Un vibrador que sacudió a todos

Por

Alejandro Castañeda

HISTERIA, de Tanya Wexler.- En la poderosa Inglaterra de finales del siglo XIX se ambienta esta historia. La medicina, el placer, la aparición del vibrador y el despertar de la mujer aparecen retratados en esta comedia costumbrista, bien vestida, simpática, pero leve y artificiosa. Cuenta cómo el Dr. Mortimer Granville descubre el vibrador, un artefacto que en plena era de la maquinización avisaba que hasta para disfrutar el imperio iba a necesitar de la electricidad. Pero hay otros asuntos dando vuelta alrededor del dichoso consolador: su sorpresiva y festejada aparición deja mal parada a los hombres casados, se suma al despertar de una conciencia feminista que pedía más votos y menos patriarcado y de paso posibilita que se le dé un nuevo encuadre a una histeria que, según el filme, se anunciaba bajo los miriñaques con molestias varias, pero se aliviaba con una masturbación hecha a mano por un médico imaginativo y artesanal. Hay, además, entre tanto manoseo, un poco de amor, gestos de rebeldía y algo de lucha de clases.

La siempre vivaz Maggie Gyllenhaal pone calidez y vitalidad a un elenco rígido y distante. Es la única presencia humana en ese desfile de matrimonios desenchufados. (*** BUENA)

FESTEJADO GROTESCO

ESPERANDO LA CARROZA, de Alejandro Doria.- Diecisiete años después, vuelve una comedia grotesca que curiosamente se fue haciendo famosa de a poco, porque en el año de su estreno -1985- vendió 785 mil entradas y ni siquiera fue de las más convocantes. Pero bueno, el video, el boca a boca, las revisiones y la TV la fueron convirtiendo casi en un filme de culto. Esto es lo que escribí el 12 de julio de 1985 en estas mismas columnas: “Buena película nacional, audaz, novedosa y graciosa. Es fresca, bien dirigida, apoyada en un libro de probada eficacia y enriquecida por un notable elenco. El texto de Jacobo Langsner es un grotesco sobre la hipocresía. Está ambientado (algo infrecuente en nuestro cine) en la clase media y media baja. La realización de Doria tiene acertados detalles y muestra, como en los buenos exponentes del cine costumbrista italiano, que no hay nada mejor que exasperar la realidad para que brote por igual la risa y la piedad. El saldo es positivo: comedia apta para todo público, elenco integrado por figuras más cercanas al teatro que a la TV, buenos diálogos y sobre todo, audacia y tono para hacer humor negro sin caer en falsos pudores o en truculencias”. (*** ½)