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La fuerza de una batuta femenina

Susana Frangi, primera mujer que dirigió una ópera y conciertos de ballet en el Teatro Colón: “Son muy duros los colegas”. Su amor y sus recuerdos por La Plata. “La música está subestimada”

10 de Febrero de 2013 | 00:00

Por MARCELO ORTALE

Dirigir sin masculinizarse. Y, en el afuera, poder dirigir sin sufrir la opresiva vigencia del machismo en el universo de la música. Esos fueron objetivos a vencer, algunas de las vallas que traspone y sigue superando todos los días Susana Frangi, pianista y directora de orquesta con larga trayectoria en la Argentina y continuas presentaciones en Estados Unidos, Chile, Brasil, distintas islas del Caribe y en Venezuela, donde vivió doce años como emigrada del último gobierno militar en nuestro país.

Pero su rostro, su dinamismo intelectual, su conversación fácil y profunda no refleja dificultades sino la alegría de quien hace lo que le gusta. Y además, aunque no viva hace mucho en La Plata, también testimonia los vínculos afectivos que mantiene con nuestra ciudad. Por eso acaba de editar su libro “Crónicas al borde de la historia”, que busca mostrar los esfuerzos y convicciones de muchas personalidades locales. “La Plata es en buena medida su Universidad, que sirve para pensar en el futuro. Hay un espíritu efervescente, renovador y combativo”, dice.

En ese libro se rescatan la vida y la obra de instituciones y personas para ella inolvidables, algunas desparecidas, la mayoría en plena vigencia: los Bugallo, los Almerares, Adelina de Alaye, Aurora Venturini, Raúl Carpinetti, María Gondell, el Coro Universitario, Chicha Mariani, Mario Cajade, el Grupo Sí, Luis Pazos, el maestro Kubic, Roberto Ruiz, José Melía, Dalmiro Sirabo, entre tantos otros que pueblan sus 315 páginas. “Quise recuperar una ciudad en la que no pude estar, pues debí emigrar a Venezuela expulsada por el gobierno militar. Quise recuperar la alegría, eso que Luis Pazos definió como “la cultura de la felicidad” que hubo en La Plata en las décadas del 60 y del 70”.

Susana Frangi fue la primera mujer que dirigió una ópera y conciertos de ballet en el Teatro Colón. Son muy pocas las mujeres directoras de orquesta, en el país y en el mundo. En la actualidad se desempeña en el Colón, en donde fue también jefa de estudios, como maestra preparadora de lírica. Enseña a los cantantes los roles que deben cantar. Y como pianista es asistente del director: “amo mi trabajo, me gusta mucho la enseñanza. Disfruto así de las cosas que hice y aprendí. Si no disfrutara tanto, no las haría más”.

Hija única de Rodolfo Frangi y Delia Sánchez, vivió siempre al lado de la emblemática panadería “La Sonámbula”, que los Frangi fundaron en 1886 y cuyos sucesores siguen atendiendo desde entonces en 16 entre 67 y 68. “Es la más antigua de todas y permanece en manos de la familia que la fundó. Mi bisabuelo vino desde la Lombardía a trabajar como albañil. Llegó dos días después de que fue colocada la piedra fundamental y trabajó en la construcción de la Catedral y del camino General Belgrano”.

Susana hizo el primario y secundario en el María Auxiliadora y se recibió en Bellas Artes de licenciada y profesora de piano. Desarrollaría luego una exitosa carrera como solista hasta que en 1989, regresada ya al país, estudió dirección orquestal. Como se dijo, debutó como directora en el Colón en 2002 presentando “L’Ocaccione Fa Il Ladro” de Rossini. Allí fue cuando por primera vez bajó al muy temido foso del Colón, donde se ven y sobreviven los pingos más bravos.

A los cantantes y directores destacados, en el ambiente les dicen Maestro. ¿A usted le dicen Maestra?

“Les costó, pero ahora me dicen Maestra. Antes me preguntaban ¿cómo quiere que la llamemos? Yo les contestaba Susana, díganme Susana. En las órdenes del día que se cuelgan en los transparentes tampoco me ponían ese título... pero bueno, ahora empezaron a decirme Maestra”.

Usted ha trabajado y lo sigue haciendo en el Colón ¿Cómo está la acústica, cómo quedó después de los trabajos de remodelación del Teatro?

“La acústica que tiene el Colón sigue siendo mágica. Lo fue antes y lo es ahora. Algunos opinan que se afectó un poco. Yo no alcanzo a percibir eso. Mire, cuando uno toca el piano afuera del escenario, en las salas secundarias, el sonido es normal. Pero si entra al escenario, a la sala principal, todo es maravilloso. El sonido es envolvente, aterciopelado. Casi como que no se puede definir lo que uno siente”.

¿Cuál es su opinión sobre el nuevo teatro Argentino?

“Yo trabajé mucho en el viejo teatro, que era una joya. Pero la sala del nuevo Teatro me parece maravillosa. Ahora bien, del Argentino quiero decir lo siguiente: la gente que se quedó trabajando después del incendio, los elencos que trabajaron esos dieciocho años sin sede y sin recursos, pusieron tanto esfuerzo, tanto amor, que son los únicos responsables de que el teatro sobreviviera. El mérito de que exista este nuevo teatro es sólo de ellos. Y gente así es la que merece estar a cargo de una institución tan querida como es el Argentino”.

¿Qué ha hecho últimamente? ¿Qué interpretaciones le esperan?

“Hace un mes dirigí en la Plaza del Agua, de Mar del Plata, en un concierto que dio la orquesta sinfónica de esa ciudad. Y el 17 de marzo próximo actúo como pianista en Nueva York. Allí tocaré el piano para cantantes. Después, bueno, me queda el intenso trabajo interno en el Colón”.

Usted ya dirigió en el Argentino...

“Sí, lo último que hice fue dirigir a la orquesta estable del Argentino en la música del ballet “La Bayadera”, fue en 2007.

¿Qué es lo que siente como directora de orquesta, en una ocupación que casi en forma excluyente fue desplegada siempre por varones?

“Mis sensaciones fueron cambiando con los años. Claro que hay machismo y los colegas suelen ser muy duros con una artista mujer. Al principio me afectaba. Entrar al foso es bravo para una mujer que lleva la batuta en la mano. Inclusive a mí me costaba verme. Ver mis movimientos físicos, tan propios de un director hombre, ¿no? Mi hija cuando era adolescente me dijo una vez “Mamá... ¿por qué no te conseguís un trabajo más glamoroso?”. Claro, las divas son las sopranos. Pero con el tiempo ya estoy de vuelta. Ahora disfruto con este trabajo. Mire, antes me preocupé por tener cierto aire maternal con los músicos de la orquesta, para que todos vayamos juntos y confiados. Ahora cambié”.

¿Puede dirigir sin masculinizarse?

“Esa es mi apuesta. Dirigir es como dibujar en el aire la música anticipadamente para que el instrumentista la lea y la interprete. Y eso es lo que intento hacer, sin negar mi condición femenina, porque la autoridad pasa por la claridad. Por el vínculo que se establece entre director y músicos a partir de un gesto o una mirada”.

Se supone que el director -perdón, la directora- además de su función específica, debe imponer cierta disciplina.

“Si, siempre trato de mantener una disciplina que es necesaria para el trabajo musical. Hay momentos en los ensayos, claro, donde la disciplina se relaja un poco, a veces por circunstancias ajenas a ese trabajo. Además, hay alguna diferencia cuando uno es director invitado, al que siempre respetan más. Con el director invitado son más amables. Pero finalmente he llegado a una suerte de síntesis: cuando vos bajás la batuta, todos tienen que arrancar”.

La música como fenómeno social y educativo, ¿tiene reconocimiento en la Argentina?

“Creo que no. Creo que está subestimada. Se le debe reconocimiento a tanta gente talentosa, a figuras que no son reconocidas. El arte en la Argentina sigue siendo considerado por el Estado como una carga, no como una inversión.

¿Qué es la música para usted?

“Es mi mejor modo de entender al mundo y de hacerme entender. Toda mi vida está relacionada a la música, en ella están mis familiares, mis amigos más queridos. En ella está mi mejor conocimiento. Pero además yo fui combativa por amor a la música y también pagué el precio de ese pelea. Me costó irme del país por doce años”.

¿Le gustaría volver a dirigir en el Argentino?

“Sí, claro, me encantaría...

***********

De entrada vaciló, al ser interrogada sobre cuándo “entró” la música en ella. Recordó a unas primas que tocaban el piano en su casa familiar. Los chicos -como ella- no podían acercarse al piano. Entonces las miraba desde lejos. “Nos estaba prohibido entrar a la sala del piano”, recuerda. Pero ella igual entraba, cuando no la veían. “Levantaba despacio la tapa del piano y mi cara apenas si llegaba a la altura del teclado. Recuerdo el olor del marfil de las teclas...” Su casa estaba al lado de la panadería “La Sonámbula”. Claro, el bisabuelo italiano le puso ese nombre por el fanatismo que tenía por el músico Vincenzo Bellini, autor de la ópera que lleva el mismo nombre. De allí le ha de venir a Susana Frangi ese mandato, que ella cumple dirigiendo aquí y allá obras de Mozart, Verdi, Haendel o Rossini, acompañando en el piano a bailarines como Godunov, Bujones, Vassiliev o Nureyev, colmada ahora del trabajo y el placer de la música.

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