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Opinión |MIRADA ECONOMICA

Lecciones económicas de las elecciones en EE UU

Por MARTIN TETAZ (*)

4 de Noviembre de 2012 | 00:00

Twitter: @martintetaz

El próximo martes Estados Unidos elegirá al presidente que gobernará sus destinos en los próximos 4 años.

Aunque todas las encuestas anuncian un final cabeza a cabeza entre el actual mandatario, Barack Obama, y el desafiante republicano, Mitt Romney, es probable que termine imponiéndose el demócrata, por una razón meramente económica; su antecesor, el polémico George Bush, terminó su mandato con una destrucción de 300.000 empleos por mes durante 2008 mientras que en 2012 se están creando 157.000 empleos mensuales en lo que va del año.

Ya comentamos en esta misma columna las investigaciones de Valdimer Key en los ‘60 y Gerald Kramer en los ‘70, quienes publicaron sendos trabajos académicos en los que demostraron empíricamente que cada 10 puntos que crecía el PBI la intención de voto de los candidatos oficialistas subía entre 4 y 5 puntos porcentuales.

Simplemente EE UU eligió a Obama para que lo sacara de la crisis del 2008 y el hombre cumplió con su trabajo.

Ahora bien, más allá del resultado final, la realidad es que para nuestro país no cambian mucho las cosas si gana uno u otro candidato.

COINCIDENCIAS

El primer debate entre los postulantes, centrado en la cuestión económica, dejó en claro que no habrá bruscos movimientos en el timón de la primera potencia del planeta.

Obama plantea básicamente el mantenimiento de su actual paquete de estímulos fiscales y la profundización de la reforma del sistema de salud.

Romney por su parte, se inclina por un aliciente basado en la reducción impositiva (mayor para los que más tienen), un aumento de los gastos de defensa y un reemplazo del financiamiento a la oferta del sistema de salud, por la instrumentación de voucher a la demanda, o bonos, con los que los ciudadanos podrían financiar parte de sus gastos médicos, reduciendo las ineficiencias burocráticas del sistema actual. Paradójica propuesta, teniendo en cuenta que la reforma al Medicare lanzada por Obama, en realidad estuvo diseñada por los mismos técnicos y es muy similar a la que implementó Romney en Massachusetts.

Ambas propuestas complican obviamente las cuentas públicas norteamericanas, pero ello no será problema mientras China continúe dispuesta a comprar los papeles de deuda del tesoro de los Estados Unidos y buena parte del mundo (Argentina es un ejemplo paradigmático) siga ahorrando en dólares, lo que le permite a la reserva federal de los norteamericanos, la emisión de billetes sin ningún costo en materia de inflación.

En síntesis, lo que se enfrenta es una política de estímulo a la demanda vía mayor gasto público, que cuenta con el aval de la creación de empleos a su favor, con una propuesta de reducción impositiva que busca apuntalar a la demanda por el lado del mayor consumo privado de los hogares.

No es casualidad, ni se trata de una controversia original.

TEMAS CLAVE

El debate económico en los Estados Unidos siempre ha girado en torno a esas dos variables: el empleo y los impuestos; en franco contraste con lo que sucede en Argentina, donde se discute la propiedad de los medios de producción (privatizaciones vs. estatizaciones) y el nivel de intervención del Estado en la economía, como temas centrales, pero nunca aparece la cuestión impositiva en la agenda de los candidatos.

Esto resulta curioso porque los modelos neoclásicos de finanzas públicas que se enseñan en la facultad suponen que los ciudadanos son perfectamente conscientes del costo fiscal que tienen las políticas de los gobiernos y que por ende cuando hay elecciones eligen a aquellos candidatos que tienen una combinación de plataforma e impuestos que más los satisface.

El problema es que en muchos países subdesarrollados (y el nuestro no es una excepción), la mayor parte de los impuestos están “escondidos” en el precio de los bienes, por lo que el ciudadano no es consciente del verdadero costo fiscal, salvo que esté dentro del 15% de los trabajadores a los que les toca pagar impuesto a las ganancias y entonces sí sienten el rigor tributario cada vez que miran los descuentos de sus recibos de sueldo.

La consecuencia es que el sistema tributario resulta muy poco equitativo y bastante ineficiente, porque a la gente no le importa la cuestión impositiva a la hora de votar.

Así, la recaudación nacional descansa fuertemente en el IVA, o en el impuesto inflacionario que son impuestos muy regresivos porque gravan a pobres y ricos con la misma alícuota, pesando mucho más en el gasto de aquellos hogares que no pueden ahorrar ni cubrirse de la inflación; o sea, los de menos ingresos.

PARA BRUTOS

La caja provincial, por su parte, se apoya en el nefasto Ingresos Brutos, que tiene muy bien puesto el nombre porque realmente es un impuesto para brutos, puesto que grava al desarrollo económico, favoreciendo artificialmente a aquellas actividades productivas que tienen escasos eslabonamientos y una corta cadena de agregación de valor.

No seremos un país desarrollado mientras los impuestos estén escondidos o no sean legislados, y los ciudadanos carezcan de un verdadero control cada vez que votan.

El problema es que el sistema actual le sirve al Gobierno, porque puede recibir los votos de aquellos a los que perjudica, y la oposición no tiene incentivos a alzar la bandera de la reforma tributaria, porque como la gente no se da cuenta, la propuesta no tendría rating.

Ojalá, entonces, aprendamos la lección de esta elección.

(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS)

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