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Séptimo Día |TENDENCIAS

La primera película de la historia de La Plata

Un director de cine que pudo ser espía nazi. Una película que pudo servir como fachada para el gobierno de Hittler. Una historia que puede ser realidad o ficción o las dos cosas

9 de Junio de 2013 | 00:00

Por JOSE SUPERA
Escritor

1.

Un nazi desnudo envuelto en su bandera en un cuarto de algún hotel de una extraña Buenos Aires allá por el año 1943. Un día nublado. De fondo y en un disco de pasta suena el Opus 4 o la Sonata para Violín de Mendelssohn. Luz de un cielo negro entrando por la ventana. Luz de un cielo negro que vuelve a este personaje más oscuro y lo dota de sombras siniestras. Hans Langsdorff se llama. Capitán sin su barco, pero con su locura. Prisionero de guerra, pero también de sus fantasmas. Ahora tiene su luger en la mano. Luger: típica pistola alemana. Piensa en todas las batallas que ganó con su acorazado de bolsillo Graf Spee. El Río de La Plata fue su cauce final, porque ahora él también está hundido como también lo están todos sus enemigos con sus barcos. Pero ahora sólo piensa en la pistola que se apoya a la altura de la sien. No tiembla, está seguro. Sabe que no queda opción que morir con gloria. Grita algo en alemán y esta vez la luger no se traba y dispara y se vuela los sesos.

2.

Y así termina esta historia. O mejor así empieza. Porque para entender el final de las cosas uno debe ir al comienzo. Y el comienzo de esta historia habla de una película. La primera película en la historia de la ciudad de La Plata. Con ustedes, Sombras en el río.

3.

Y ahora imaginá a un hombre envuelto de niebla y misterio. Imaginalo así, caminando, llegando desde la niebla, viniendo desde la bruma. Es Jean Jacoby Renard, director de cine y escenógrafo y también decorador. Personaje misterioso que apareció de la nada y a la nada volvió, porque nunca más se supo de él. Francés. O no. Porque su acento no lo revela como tal, sino como alemán o austríaco. Eso dicen los platenses que lo conocieron cuando una mañana llegó a La Plata. A sus espaldas, venía la misteriosa productora X Film. Instalaron una pequeña oficina en el centro de la Ciudad. Desde ahí buscaban fondos entre los empresarios platenses para poder realizar la primera película de ficción de nuestra región. Muchos se entusiasmaron con la proposición de este hombre que venía desde Buenos Aires dos veces a la semana con un productor gordo que traspiraba. Tenían el guión y no mucho más que eso y prometían que los que colaboraran económicamente podrían llegar a tener una aparición en la historia de un triángulo amoroso que sería rodada casi en su totalidad en el río. Pero faltaba lo más importante de todo. Había que conseguir un barco.

4.

Y uno de los vecinos que había colaborado con su propio dinero conocía a otro vecino que no podía poner dinero, pero sí podía prestar su pequeño barco durante la travesía en el río que suponía la filmación. Sólo pedía una cosa. Comandar él su propia nave y tener un papel en la película. El papel de capitán.

5.

Para filmar, Jean Jacoby Renard trajo su séquito de técnicos. Hombres de rasgos afilados y miradas heladas que apenas hablaban español. Lo raro era que todos tenían el mismo acento germano que el director y que sólo se comunicaban entre ellos. El rodaje en el río fue lo que más duró. Fueron varias semanas arriba del buque. El idioma francés con acento germano de Renard y su producción seguía desconcertando a todos. Fue durante el período de filmación río adentro que cambió de humor. Si antes sonreía, ahora estaba serio, no ido, pero sí como en otra parte, filmando largas tomas de estuarios y ensenadas, como poseído por algo que iba más allá del lente. Dicen que filmaba más al río que a los actores. Era como si el río lo hubiera hechizado. Pero también a su séquito de técnicos, porque si antes eran amables con los trabajadores y los vecinos que habían colaborado económicamente, ahora eran fríos y distantes y hasta los trataban mal. Filmaban cortas escenas con los protagonistas y después hacían largas tomas del río. Tenían instrumentos extraños para medir las profundidades, hacían fotografías desde diferentes ángulos. Después de varias semanas la producción llegó a su fin. Pero el misterio recién empezaba.

6.

Sombras en el río se estrenó en La Plata y Buenos Aires. Era una película chata que hablaba de una historia de amor entre jóvenes proletarios. Hubo una avant premiere en nuestra Ciudad y un cóctel en el que Renard apareció un rato y se lo notó molesto y luego se fue. Pasaron los días y las semanas y los meses y los empresarios platenses que habían colaborado en el film no podían rastrear a Jean Jacoby Renard. La oficina que habían puesto en la Ciudad había sido desmantelada. Las oficinas que decían tener en Buenos Aires no existían. A Renard y a la X Film se los había tragado la tierra. Era el año 1939. Todo el mundo estaba pensando en la Guerra Mundial.

7.

La teoría dice que Jean Jacoby Renard hizo espionaje para los nazis desde nuestra Ciudad. Supuestamente era alemán y tenía fuertes conexiones con el gobierno de Hittler. Entonces, la primera película de la historia de nuestra Ciudad fue en realidad una fachada para cartografiar y conocer en profundidad y en distancia el Río de La Plata. Por qué. Porque unos meses después del estreno de la película, más precisamente en diciembre del 1939, llegaba al Río de La Plata el acorazado alemán, el Almirante Graf Spee.

8.

Y unos días antes de la Batalla del Río de La Plata, el acorazado alemán se movió por nuestras costas con total libertad y conocimiento, como si realmente tuvieran mapas y planos de nuestras costas, como si alguien hubiera hecho inteligencia para los alemanes. La Batalla del Río de La Plata fue entre ingleses y alemanes. Hubo más de 100 muertos y obviamente los alemanes terminaron prisioneros en Uruguay y después muchos fueron exiliados a Buenos Aires. Entre ellos estaba el capitán Hans Langsdorff, que terminó solo y sin custodia en la habitación de un hotel en Buenos Aires, desnudo y loco y envuelto en su bandera alemana, gritando heil Hittler y pegándose un tiro en la cabeza que todavía suena en las costas del olvido.

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