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Revista Domingo |NOTA DE TAPA

El despertar de los volcanes

Dos años atrás fue el Puyehue. Ahora es el Copahue. Pero en la Cordillera hay otros 500 volcanes que pueden “despertar” en cualquier momento. Especialistas platenses explican cómo funcionan estos gigantes dormidos

2 de Junio de 2013 | 00:00

Hace dos años, el Puyehue inundó de cenizas a casi todo el sur argentino, obligó a evacuar a cientos de personas, alteró los vuelos, el turismo, el sector agropecuario y la vida en general de miles de habitantes. Y ahora, es el Copahue el que mantiene en vilo a poblaciones argentinas y chilenas con sus amenazas de fumarolas, magma y temblores, mientras otros gigantes dormidos que se levantan a ambos lados de la Cordillera inquietan con la sola posibilidad de que algún día despierten.

A todos ellos, científicos de los dos países siguen muy de cerca en un monitoreo permanente que pueda prever situaciones de riesgo. Entre ellos, expertos de la facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP, como la doctora Gabriela Badi, geofísica, docente e investigadora platense que, cuando el que se llevaba la atención era el volcán Puyehue, ya alertaba que había que estar atentos a la actividad fumarólica y sísmica del Peteroa y del Copahue, justamente el que desde hace pocas horas activó todas las alertas rojas.

“Es que después del terremoto de Chile de febrero de 2010 -describe la científica platense- la actividad sísmica del volcán Copahue aumentó, al igual que la temperatura y acidez del agua de la laguna que tiene en su cráter, indicando la presencia de magma joven que interactuaba con los sistemas hidrotermales”.

“La crisis sísmica -agregó- se acentuó a partir de julio de 2012, culminando en un proceso eruptivo menor el 22 de diciembre pasado, que duró pocos días. Luego de ese episodio el volcán mantuvo cierta actividad sísmica por encima de su nivel de base conocido, por lo que el alerta continuó siendo amarillo. Y si bien a principios de abril el descenso de actividad sísmica y fumarólica permitieron al Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (SERNAGEOMIN), bajar el alerta a verde, una explosión ocurrida el 7 de mayo, con emisión de gases (vapor de agua) y algo de cenizas, así como la observación de incandescencia nocturna, llevaron a elevar nuevamente el nivel de alerta a amarillo, y de allí en más la actividad sísmica se fue incrementando con presencia de eventos de fractura (VT) someros y movimiento de fluidos (LP)”.

EL SEGUIMIENTO DEL COPAHUE

La doctora Badi cuenta que “mediante imágenes satelitales, obtenidas por la Nasa, pudieron detectarse aumentos importantes de temperatura en el cráter, una pluma de gases de 100 km de extensión, así como un incremento del contenido de dióxido de azufre atmosférico, por lo que el alerta fue elevada a naranja el 23 de mayo. Asimismo, mediante datos satelitales, se pudo ver que el volcán se estaba deformando, inflándose como lo hace una torta cuando se la calienta desde abajo en el horno”.

En el detalle del seguimiento de este gigante de 2925 metros de altura, la experta del Observatorio platense apunta que “ya hacia el 24 de mayo último, los eventos sísmicos de baja magnitud se producían tan frecuentemente que la secuencia se parecía a un tremor espasmódico de alta frecuencia, asociado a pequeñas explosiones acompañadas de emisión de gases y pequeña cantidad de cenizas. Ya para entonces el lago del cráter estaba seco, la temperatura del fondo era de 200°C y se observaban tres fumarolas (dos de vapor de agua y gases azufrados y una de gases con cenizas), mientras que la actividad sísmica siguió aumentando hasta alcanzar un promedio de 455 eventos por hora, con presencia de altas y bajas frecuencias, sugiriendo el movimiento ascendente de un cuerpo magmático somero”.

“Sumado a esto -agrega la doctora Badi- la ocurrencia de una explosión asociada a un sismo de muy baja frecuencia y a un evento volcanotectónico en la noche del 26 de mayo, hicieron que se cambiara el nivel de alerta a rojo en la mañana del 27 de mayo”

LA ERUPCION TAN TEMIDA

Si bien el volcán Copahue presenta en sus antecedentes erupciones de magnitud baja a moderada de tipo freático o freatomagmáticas (por la interacción del magma con agua de los sistemas hidrotermales), no se descarta que en esta oportunidad el proceso evolucione a una erupción mayor.

“La disminución de la emisión de gases en relación al alto nivel de actividad sísmica registrado -grafica la geofísica de la UNLP- así como los ruidos producidos por las explosiones, hacen pensar que los conductos pueden estar obstruidos (las condiciones meteorológicas impiden la observación directa del fondo del cráter) e incluso que podría estar construyéndose un domo o tapón de lava muy viscosa. En este caso, la presión del magma ascendiendo podría generar un proceso explosivo mayor al de diciembre de 2012. Y por otra parte, la presencia de nieve y los ríos que nacen en el volcán, podrían causar la generación de lahares o flujos de barro, por lo que se debe prestar atención, y por eso se decidió la evacuación de las localidades aledañas”.

LOS COLOSOS DE LA CORDILLERA

Muchos de los volcanes en nuestra cordillera se encuentran en la zona limítrofe con Chile. Y aquellos ubicados en suelo chileno, y por efecto de las corrientes de aire que provienen del Pacífico, suelen esparcir sus cenizas en suelo argentino. Esto en caso de erupcionar, aunque en el interior de un volcán suelen suceder muchos otros episodios, algunos de los cuales se pueden predecir y otros no.

Sobre el particular, Alberto Caselli, doctor en Ciencias Geológicas, explica que “si el volcán está monitoreado con instrumentos, se va registrando la sismicidad que se produce cuando la lava intenta subir a la superficie dentro de la estructura del volcán. La sismicidad no se puede predecir, pero su ocurrencia y las características de los eventos permiten predecir la erupción”.

“En un volcán -añadió- se registran distintos tipos de eventos sísmicos. Algunos están asociados a ruptura de rocas como en los grandes terremotos destructivos, pero con muchísima menos energía. Los terremotos Volcano-Tectónicos, como se llaman, suelen ser de magnitud no mayor que 4. Por eso, la sismicidad volcánica en sí misma no es peligrosa. También se registran eventos asociados a movimiento de fluidos dentro de los conductos volcánicos, y en las fracturas en la estructura del volcán, estos eventos pueden ser de dos tipos, híbridos o de largo período”.

Según señalan los especialistas, un tipo de evento característico de la fase pre-eruptiva de estos volcanes es el tremor que puede presentarse como una sucesión de eventos híbridos o de largo período que dura a veces varios minutos, horas o días. Además están los eventos explosivos, que se asocian a la liberación de gases y que suelen ligarse a la visualización de emanaciones de gases y cenizas en el cráter.

Y con respecto al tipo de escalas o registros que se tienen en cuenta para clasificar al volcán y luego a su erupción, los doctores Caselli y Badi explican que “por su forma, los volcanes se clasifican según la estructura que tengan. Cuanto más viscosa sea la lava, más grande será el edificio volcánico. También se clasifican las erupciones según los materiales arrojados por el volcán y el grado de violencia asociado. Las erupciones varían desde tranquilas o efusivas hasta muy violentas o altamente explosivas”.

COMO SON LAS EXPLOSIONES

Para cuantificar el grado de explosividad de las erupciones, se ha propuesto un Indice de Explosividad Volcánica (IEV), que corresponde a una escala subjetiva del 0 al 8, la cual pretende asignar una magnitud relativa.

Los tipos de erupciones definidas son las Hawaianas: (IEV 0-1), que son erupciones tranquilas, de magmas pobres en sílice, no explosivas. El magma muy fluido, alcanza el cráter principal, puede formar surtidores y fluye formando “ríos de lava”. Un ejemplo fueron las erupciones de los volcanes de Hawaii y Etna, cuya composición típica fue la basáltica.

Luego le siguen las estrombolianas (IEV 1-3), que pueden o no presentar coladas de lava, pero sí eyección de piroclastos tipo escoria. Producen columnas eruptivas, desde 0,1 a 5 km de altura.

También están las subplinianas (IEV 3-4) que presentan eyección de escorias o pómez, con una columna eruptiva de entre 5 y 20 km, como ocurrió en la erupción del volcán Cordón Caulle en 1960 y del Calbuco en 1961.

Le siguen luego las plinianas (IEV 4-6) que son altamente explosivas. Aquí el típico material eyectado es la piedra pómez, característico de magmas muy ricos en sílice. En este tipo de erupción, la columna puede alcanzar hasta unos 40 km de altura.

En el caso de las ultraplinianas (IEV 6- 8), la columna se eleva sobre los 40 km, y no hay ejemplos históricos de este tipo de erupciones catastróficas. El volcán Maipo tuvo una erupción de este tipo hace 450.000 años y el volumen de piroclastos alcanzó hasta 500 km.

También se han definido erupciones freatomagmáticas, las cuales ocurren cuando el magma entra en contacto con aguas subterráneas. Su IEV varía de 2 a 4, y se caracterizan por presentar un hongo con gran cantidad de vapor de agua, cenizas y fragmentos de rocas, como ocurrió con el mismo volcán Copahue en 1992.

EL SEMAFORO DE LAS ALERTAS

Cuando un volcán comienza a mostrar signos de su despertar, existen “semáforos” que se establecen de acuerdo a la actividad característica de cada volcán, pero siguiendo ciertos estándares de acuerdo a los estudios realizados en muchos volcanes.

Este semáforo tiene los colores típicos verde, amarillo y rojo, pero a su vez existen niveles de alerta numerados del 0 al 7, donde el 0 es el nivel de base, el 5 es erupción inminente, el 6 es la erupción propiamente dicha y el 7 es la post-erupción.

“En la Cordillera de los Andes -explican los especialistas- a lo largo de la zona limítrofe argentino-chilena se encuentran más de 2000 volcanes. Fundamentalmente localizados sobre Chile, aunque algunos como el Tupungatito, San José, Maipo, Peteroa, Copahue y Lanín se encuentran en el límite entre los dos países. Más de 500 de esos volcanes son considerados geológicamente activos, y unos 60 con registro eruptivo histórico, dentro de los últimos 450 años.”

“Se pueden ver dos zonas volcánicas a lo largo de la Argentina -agregan- al norte se observa parte de la zona volcánica central andina, y la zona volcánica sur, separadas por una zona intermedia con un escasísimo volcanismo neógeno-cuaternario que coincide con la región de mayor actividad sísmica del país”.

En este “mapa”, cada volcán tiene sus propias características. Por ejemplo los volcanes andinos -según se describe- se caracterizan por erupciones explosivas, con abundante emisión de tephra (fragmentos de roca volcánica de tamaños diversos), gases y algo de lava. Y como el magma que asciende es muy viscoso por tener composición más bien ácida, son erupciones más violentas que las erupciones del tipo hawaiano, con sus torrentes de lava tranquilos y predecibles.

Cerca del volcán, a su vez, en sus laderas, los productos sólidos arrojados pueden tener dimensiones considerables (hasta 2 metros) y se denominan “bombas”. Las cenizas pueden tener diferentes granulometrías (incluso menos de 1 mm), como se ha visto en las filmaciones hechas en Bariloche con la erupción del Copahue.

Y en cuanto a la duración promedio de estas actividades volcánicas, los expertos coinciden en que es muy difícil establecer la duración de una erupción, ya que hay erupciones que pueden durar días, semanas y hasta años. El volcán Chaitén, por ejemplo, entró en erupción en mayo de 2008 y recién ahora se ha bajado su nivel de alerta a verde. Se han hecho intentos de relacionar el volumen de material emitido en una erupción con la velocidad de emisión para estimar duración, pero todavía queda mucho por analizar.

También se destaca que cuando ocurre una erupción de tipo explosiva, el peligro más temido lo constituyen los flujos piroclásticos. Estos se dan generalmente próximos al volcán cuando la columna eruptiva de cenizas y gases que se eleva desde el cráter, se desploma hacia el suelo por una combinación de las propiedades físicas del material arrojado, las corrientes de circulación de aire y la topografía en las laderas del volcán. Cuando la nube baja hasta el suelo de esa forma, sigue viajando a grandes velocidades (unos 250 km/h) y al estar aún cerca de la fuente de emisión, es una nube ardiente que destruye todo a su paso.

También la columna eruptiva contiene gases que se expanden en la atmósfera y pueden producir cambios como el oscurecimiento o enfriamiento. Una nube eruptiva consiste fundamentalmente de vapor de agua y gases como el dióxido de carbono y dióxido de azufre, aunque puede haber otros gases presentes en una concentración mucho menor como el cloruro de hidrógeno, el sulfuro de hidrógeno y el fluoruro de hidrógeno.

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