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Por
Dr HEctor Vucetich *
A principios de la gloriosa década del ‘60, un grupo de teóricos procuraba comprender qué pasaba en el mundo subatómico: el de las pequeñísimas partículas elementales cuyas combinaciones forman los átomos. Ese mundo parecía tan complicado que algunos físicos propusieron que era inescrutable: no se podía comprenderlo en términos de otras partículas que interactuaban sino que sólo se lo podía describir en forma matemática, abstracta.
Y no era para menos: las partículas elementales sólo pueden investigarse haciéndolas chocar unas con otras. En esos choques se producen fogonazos de energía de los que surgen otras partículas elementales, muchas veces diferentes de las iniciales. Estas partículas “hijas” parecían no tener mucha relación con sus “padres” y eso aumentaba la confusión.
Pero había un grupo de rebeldes que buscaban encontrar las piezas del rompecabezas, entre ellos Peter Higgs, un inglés de 30 años que trabajaba en la Universidad de Edimburgo, que estaban interesados en descubrir esa estructura.
Higgs postuló que existía un campo (es decir, un objeto continuo, que se extiende por todo el espacio) que era capaz de proporcionar masa a todas las partículas elementales, incluso a sí misma. La partícula de Higgs es la excitación más sencilla de ese campo. Si se quiere una analogía, el campo de Higgs se asemeja a un lago tranquilo y la partícula de Higgs, a una gota de agua desprendida de la superficie con el golpe de una piedra. Este último es análogo a los choques que se producen en los aceleradores de partículas. Detectar un bosón de Higgs es muy difícil porque viven muy poco tiempo y se desintegran en un despliegue de partículas elementales más livianas. En nuestra analogía, la gota de agua eyectada por la piedra se evapora instantáneamente en millones de gotitas antes de que alguien pueda verla.
Este campo de Higgs resultó una de las claves para comprender el mundo de las partículas elementales. Sin ella no podría haberse escrutado. Sus “gotitas”, la partícula de Higgs, cuyo descubrimiento ha sido (casi) confirmado por los experimentos ATLAS y CMS del CERN, hace que el Universo que conocemos sea estable. Sin ella (o algún pariente) no podrían formarse los átomos que constituyen la materia. Y no estaríamos aquí, leyendo esta noticia.
* Profesor Emérito UNLP
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