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Opinión |MIRADA ECONOMICA

Claves y reglas detrás de la disparada del dólar

28 de Abril de 2013 | 00:00
Claves y reglas detrás de la disparada del dólar

Por MARTIN TETAZ (*)

Twitter: @martintetaz

No tengo la menor idea de si el padre de Funes el memorioso y de Herbert Ashe acuñó alguna vez la frase, pero me gusta pensar que fue Borges el que dijo que la realidad es una exageración de la ficción.

La caricatura del devenir de los acontecimientos históricos en torno al dólar recordará siempre la frase que una calurosa tarde del duodécimo día de enero del 2013 esbozó una Presidenta del Banco Central llamada Mercedes Marcó del Pont.

“La suba del dólar es estacional” dijo, cargando las tintas de la disparada de la divisa en los argentinos que buscaban reales para veranear en Florianópolis, o directamente en Miami, para darle forma al estereotipo de burgués de derecha, en contraposición al cual el Gobierno busca definir su propia identidad.

Indiferente pasó el tercer jueves de marzo que le puso fin al fenómeno estival: nada volvió a ser como era entonces. Y tampoco el dólar.

CERCA DEL 10

Ridiculizados quedaron los 7,50 que a algunos le sabían caros en pleno enero, se vistieron de ocho en febrero, estrenaron traje de 9 esta semana y muchos se preguntan si falta mucho para que el número 10 brille en las espaldas del jugador estrella.

Lo cierto es que el precio del dólar en una economía debe guardar estrecha relación con el equilibrio del balance de pagos, o puesto en lenguaje más llano, debe bajar si entran más dólares de los que salen y subir en caso contrario.

Producto de la devaluación del 2002 y de los espectaculares precios internacionales de los productos que exporta nuestro país (léase soja), Argentina tuvo un fuerte superávit de sus cuentas externas desde el 2003 y hasta el 2007, período en que las reservas de oro y divisas crecieron en promedio 6.877 millones de dólares por año.

Pero el Gobierno chocó la Ferrari al enfrentarse con el campo en el 2008 y las condiciones de inestabilidad e incertidumbre generadas por sus políticas (léase cambios impositivos + estatización de jubilaciones) condujeron a una salida de capitales de 9.206 millones de dólares, por la que se esfumó el superávit externo que había logrado el Presidente anterior.

Entre julio del 2008 y julio del 2009 volvió la devaluación y el billete verde oficial saltó de $3,00 a $3,80 lo que redundó en una recuperación económica muy significativa que permitió recuperar el resultado positivo del sector externo. Las reservas volvieron a crecer 1.346 millones ese año y unos saludables 4.157 millones de dólares en 2010.

Pero en los dos años siguientes, entre julio del 2009 y similar mes del 2011, el precio del dólar legal subió solo un 7,5% en un contexto en que la inflación aumentó un 50%. Resultaba entonces evidente que el dólar no aumentaba como lo hacían todos los demás productos de la economía, desde la polenta hasta los autos, pasando por la ropa y los alquileres. Traducido al castellano, nuestra economía se volvió muy costosa en dólares, con una pérdida de competitividad que nos colocó en una situación similar a la del 1 a 1 de los ’90 o la plata dulce de principios de los ’80.

La incertidumbre volvió a apoderarse de los mercados y las reservas cayeron 6108 millones en 2011 y 3.305 millones en 2012, reflejando el rojo del sector externo.

El total de reservas, que constituyen el pulmón que permite respirar a la economía, cayeron de 50.464 millones de dólares en marzo del 2008 a menos de 40.000 la semana pasada.

En contraste, la cantidad de billetes y monedas domésticos, esos que alternan entre la cara de Roca y la Evita, se multiplicaron por 3 en el mismo lapso y no se necesita ser un economista sofisticado para darse cuenta que entonces la relación de cambio entre los pesos y los dólares no puede mantenerse sin cambios y debe reflejar esa dispar evolución.

Lo que vino después es el intento de tapar el sol con las manos, de administrar el mercado de cambios cerrando cualquier posibilidad de que los particulares demanden dólares, o para expresarlo sin eufemismos; el cepo.

EL MERCADO NEGRO

Así las cosas, mientras el dólar oficial desangra las reservas sin prisa pero sin pausa, todo aquel que busque divisas como reserva de valor de sus ahorros, para una operación inmobiliaria o simplemente para viajar al exterior (sí, incluyendo Miami) debe procurárselas en el mercado paralelo, allí donde las autoridades hacen la vista gorda a los controles (ignorando el lavado, por ejemplo) y permiten operar a los agentes que desde las cuevas mueven los millones que representa el turismo que no paga con tarjeta y el ahorro de las clases media alta y alta; unos 10.000 millones por año.

En ese terreno las únicas reglas son las de la oferta y la demanda, que terminan convalidando precios que sí reflejan la inflación, la escases de dólares y también por supuesto, sucumben cada tanto presa del pánico y de las corridas especulativas.

El dólar entonces sube porque hay pocos dólares y muchos pesos, porque el mercado paralelo es pequeño y sin controles del Banco Central y porque los argentinos perciben que la economía está estancada y saben que históricamente, en cada una de sus incontables crisis, el que estuvo en dólares quedó a salvo.

Buscan el dólar como el ansioso busca el Rivotril, como ancla de certidumbre, como seguro en un país donde el ministro de Economía sólo se quiere ir.

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