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“Hay paredes que piden que las pinte”

Luxor, el pintor callejero. Sus obras se encuentran en más de 80 esquinas y muros de La Plata. “Hay mucha gente en nuestra ciudad que está produciendo este tipo de cultura”

3 de Febrero de 2013 | 00:00

Por MARCELO ORTALE

Tardó unos minutos en llegar porque se le había quedado sin nafta su motocicleta. Cronista y fotógrafo aguardaron en 18 y 67, en donde se encuentra uno de sus murales. Al cabo de un tiempo llegó en su ruidosa moto. “Hola, soy Luxor”, dijo. Claro, es el nombre artístico de este pintor callejero, que lleva pintadas más de 80 esquinas y paredes de La Plata, de los barrios, de City Bell, Villa Elisa y Berisso. No quiere revelar su nombre y apellido verdaderos. No le parece necesario.

Dice que no es un muralista, que no son murales los que crea. “Soy un pintor callejero. Mi formación viene de la calle. Hago pintura callejera porque lo que pinto refleja la vida cotidiana. Trabajo con aerosol y látex, sin pincel”. Y añade que se siente uno más de “los muchos artistas que hoy están pintando en las calles de La Plata. Hay mucha gente produciendo esta clase de cultura en la Ciudad”.

Luxor vive en Los Hornos. Tiene 29 años, es soltero y sus padres son casi tan juveniles como él: 53 el papá, 51 la madre. Cursó el primario y el secundario en el Normal 3. Después ingresó a la Universidad y estudió grabado y arte impreso. Pero dejó los estudios académicos, prefirió estar en la calle y aprender en ella. Aún cuando tiene ahora un profesor, Manuel Rubín.

Algunas de las muy coloridas pinturas de Luxor se pueden ver en 17 y 65; 69 entre 12 y 13; 71 entre 4 y 5; 69 entre 11 y 12; 68 y 14; diagonal 74 y 30; 119 y 35; 8 y 60; 16 y 58; 8 y 65. Algunas otras no se pueden ver más “porque me las tapó la Municipalidad”. El arte callejero suele ser así de efímero y polémico.

Luxor ahora alimenta un sueño. “Quiero pintar un edificio de muchos pisos. Me refiero a esas paredes ciegas que quedan en los costados. Necesitaré una grúa para hacer el trabajo. Será costoso, pero se consigue esponsoreo”. No hay límites para su obra, cualquier pared le viene bien. “Nunca protestó ningún frentista. Al contrario, ahora ya me contratan”.

Y todo el tiempo machaca en que su obra “es popular, es para todo el mundo” y que las paredes son “el diario del pueblo. Están para dejar mensajes. En mi caso, siento como que hay paredes que me piden que las pinte”.

Se ha dicho alguna vez que las pinturas en las paredes de la Ciudad -las que practican Luxor y otros como Acra, Lumpen Bola, Ice, Inka y Add Rian- ofrecen formas para salir de lo convencional y, además, sirven como solución práctica a las pintadas antojadizas y compulsivas de manos anónimas que no piden permiso. La tendencia crece en frentes de domicilios particulares con grafitis artísticos, y es que algunos vecinos apuntan a darle un toque distintivo a sus casas y cambian la tradicional pintura exterior por dibujos al aerosol que plasman en sus fachadas muralistas urbanos.

La pintura de Luxor, la de 18 y 67, muestra una suerte de enorme animal sobre centenares de casitas iguales. “Eso que parece ser un animal, yo lo llamo un protector. Se trata de un protector de la ciudad. Y las casas son todas iguales, todas simples, de una planta, todas dan la idea de que son lindas, de que le dan buena vida a sus habitantes, donde no sufrirán calor ni frío. Ninguna casa sobresale. El caserío ese simboliza al barrio”.

Cada vez más, los propietarios de las casas aceptan una invitación que no deja de ser un desafío: el artista realiza el trabajo, en líneas generales, sin cobrar más allá de los materiales o por alguna suma no elevada, pero a cambio tiene la libertad de elegir motivos, formas y colores. “En eso el vecino no se mete. Nos da el frente para que avance el arte de la pintura en la calle y soy libre para pintar lo que quiero”, dice Luxor.

Hay muchos vecinos que se quejan por los daños que les causan las pinturas en sus frentes... usted lo sabrá bien. Dicen que esos daños les originan costos económicos elevados, cuando quieren borrar esas pintadas.

“A mí nunca nadie me dijo que lo que hago puede causarles un daño. De modo que no puedo hablar por lo que hacen los demás”.

En realidad, las mayores quejas son contra los grafiti. Hay gente disconforme con esto, gente que le desagrada...

“Siempre me interesaron los grafitis, pero nunca los hice. Me parecen algo hermoso”.

Perdón por la insistencia, pero si un día ve que al frente de su casa lo embadurnaron con leyendas y pintadas... ¿no le molestaría?

“No, para nada. No tengo apego a los bienes materiales”.

¿Usted elige a una pared y se pone a pintarla, sin avisarle nada a los dueños?

“De ningún modo. Yo golpeo la puerta y pregunto: ¿quiere que le haga una pintura? Y la mayoría contesta que sí. Pero además ahora esto es mi trabajo, la gente me contrata para que les pinte en sus casas. Y el tema siempre lo propongo yo”.

¿Puedo preguntarle si gana bien?

“Vivo. Me da sólo para poder vivir”.

¿Cuánto le cuesta hacer un mural... por ejemplo uno de dos metros de alto por unos cuatro o cinco metros de ancho?

“Y, es difícil... pero digamos que en gastos de aerosol, de pintura acrílica, sintética o al agua... unos 800 pesos”.

¿Cuánto tarda en hacer una de sus obras, de esas mismas medidas?

“Tardo unas doce horas”.

¿Cuánto valen sus obras, cuánto cobra usted?

“Dependen del tamaño. Dependen de muchas cosas. No puedo responder en abstracto. Y además nunca digo en entrevistas el precio de las obras”.

¿Usted firma sus pinturas?

“Todas las firmo. Pero es más importante la obra que la firma”.

¿Pintó desde joven? ¿Qué tipo de formación tuvo?

“No tuve formación. Pinto desde hace tres años. No tengo formación académica. Siempre pensé que la discusión pasa por lo de generar una cultura más popular, hay que tratar de salir del agujero interior. Trato de ser la continuidad de la pintura popular argentina, la de Quinquela, la de Berni, la de Carpani, la de Alonso o Scafatti y sobre todo la del platense Vigo, tan injustamente olvidado. Me gusta mucho la obra de Vigo”.

¿Le gusta Picasso?

“No”.

¿Dalí?

“No”.

¿Xul Solar?

“Tampoco, no me interesa. Atención los tres son grosos, pero no me gustan. Tampoco me gustan los impresionistas. De las escuelas, nada”.

¿No le interesan las vanguardias?

“No me interesan nada las vanguardias. Yo me considero un pintor callejero. Las vanguardias se alejan de las masas y yo no quiero alejarme de la gente. Si me pusiera a intelectualizar como un vanguardista, perdería tiempo de acción”.

¿Cómo le llega la inspiración para cada una de sus obras?

“No creo en la inspiración. En mí es algo que se produce constantemente. No existe la inspiración divina. En el momento en que voy a pintar ahí me viene la idea”.

Por buscar una síntesis, usted cree más en lo social que en lo estético.

“No, yo creo que esos conceptos van juntos. Uno depende del otro y viceversa”.

¿Usted cree que algún barrio o localidad de La Plata -como por ejemplo Tolosa- tiene mayor potencialidad estética que otros?

“No, no. Todos los barrios deben ser centros referentes. Y sobre todo los que están fuera del casco urbano”.

Al margen de que le taparon con pintura blanca algunos cuadros, ¿alguna vez recibió un premio por su obra?

“... Mi mejor premio es pintar en la calle”.

¿Usted que opina de una pared pública en blanco?

Para mí es como una desidia, como una manera de entender la nada”.

**************

Luxor se llamaba una ciudad del Alto Egipcio, asentada sobre las ruinas de Tebas. Pero el pintor sonríe, no sacó de esos orígenes su nombre. “Cuando éramos chicos jugábamos con mi hermana con unos vasos marca Luxor... y me gustó ese nombre a partir de ahí”. ¿Piensa seguir su carrera en Buenos Aires? “No todavía. Soy un pintor de La Plata. Si algún día voy, lo haré como pintor de La Plata”. La entrevista termina en las mesas de afuera del café del Centro Cultural Malvinas. El pintor saludó, subió a su motocicleta y se fue por esas calles, mirando paredes.

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