Escenas de la política, una película con final abierto

LA PRESIDENTA EN CARACAS, DONDE DESPIDIÓ LOS RESTOS DE HUGO CHÁVEZ

Por MARIANO SPEZZAPRIA

Twitter: @mnspezzapria

Los jueces de la Corte decidieron dar una señal de distensión a la Presidenta. El gobernador Daniel Scioli ratificó su alineamiento con el kirchnerismo. Las alianzas de oposición no se terminan de configurar. Los empresarios callan en público lo que dicen en privado sobre la marcha de la economía. Solamente los sindicalistas comienzan a cuestionar el modelo por la inflación, aunque no tienen votos. Todas escenas de una película que está en pleno desarrollo y que tendrá un final absolutamente abierto.

La muerte de Hugo Chávez se convirtió, en este contexto, en un catalizador para el guión de la política argentina. El líder bolivariano pasó a la inmortalidad dejando un legado que no puede ser alterado, más allá de los enigmas que plantea la sucesión en la propia Venezuela. Y su partida provocará reacciones en América Latina, especialmente en gobiernos que se sienten identificados con su ideario como el de Cristina Kirchner. Aquí, podría llegar a acelerar la velocidad de un proceso que parece encaminado.

Cada vez son más las voces que, en el seno del kirchnerismo, proponen llevar a la Argentina hacia un presidencialismo extremo, en el que pierde sentido la separación de poderes, como ocurre desde hace más de una década en la Venezuela de la era chavista. Esas voces propugnan el paso de la democracia republicana hacia otra de carácter plebiscitario, que convalida la cesión de toda la autoridad a una persona, según define la ciencia política desde los tiempos del gran intelectual alemán Max Weber.

Hasta qué punto estas elucubraciones emanadas de la mesa chica del kirchnerismo son proyectos ciertos, concretos, sólo allí pueden saberlo. Algunos sostienen que es una forma que encontró la Casa Rosada para ponerle un freno a la rebelión del peronismo, que sólo acompaña a su líder coyuntural “hasta la puerta del cementerio”. Otros, en cambio, advierten que la Casa Rosada intentará una última jugada para que la Presidenta siga en el poder más allá del próximo resultado electoral.

Esa lógica explica el empeño oficial por forzar definiciones en dirigentes como Scioli o el intendente Sergio Massa, una figura joven de recambio en el peronismo. Es decir: si el kirhcherismo decide avanzar hacia una definitiva “chavización” de la política argentina, debe contar con seguidores a ultranza, al estilo de La Cámpora, pero descartar a dirigentes o sectores que puedan plantear objeciones -de fondo o de estilo- al liderazgo unipersonal que se impondría en una etapa como la que se proyecta.

EL MENSAJE DE LA CORTE

La mayoría de los magistrados de la Corte ya advirtió esta intención detrás del paquete de proyectos de reforma de la Justicia que enviará en los próximos días la Presidenta al Congreso. Aunque eligió un posicionamiento inteligente: optó por apoyar los aspectos visiblemente más justos de la iniciativa -como que los jueces paguen el impuesto a las Ganancias- y esquivar un pronunciamiento en el corazón del planteo, que es la elección de los integrantes del Consejo de la Magistratura por el voto popular.

Por eso es muy posible que los supremos avancen en una acordada por el tema de Ganancias, pese a la presión de los jueces que verían fuertemente afectados sus salarios. También apoyarían el proyecto para dar publicidad al estado de las causas y a los bienes de los miembros del Poder Judicial. Pero solamente Eugenio Zaffaroni estaría de acuerdo con una nueva reforma al Consejo de la Magistratura. Se sabe que es muy consultado por el kirchnerismo, al igual que el ex juez español Baltasar Garzón.

La Justicia tiene muchos pliegues y suele dar señales contradictorias: cuando aún estaba digiriendo la protección que volvió a beneficiar al juez federal Norberto Oyarbide, una sala de la Cámara de Casación Penal revirtió un fallo de primera instancia y condenó al ex presidente Carlos Menem por el tráfico ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Es que, por más acuerdos políticos que se tejan y destejan, es imposible borrar de la historia hechos como la voladura de la fábrica militar de Río Tercero.

Otra investigación judicial descubrió una línea de continuidad con las prácticas del menemismo: el espionaje que se hizo sobre dirigentes sociales, empresarios y sindicalistas desde la Gendarmería Nacional, por el que los bloques de oposición en el Congreso ya pidieron la interpelación de la ministra de Seguridad, Nilda Garré, y de su segundo Sergio Berni. También apuntaron contra el senador Aníbal Fernández, quien estuvo directamente vinculado al mando de las fuerzas de seguridad en la última década.

Aunque más ruido hicieron los sindicalistas: la CGT Balcarce redactó un documento con el que empezó a poner en duda su condición de oficialista, en el que exigió una solución “inmediata” al dilema de la inflación. La central que lidera el metalúrgico Antonio Caló también reclamó la extensión del congelamiento de precios en los supermercados. Tal vez eso se los podría conceder Guillermo Moreno, que ya deslizó ante empresarios del rubro que la medida podría estirarse hasta octubre próximo.

ACUERDOS DOMeSTICOS

En octubre la definición gruesa de las elecciones tendrá lugar en la provincia de Buenos Aires, donde todavía no hay cierres concretos aunque sí aproximaciones como la que están ensayando ahora Mauricio Macri y Francisco De Narváez. El jefe de Gobierno porteño no pudo armar un candidato propio en territorio bonaerense y su acercamiento al “Colorado” -que a su vez mantiene una fluida relación política con el gobernador Scioli- es más por necesidad que por convencimiento.

Macri, tal vez el dirigente más claramente posicionado como referente antikirchnerista, también intenta convencer a Roberto Lavagna para que sea su candidato a senador en la Capital Federal, aunque el ex ministro sólo aceptaría acompañarlo como parte de un frente, mediante una postulación por el partido FE, que lidera el sindicalista Gerónimo “Momo” Venegas. El jefe de Gobierno observa con preocupación cierta descompresión de la poderosa masa crítica que se aglutinó el pasado 8 de noviembre.

Aquella marcha fue, en los hechos, un sonoro grito antikirchnerista. Según pudo saber EL DIA, ya se está preparando otra movilización de similares características, que los organizadores -siempre difusos, pero activos en las redes sociales- convocaron en principio para el jueves 21 de marzo. La fuerza renovada del Gobierno, demostrada en su avanzada sobre la Justicia; y la exaltación de la polémica figura de Chávez son dos de los temas a los que apelan para llamar a una protesta a nivel nacional.

Con su viaje a Caracas, acompañada de una nutrida delegación, Cristina Kirchner dejó en claro su apego por el líder bolivariano, pero también demostró sus límites al esquivar una foto con el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en momentos en que continúan las críticas al memorando firmado con Teherán que estableció una Comisión de la Verdad sobre el atentado contra la AMIA. En materia de política exterior, el único acuerdo nacional sigue siendo la soberanía de las islas Malvinas.

Por eso diputados y senadores del oficialismo y la oposición seguramente aprobarán esta semana en el Congreso un proyecto de declaración -de autoría del socialista santafesino Rubén Giustiniani- que rechaza referéndum al que fueron convocados los habitantes de las Malvinas para consultarles si quieren seguir siendo británicos. Se trata, por cierto, de una pregunta retórica que tendrá una respuesta cantada. Y que muestra como los plebiscitos pueden manipularse en términos políticos.