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El hombre de las mil vidas y una

Carlos Moreno, actor, director y autor teatral. Su infancia y juventud en La Plata. Boxeador, jugó en Estudiantes, estudió paracaidismo, paleó nieve en Berlín, trabajó como extra en superproducciones de Hollywood

16 de Junio de 2013 | 00:00
CARLOS MORENO
CARLOS MORENO

Por MARCELO ORTALE

Jugó en las inferiores de Estudiantes de La Plata, fue boxeador aficionado, intentó ser paracaidista y piloto de aviación, fue cantante profesional, viajó a Europa en los 60 y ganó dinero paleando nieve en el Berlín de la posguerra, trabajó en España como extra en algunas superproducciones de Hollywood, pero esas y todas las demás vidas que tuvo no lo distrajeron de su pasión central que fue y sigue siendo el teatro.

“El teatro es mágico y además te completa culturalmente. Podés estar físicamente muy mal, pero salís a escena y algo pasa. Una vez sufrí una doble distensión de ligamento cruzado, no podía caminar y se venía el estreno. No pedí reemplazo, se alzó el telón y en el escenario no sentí ya ningún dolor, ya estaba en el personaje”.

Hijo de Don Antonio Moreno gasista de oficio y de la enfermera Pilar Gómez de la Mata, ambos oriundos de Cádiz, nació en La Plata el 29 de agosto de 1938 y vivió primero en el barrio de 4 y 42. Dos años después muere su padre y la familia se traslada a Mendoza donde reside cuatro años para regresar luego a nuestra ciudad, al barrio de 9 y 35. Hace la primaria en la escuela de 8 y 38.

“Viví una infancia y una primera juventud felices hasta fines de los 50. Allí con Jorge Delía, Carlos Martínez y otro amigo decidimos ir de aventureros a Europa”, donde trabajarían como extras en “55 días en Pekín” filmada por actores de renombre como Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven, entre otros. También fue extra en “Sherezade”, con Anna Karina, Giuliano Gemma y Fernando Rey, para completar una trilogía con otra película también filmada en las afueras de Madrid y protagonizada por Broderie Crawford. “Ganamos mucha plata con esos papeles menores. Pudimos vivir varios meses en Europa con ese dinero”.

Allí, con sus amigos platenses y otros argentinos formó un conjunto coral que alcanzó a grabar en RCA Víctor. “Cantábamos a cuatro voces… Estaban el Negro Lestard y Jorge Fernández. Eramos como los Huanca Huá. En ese entonces andaban Los Cinco Latinos en auge en España y una vez cantamos en la misma audición. Años después Estela Raval vino a una función teatral mía y yo le pregunté si se acordaba de aquel recital... Se acordaba perfectamente”.

Cada vez que Moreno se pone a hablar inaugura algún universo y empieza a narrar algún capítulo original de su vida. “Bueno, antes de ir a Europa estudié dos años música y pintura en Bellas Artes… y mientras tanto jugué en las divisiones inferiores de Estudiantes. Era muy buen volante y también wing derecho. Conmigo jugó el Gallego Stringa, que llegó a primera. Recuerdo los muchos consejos que nos dio aquel ídolo de Estudiantes, Walter Garcerón”.

Actor y ahora también director y docente de teatro, comenzó su trayectoria en la Comedia provincial para irse luego a la capital federal y estudiar con grandes de la talla de Carlos Gandolfo, Augusto Fernándes, Agustín Arezzo y Hedy Crilla. “Fuimos a perfeccionarnos con Lito Cruz y Federico Luppi. Aquellos directores hacían un teatro distinto, te iluminaban”, recuerda.

En televisión y cine trabajó en El deseo de vivir; La rabona; Los hijos de López; Hay que educar a Papá; El poder de la censura; Seré cualquier cosa, pero te quiero; La bonita página; Refugio en la ciudad; Veredicto final; Gasoleros; Maridos a domicilio; Los secretos de Papá; Televisión por la identidad; Don Juan y su bella dama; Caín y Abel. Ahora está filmando Farsantes, con la producción de Adrián Suar. También ahora actúa los domingos en la sala porteña Siranuh, en la obra La Extraviada.

Y como director acaba de dirigir en La Plata un clásico de Moliere –El enfermo imaginario- conduciendo a los actores platenses Emilio Rupérez, Javier Guereña, Carolina Painceira, Alejandra Bignasco, Fabio Prado González, Diego Aroza, Marcelo Allegro, Luciano Guglielmino, María Laura Albariño y Magdalena Salotti.

En los más importantes escenarios porteños dirigió Don Juan; Extraña Pareja; Pequeño Matrimonio Ilustrado; Pijamas; Un amor de aquellos; Cuba y su pequeño Teddy; Millonarios de Betancur; Boeing Boeing e interpretó como actor en muchas grandes producciones teatrales.

Se casó la primera vez muy joven y tuvo un hijo, Pablo, que vive en La Plata y trabaja en la producción teatral. Y un segundo hijo, Rodrigo, con su actual mujer que es la actriz Adriana Aizemberg. Rodrigo es director de cine.

Toda su familia está relacionada al teatro y al cine. El arte es una suerte de patrimonio familiar…

“Viene de lejos, de antes. Mis abuelos tenían un teatro en Málaga…”

¿Pero usted, con esa vida tan variada, cómo llega al teatro?

“Siempre sentí que el teatro me gustaba. Pero todo empezó cuando yo tendría unos 17 años y cruzaba la plaza Italia. Ahí vi un cartel que decía Teatro La Lechuza, que quedaba en 7 y 45, y decidí ingresar con Lisandro Selva. Después recorrí otros escenarios y junto a Juan Carlos de Barry creamos el grupo Los Duendes, en el salón de La Protectora”

¿No le quedó en el tintero alguna otra actividad suya en esas épocas?

“Claro que sí... fui boxeador. Eran exhib iciones, casi peleas con público y tuve dieciséis presentaciones en el club que había en 33 entre 9 y 10. El que manejaba el box se llamaba José Cipolla y cada tanto venía a casa, tocaba el timbre y me decía, Morenito hay que pelear... te ganás unos pesitos y a mí me tenés que salvar… Y yo no le fallaba. Pero en la pelea 17 me tocó enfrentar a un morochito que me miraba serio… Alguien me dijo, mirá que es del Luna Park... Me cagó a trompadas. Nadie me pegó tanto como ese tipo y ahí terminó mi carrera de boxeador, fue mi despedida”

Con una vida como la suya, con esa extroversión vital, seguramente que no le costó mucho pararse en un escenario…

“Al contrario, soy tímido. En realidad casi todos los actores somos muy tímidos o tenemos un costado de timidez. Siempre digo que el teatro es un campo de experimentación muy grande y el actuar sirve para expresarse”.

¿Algún otra profesión, oficio, trabajo independiente…?

“Y sí… hice en el Aeropuerto un curso de paracaidismo. Alcancé a tirarme de la torre con esos correajes... Y después quise ser piloto comercial con un compañero mío del primario, que se llamaba Balbuena. También dejé. En 1971, cuando partía desde Ezeiza a Europa en un avión 707 de Aerolíneas siento por el parlante una voz que dice: Buenas noches señores pasajeros, los saluda el Comandante Balbuena…. Tuve un presentimiento, hablé con la azafata y le dije dígale a Balbuena que está Morenito en el pasaje… Y apareció de inmediato… emocionado… ¡era Balbuena, mi amigo, se había recibido de piloto!”.

Pasados los 60 fue a Alemania y allí también buscó trabajo en las calles…

“Alemania salía de la guerra, había pocos hombres, sobraba el trabajo. Fuimos con varios argentinos. Me acuerdo que fuimos al consulado de Berlín, que estaba a cargo de un diplomático Córdoba Moyano. El nos indicaba dónde había trabajo. Pagaban todo muy bien. Así que paleamos nieve, por ejemplo. En esos días levantaban el muro de Berlín… Donde yo estuve siempre pasaba algo importante. Después estuve en las olimpíadas de Munich, haciendo teatro, cuando se produjo el cruento atentado contra la delegación de Israel”.

¿Quiénes son los actores que más admiró?

“James Dean. Me pareció maravilloso. Yo quería ser como James Dean”

¿Ninguno más?

“Si, claro, hay tantos. Pero ahora quiero mencionar a Marlon Brando y a Dustin Hoffman”.

¿Y de los actores argentinos?

“También hay muchísimos. Nombraré algunos pocos, que acaso están siendo un poco olvidados: Tita Merello, Olinda Bozán, Luis Arata... este último, Arata, fue un actor maravilloso, con mucha escuela”

¿Todavía se pone nervioso cuando como actor le toca salir a escena?

“Ya no. A esta altura ya no. Acaso algún cosquilleo antes del estreno… ¿Sabe qué pasa? Te gana el oficio. Uno tiene ya la técnica. Si uno no se siente como en su casa cuando sube a un escenario ¿en qué otro lugar puede sentirse así?”

***

Moreno y su mujer viven hace 22 años en una vieja casa de estilo francés, en el barrio porteño de Congreso. Esa casa fue de los Bioy Casares y alguna vez vivió allí, un tiempo, el escritor. Queda en pleno centro pero “se escucha el canto de los pájaros…”, dice. Allí el actor prepara sus obras, las que dirige, las que escribe, aquellas en las que actuará. A veces recuerda a sus viejos amigos platenses, a Favero, a Pocho Lapouble: “Y es cuando siento que nunca me fui”, dice. Parte de la entrevista tuvo lugar en el Café de los Angelitos, de Rivadavia y Rincón, donde alguna vez cantó Gardel... Si también Moreno –dice- podría hablar largamente del tango porque...

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