | 00:00

Por | alejadnro castañeda afcastab@gmail.com

El obispo de la diócesis de Merlo-Moreno y presidente de Cáritas para la Región América Latina y El Caribe, Fernando María Bargalló, apareció en una serie de fotos comprometedoras junto a una mujer en playas de México, aunque aclaró que se trata de “una amiga de la infancia”. Las imágenes representarían una posible violación de los votos de castidad. Y como Bargalló se alojó en un lujoso hotel cinco estrellas, los votos de pobreza también habrían sido violados en este tour tan coloreado de pecados.

Bargalló lamentó la situación y admitió que hubo “imprudencia” de su parte. “Pido de corazón perdón si ese hecho ha provocado o pudiera provocar algún tipo de daño”. Y lo dijo justo el mismo día que la Justicia había decidido dejar sin efecto el tan meneado “avenimiento”, un pronunciamiento que restringe de un plumazo el alcance de los perdones capciosos o tardíos.

La compañera de la infancia, una mujer de buen andar, habrá sido una prueba de fuego para sostener una castidad que más de una vez habrá corrido el riesgo de ser arrojada por la escollera. ¿Había necesidad de acudir a playas lejanas para rememorar viejos juegos infantiles? Las escuelitas de barrio o las fiestas de egresados suelen ser mejores ámbitos para recuperar el sabor de la niñez. Es cierto, algunas compañeritas de antaño, que han ido mejorando con los años, invitan a disfrutar de recreos largos, pero un obispo debe saber mejor que nadie que la mezcla de tentación, amiguita y hotelería es un cóctel que puede arrasar cualquier voto.

DEMANDAS TERRENALES

Los sacerdotes muchas veces enfrentan demandas terrenales que los obligan a desandar caminos sagrados para poder arremangarse. Y los más confundidos pueden extraviarse. La iglesia cada semana recibe noticias que acorralan un celibato cada vez más ninguneado. El padre Bargalló jura que la foto fue sacada de contexto y apeló a la figura de amiga de la infancia para avisar que las escaramuzas en tierras mexicanas fueron chapuzones inocentes, que ellos jamás fueron más allá de la rompiente. Pero la foto es demasiado cercana y demasiado romántica para etiquetar a una compañerita de banco. Y lo que extraña es que un sacerdote, que seguramente se cansó de escuchar quejas y reproches sobre las inclemencias del matrimonio, no haya escarmentado con esto de las parejas y no haya calculado que por una nostalgia y una bikini podía arriesgar una vocación que -como dijo alguna vez Octavio Paz- “provee ocupación y destino”.

Los imprudentes deben tener más cuidados. Es cierto, las playas aztecas garantizaban cierta discreción, pero nunca falta algún devoto desagradecido que, con cámara en mano, decide esta vez fijar penitencia. Según dijo el obispo, el affaire fue el año pasado. Y así debe ser. Porque ahora, con tanto formulario, tanta averiguación y cacheo, al padre Burgalló le hubiera costado mucho salir de Ezeiza sin misión sacerdotal bien documentada y sin sotana a la vista.

Por lo que se sabe, la relación con la ex colegiala es una vieja historia. Quizá se reavivó cuando Burgalló sin querer usó el truco que patentó otro obispo abrazador, Fernando Lugo, un paraguayo mano larga que, cada vez que le pedían ayuda, primero relojeaba el porte de la pedigüeña y después decidía qué convenía entregarle. La feligresa que aparece en la foto habrá sido como una invitación a recordar viejas travesuras. La relación, por lo que se ve, nunca se agotó. Y la pasión fue para ellos como ese oleaje, que no se anima a quedarse, pero no termina de marcharse. Acaso lo de la multiplicación de los panes resultó, para esta empresaria gastronómica, la contraseña de un vínculo que empezó siendo un apoyo espiritual y después fue perdiendo espíritu y fue ganando apoyo. Primero, un encuentro después de hora, como en la niñez; después, un tiempo compartido y al final esta excursión llena de sol, con avión, playas y hotel cinco estrellas.

Es escandaloso, pero no debería extrañar: algunos obispos están muy familiarizados con el todo incluido.

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