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Información General |HISTORIAS PLATENSES

Laura Di Battista: la vida después del naufragio

Salieron de viaje romántico a Colonia por el Río de la Plata pero la lancha se les partió al medio a mitad de camino. Ella esperó trece horas mientras él nadaba hasta la costa para rescatarla. El suceso salió en los medios y hasta fue reconstruido por el Discovery Channel. Hoy, la sobreviviente de la odisea cuenta cómo cambió su vida

29 de Diciembre de 2012 | 00:00

Por EZEQUIEL FRANZINO

Clic para ampliarTodas las condiciones estaban dadas para navegar. Ese feriado el río se encontraba óptimo y había que aprovechar los últimos días de buen tiempo para embarcarse. El 24 de Marzo del 2009, la paisajista Laura Di Battista y el piloto civil Luis Crespo, decidieron emprender otro de sus tantos viajes. Esta vez hacia Colonia del Sacramento, Uruguay. Esta travesía cambiaría sus vidas. Y, por poco, casi terminaría con ellas.

Zarparon desde Ensenada. Antes de subirse, Laura ya se sentía mareada. Efectuaron el Rol -trámite obligatorio en Prefectura para dar aviso de las personas que van a bordo - y arrancaron. Ya cerca de Colonia, las náuseas y el mareo la absorbieron por completo. “Volvamos” dijo Luis.

Emprendieron retorno en dirección a Quilmes para llegar más rápido, hasta que un mal arreglo de la lancha les pasó factura. En segundos, agua en el interior, un ruido estremecedor y una impotencia total. En vano fue el intento de activar la bomba de achique, y el de buscar el handy para dar aviso. Crujía el piso.

Luis, precavido, había comprobado todo el día anterior. La lancha estaba en perfectas condiciones; difícilmente este hombre experimentado pudo imaginar la tragedia: La Bermuda Linx partida al medio y hundiéndose en el río. El pequeño arreglo se convirtió en una grieta que los dejó flotando en el agua a siete kilómetros de la costa de Quilmes.

Aquí está Laura. Sus uñas esculpidas nada tienen hoy que ver con aquellas manos que permanecieron moradas y arrugadas aún mucho tiempo después de ser rescatada. Hoy se dedica al paisajismo y a la ambientación de eventos, y tiene una sección al respecto en un programa de televisión en un canal de cable platense.

La noticia del naufragio mereció las portadas de todos los diarios nacionales. El caso fue tan mediático al punto en que su familia se enteraría por radio. “Magdalena dice que estuviste más de doce horas en el agua. ¿Es vero o no es vero Laura?” recuerda Di Battista las palabras de su madre italiana.

En un café del pasaje Rodrigo, Laura pide una gaseosa sin azúcar, y casi sin preguntas que marquen el camino, esboza una minuciosa y breve autobiografía. Antes de que llegara ese día D que le diera la popularidad y un giro de timón a su vida, Laura ya había recorrido varias millas.

LA PAISAJISTA VICTIMA DEL PAISAJE

Se casó muy joven, y trabajó muchos años en el vivero de los suegros: “Yo primero estudié maestra jardinera, después me recibí, al otro año me casé y en seguida empecé a trabajar con mi esposo y su familia”. El amor por las plantas traspasó las fronteras del emprendimiento familiar, y una vez separada, se dedicó al paisajismo y a los arreglos florales. Tratando de comenzar otro capítulo en su vida, dejó su casa de Gutiérrez y se fue a vivir a la de sus padres con sus dos hijas, Josefina (18) y Valentina (14). “Quedé sola con mis hijas, fue una separación muy fea. Horrible. Sufrí un montón. Siempre le digo a mi madre que nunca me contó la parte de que uno se podía separar. Yo pensé que te casabas para toda la vida”.

Y mientras cuenta los vaivenes de la relación, hace muecas hacia el grabador buscando complicidad. Definitivamente no quiere entrar en terrenos pantanosos.

AMOR DE PRIMAVERA

Debieron pasar muchos años desde la separación, para que Laura se animara a presentar un candidato a sus hijas. Recién en 2008 e incentivada por “las nenas”, Di Battista se dio una nueva chance. El elegido: Luis Crespo, piloto civil, relacionado con la construcción y primo de su peluquero que hizo las veces de celestino. “Cuando Luiso me llamó ni me acordaba quién era. Empezamos a hablar y ya me caía bien por teléfono. La primera vez que salimos nos pusimos de novios”.

A pesar de sus diferencias, la pareja se complementaba bien. Él era una persona tranquila y amante de la buena vida. Ella, hiperactiva y obsesiva del trabajo. Los viajes en lancha eran habituales, representaban un despeje necesario. “Luiso me enseñó a disfrutar más de la vida” dice ella.

“LAURA, SE VA EL SOL Y SE NOS VA LA VIDA”

La lancha había desaparecido y en el agua sólo quedaban algunas cosas boyando. Entre ellas, un celular guardado en una cartera con el que Laura intentó llamar a un amigo que trabajaba en prefectura. Pero la ondulación que había advertido a lo lejos, de cerca se parecía cada vez más una ola, que finalmente tapó su cabeza y acabó -antes de que empezara -con el llamado salvador. A nadar.

Quisieron nadar los dos hacia la costa pero parecía imposible: ella no avanzaba. Luis sintió la desesperación e intentó trasladarla con un brazo. “Así voy bárbara” decía mientras su novio la desplazaba. Sin alcanzar los cien metros, el experimentado hombre náutico concluyó que el plan no iba a prosperar.

La experiencia en el río la ayudó a concebir la vida de otro modo, incluso en sus tareas profesionales: “Antes me la pasaba dibujando y lo odiaba. Ahora les digo a mis clientes que confíen en mi intuición”

La paisajista no alcanzaba a dimensionar la magnitud del problema. Ambos tenían chalecos salvavidas (ella tenía dos), podía ver con claridad la costa, ya no se sentía descompuesta; ese panorama le generaba tranquilidad. Sin tener demasiada noción para los cálculos, creía que su novio no tardaría más de una hora en llegar a la orilla y pedir ayuda. Se despidieron de maneras diferentes. Él con la convicción de que podía ser la última vez que la viera. Ella pensando en que se resolviera la situación lo antes posible porque al otro día tenía una reunión importante con una clienta.

“ANDA TRANQUILO, YO TE ESPERO SENTADA”

Uno de los asientos de la Bermuda Linx se resistía al hundimiento. Laura acortaría la espera acomodándose en la butaca. “Me quise sentar como si estuviera en mi living” comenta mientras hace memoria y ríe. Luis comenzó a alejarse y el banco se fue para abajo. No podía retenerlo con las piernas y necesitaba las manos. Había fracasado la idea de esperar sentada, y este fracaso sumado a la distancia cada vez mayor que ganaba Luis con su nado la condujo al llanto. Le dijo a los gritos que lo quería. Su optimismo, sin embargo, regresaría enseguida. En las primeras horas nunca pensó en nada malo. “Hagamos de cuenta que estoy en Colón tomando sol, me acordaba del verano” se decía, poco convencida. Eran las tres de las tarde.

“Sabía que no podía morirme ahí. No me había despedido de nadie, no les había dicho ni a mis hijas ni a mis padres todo lo que los quería”. Laura se dispuso a esperar y a luchar contra las olas que la sumergían. No tenía otra opción. En algún momento pensó en acercarse a un barco que estaba más lejos que la costa, no tenía sentido. Pasaron cuatro horas y de Luis ni noticias. Para entonces, las olas del río alcanzaban hasta un metro sesenta.

A las siete de la tarde, cayó el sol. Estaba desesperada. Por esas horas pensaba en que posiblemente Luiso no había podido llegar a la costa y que si había muerto en el intento, ella también quería morir. “No podría haber vivido con la culpa”. El frío la adormecía y dormirse representaba ahogarse.

Hablaba para no dormirse, se masajeaba las piernas porque empezaba a dejar de sentirlas, y la presencia de pájaros a su alrededor la hacían sentir acompañada mientras su cuerpo adquiría el color de una uva merlot.

Una semana antes sus hijas le habían hablado de Madre Cándida, una religiosa española que, habían aprendido en el colegio, esperaba a ser canonizada. “Cándida, vos que tenés que sumar puntos para hacerte santa, tirame un hilo, yo te ayudo, después les cuento que me ayudaste, que yo te rezo a vos”. María Auxiliadora era confiable, pero negociar con una futura santa que necesita hacer mérito fortalecía la cobertura.

"EYYY!!! ACA! ACA ESTOY! ACA!"

Contra todos los pronósticos, a las once de la noche Luis consiguió llegar a la costa después de nadar más de siete kilómetros - casi el doble de distancia que el Ironman, la competencia de triatlón más exigente del mundo -. “Nadé como pude. Saber que tu pareja está en esa situación, te hace sacar fuerzas de donde no tenés” dice Crespo por teléfono.

Pasaron casi dos horas desde que este hombre de hierro improvisado pisó tierra firme hasta que se montó el operativo de rescate. Guardacostas, semirrígidos, motos de agua y helicópteros salieron a buscarla casi sin esperanzas de encontrarla con vida. Según los parámetros de Prefectura, por la temperatura del agua, ella no podría haber resistido más de siete horas. Ya habían pasado once.

“De repente vi que salía una luz desde el agua. Pensé que era un ángel que me venía a buscar, pero era el reflejo de la luz del guardacostas, me habían encontrado” dijo Laura emocionada. Cuando divisó el barco, Comenzó a gritar pero no alcanzaban a escucharla.

La embarcación que la buscaba apagó los motores y los tripulantes lograron escuchar esa voz desgarradora que brotaba desde las aguas oscuras. Le pidieron que se alejase para poder divisarla pero ella se negaba por miedo a que se fueran, había entrado en pánico.

Cuando por fin la vieron, le arrojaron un salvavidas con una soga que se cortó en el acto. Era imposible subirla a la embarcación y tuvo que esperar más de una hora hasta que llegase el semirrígido que finalmente la rescataría. Laura Di Battista transformaba en mar el Río de la Plata: más sal imposible.

EL FIN DEL AMOR

Después de un año del episodio la pareja se separó. En su momento, la epopeya había fortalecido el lazo pero eso no alcanzó. Ella, con ayuda de sus hijas, tomó la decisión de dar fin a la relación que se mantenía como retribución a ese inmenso acto de amor por parte de Luis. “Sentía mucha culpa pero mis hijas me ayudaron mucho. Me dijeron que si había podido separarme de su padre que fue quien les dio vida a ellas, cómo no iba a poder separarme de él”.

A pesar de no estar juntos, mantienen una excelente relación. Los une algo muy fuerte y saben que pueden contar el uno con el otro.

Actualmente Laura está sola y con la agenda llena de trabajos. La experiencia en el río la ayudó a concebir la vida de otro modo, incluso en sus tareas profesionales “Antes de lo del río me la pasaba dibujando y sinceramente lo odiaba. Ahora ya no hago planos, les digo a mis clientes que confíen en mi intuición”

El jardín del chalet en pleno barrio de Los Hornos tiene su impronta. Diferentes especies de plantas armonizan el espacio. Entre ellas se destaca una Cleanea, única planta sobreviviente a la bomba de Hiroshima.

Laura recuerda el naufragio y se le anuda la garganta. “El río me había hecho reflexionar sobre muchas cosas. El río me había contenido”, dice desde el living de su casa. “Cuando me sacaron del agua, sentí algo muy profundo. Fue como una despedida.”

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