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Opinión |ESTO QUE PASA | ANÁLISIS POLÍTICO DE LA SEMANA

En la Argentina, todo es distinto

Por pepe eliaschev Twitter: @peliaschev

En la Argentina, todo es distinto

En la Argentina, todo es distinto

9 de Septiembre de 2012 | 00:00

Es poco probable que Néstor Kirchner hubiera autorizado que desde su gobierno se reivindicara públicamente a los Montoneros, como sucedió anteayer en Hurlingham, cuando la memoria de Fernando Abal Medina y Carlos Ramus fue evocada con unción militante. Son señales inconfundibles de una deriva innegable. A medida que transcurren los pedregosos meses del primer año de su segundo mandato, el Gobierno no deja de encerrarse, no cesa de radicalizarse retóricamente y aumenta sin tregua su apuesta a los fundamentalismos setentistas hasta hace poco más inconcebibles. Imposible separar la consagración del Día del Montonero de otras batallas que viene desatando el Gobierno con una dedicación realmente llamativa, como la reciente alusión de Axel Kicillof a la posibilidad de “fundir” a Techint. Hay un común denominador. Ese denominador es ominoso. No hay lugar para la reticencia a la hora de juzgar.

Es poco probable que Néstor Kirchner hubiera autorizado que desde su gobierno se reivindicara públicamente a los Montoneros

La misma semana durante la cual organizaciones oficialistas homenajeaban a los Montoneros, la Casa Rosada le apuntó con todo su poder de fuego a la ingobernable provincia de Santa Cruz, gobernada a voluntad por el kirchnerismo (tiene 22 de las 24 bancas en la Legislatura unicameral de la provincia) desde hace 21 años. En paralelo, el interventor general en el Ministerio de Seguridad, Sergio Berni, salió a la calle a capitanear operativos mediáticos, ya sea contra piqueteros como contra vendedores informales de dólares. Como si esto no alcanzara para configurar un panorama homogéneo, el oficialismo está resuelto a desfondear punitivamente al vigoroso Banco Ciudad de Buenos Aires, y avanza, además, en la disparatada idea de darles capacidad de votar a personas que ellas mismas no pueden ser electas por ser menores.

GUERRA

Esta especie de guerra prolongada en todos los ámbitos se libra al compas de un incremento increíble de las apariciones presidenciales por la cadena nacional de radio y TV (51 en apenas tres años, de las cuales 17 se acumulan en lo que va de este año), un caso paradigmático de chavización explícita. ¿Hacia dónde va y qué se propone Cristina Fernández? No hay una sola respuesta, pero es de incuestionable obviedad que el Gobierno mantiene altísimos los decibeles de su eterna crispación. La misma semana durante la cual se esforzó por celebrar un Día de la Industria con aval de sectores empresarios cautivados por la praxis oficial, vituperaron de manera ardorosa al grupo Techint, el principal actor del sector manufacturero, sólo porque su número uno, Paolo Rocca, puso negro sobre blanco algunas verdades incómodas sobre la economía argentina. Derivación de esa guerrilla retórica del Gobierno, el hoy todopoderoso Kicillof, declaró públicamente que sería bueno “fundir” a Techint.

Campea en las primeras líneas de los batallones oficiales una hiriente y jactanciosa soberbia intelectual. Juan Perón habló entre 1971 y 1973 de “trasvasamiento generacional”, pero se cuidó mucho de dejar fuera de las palancas del poder a esos “imberbes” que echó de Plaza de Mayo en 1974, antes de morir. A esos mismos expulsados de entonces es a quienes homenajeó el oficialismo este viernes 7. No se entiende el sentido de esta peripecia.

Esta semana el periodista Luis Cano reveló en Bahía Blanca que Juan Manuel Ensone, designado como flamante titular de la delegación local de la ANSES, había sido dado de baja de la carrera de Abogacía de la Universidad Nacional del Sur, por “inactividad”. La última materia que aprobó ese muchacho fue Derecho de las Obligaciones, el 9 de marzo del 2010. Tiene casi la misma cantidad de exámenes desaprobados que aprobados (seis contra siete). Lo central es que el nuevo jerarca de la ANSES bahiense tiene sólo 23 años y, naturalmente, es “militante” de La Cámpora.

Todo sucede como si la Casa Rosada hubiera resuelto apretar el acelerador rumbo a una “revolución cultural” de impronta revulsiva. En esa perspectiva (y el maoísta Carlos Zannini mucho debe saber de estas cosas), hay quienes ven en La Cámpora el equivalente criollo a los Guardias Rojos que aterrorizaron China entre 1966 y 1972, humillando y llevándose puestos incluso a prestigiosos dirigentes del Partido Comunista, desbordados por nubes de furibundos mozalbetes que enarbolaban banderas rojas y clamaban que iban “por todo”.

No es, empero, sensato atribuirle tanta ingenuidad al Gobierno. Menudean, es cierto, hipótesis y conjeturas para todos los paladares. Una de ella, de razonable congruencia, es que la reforma constitucional auspiciada en el seno del oficialismo y tácitamente avalada por la Presidenta, es sólo una típica maniobra distractiva, destinada a evitar que se evapore el poder de Cristina Fernández antes de tiempo. De estas eventualidades sólo cabe barruntar escenarios, pero sin mayores precisiones. Pero en el enrarecido clima del kirchnerismo realmente existente no corresponde descartar ninguna opción. Ha sido la propia Cristina quien se condenó al unicato al elegir como vicepresidente a Amado Boudou, ya convertido en un fantasma de sí mismo. Terminará, si termina, huérfano de todo poder verdadero. Pero, a diferencia de Julio Cobos, que fue congelado en vida y escarnecido como la encarnación de lo peor, a Boudou le queda el ingrato papel de permanecer como partiquino irrelevante. ¿Daniel Scioli? No es imposible que, tras el festival de cachetazos que le ha dispensado desde siempre la familia Kirchner, el imperturbable gobernador bonaerense aparezca, al final, en un “sorpasso” político que sería sorprendente pero no imposible.

REFORMA

Pero mientras estos juegos frívolos e irrelevantes siguen ocupando espacios en los mentideros domésticos, se apresura la creciente irrelevancia de los mecanismos institucionales. La desprolijidad e improvisación con la que se avanza en el tema de votar a los 16 años releva al columnista de mayor abundamiento, porque son verdades que el lector de EL DIA conoce. Ahora hasta Eugenio Zaffaroni, el más explícitamente kirchnerista ministro de la Corte Suprema, tuvo que salir a explicarles a los espadachines oficiales que no se puede darle capacidad de voto a los 16 años a personas que, a la vez, legalmente no son totalmente imputables, y ni siquiera pueden ser elegidos como legisladores. Dejado el tema en las manos de Aníbal Fernández, el dislate jurídico era previsible. Pero para el Gobierno nunca hay nada de lo que arrepentirse, o al menos rectificarse. Sostienen a todo trapo la noción demagógica de la “ampliación” de derechos, un clamor apetitoso y a la vez irresponsable. No se habla desde el Gobierno de deberes, ni de obligaciones; sólo levantan las banderas de los derechos y las garantías, una forma muy evidente de brutal desequilibrio político y social. En esa cultura consistente en inflamar la oferta sin cuidar el complejo equilibrio del edificio social, la apresurada concesión de la facultad de votar a gente de 16 años y a extranjeros con sólo dos años de residencia en el país forma parte de una ideología de poder rústica, pero conducente a los objetivos de ganar la “guerra” que cree estar librando el Gobierno.

Todo sucede como si la Casa Rosada hubiera resuelto apretar el acelerador rumbo a una “revolución cultural” de impronta revulsiva

En esta perspectiva, no debería menoscabarse la importancia simbólica de reivindicar a los Montoneros, una empresa a la que se han sumado insólitamente expresiones provenientes de la vieja izquierda (como el Nuevo Encuentro de Martín Sabatella), cuyos ancestros partidarios más recientes veían en la figura y en la obra del entonces teniente general Jorge Videla la encarnación de los militares democráticos y dialoguistas dentro del régimen instaurado en 1976. Son espasmos de irreflexivo oportunismo, incluyendo un catastrófico blanqueo histórico de un movimiento guerrillero especialmente violento y mesiánico, como fue Montoneros. Es, además, una marca más del desesperante atraso argentino: resulta impensable que gobiernos actualmente presididos por personas que fueron guerrilleros en serio y de verdad (como el uruguayo José Mujica y la brasileña Dilma Rousseff) estimularan o permitieran, 40 años después, homenajes a Raúl Sendic y a Carlos Lamarca, jefes de esas organizaciones. Pero la Argentina es diferente y especial. No gobierna aquí ninguna ex guerrillera, pero sin embargo el Gobierno homenajea a los guerrilleros de hace medio siglo.

www.pepeeliaschev.com

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