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“Un delito con penas de hasta cuatro años de prision”

30 de Junio de 2013 | 00:00

POR Raul Martinez Fazzalari *

En cada oportunidad en que un personaje público es víctima de un delito informático, como la divulgación de sus imágenes o videos, parecemos darnos cuenta de las consecuencias que la tecnología tiene sobre nuestra vida. Surgen entonces los debates sobre los límites que debe haber sobre la intimidad, las imágenes y la privacidad. Cuando se difunden imágenes de menores de edad esos temas quedan relegados a un segundo plano en razón de los derechos afectados por la exposición de chicos ante un público masivo y anónimo. Desde el nacimiento y expansión de Internet y en particular el uso de las redes sociales, hemos asistido a infinidad de explicaciones que tratan de racionalizar el fenómeno global de las comunicaciones interactivas. Ninguna respuesta, ya sea sociológica, técnica o jurídica, logra ser abarcativa y completa sobre el tema. La cantidad de aristas que tienen estos temas, no expone en forma satisfactoria las conductas llevadas a cabo por estos medios. Con la reciente difusión del video de una alumna de 13 años de la Ciudad de La Plata, nos enfrentamos ante la pregunta de si somos realmente conscientes de los peligros y daños que se pueden cometer contra terceros en el uso de los datos, fotos o videos de los dispositivos electrónicos y su difusión pública. Y si somos capaces de medir las consecuencias que tienen para los jóvenes en plena edad de formación, la difusión de sus imágenes íntimas.

CONSECUENCIAS JURIDICAS

No voy a profundizar sobre los motivos que llevan a una persona, mayor o menor de edad a registrar situaciones privadas ya que los desconozco. Pero si tratar de entender las consecuencias jurídicas de estas acciones. Nuestro código penal establece claramente que la difusión, facilitación y divulgación de imágenes de menores de 18 años con fines sexuales se pena con 6 meses a 4 años de prisión. Ello se complementa con lo dispuesto en otras leyes en que la imagen de una persona no puede divulgarse sin su consentimiento expreso. Es claro que la violación del derecho a la intimidad de los datos, comunicaciones o imágenes personales es delito. Estos derechos están reconocidos en nuestra Constitución Nacional.

DIFICULTADES TECNICAS

A la humillación de la exposición pública padecida, hay que sumar las dificultades técnicas o probatorias que tendrá la investigación sobre el apoderamiento de las imágenes y su ingreso a las redes sociales. Más complejo será luego eliminarlas para siempre de Internet. Surge inmediatamente la duda de hasta donde somos conscientes como adultos (sin mencionar a los menores) de lo que está ocurriendo: hay personas dedicadas al rastreo, apoderamiento y acceso de todo tipo de documentos, imágenes y videos con fines delictivos. Tres aspectos conforman el universo del problema y todos en su conjunto hay que tenerlos en cuenta a la hora de abordar la temática. Estos son: los aspectos jurídicos, que abarcan las circunstancias que están o no contempladas en nuestra legislación, los tipos penales previstos por el legislador y aquellos para los que no hay penas. El segundo aspecto son las variables tecnológicas, programas de filtrado, códigos de seguridad o claves de acceso. Y el tercero y tal vez el más complejo, es el que comprende los aspectos educativos, de formación, información y prevención sobre las acciones de los menores de edad en el uso de las tecnologías. Este último el más difícil de abordar ya que no hay parámetros prefijados. Es necesario recurrir al diálogo con los menores, comentarles los peligros existentes en las redes, explicarles que existen personas que se dedican a rastrear datos personales ya sea para obtener un beneficio económico o lograr una finalidad sexual. Informales que las consecuencias de algunas acciones que se efectúa en ámbitos que parece virtuales, pueden acarrear problemas (en el presente o en el futuro) para uno o para terceros en la vida real. Y que luego, tratar de revertir los datos, imágenes o videos ingresados se torna muy dificultoso cuando no imposible. Es sorprendente observar el uso indiscriminado de información que subimos; viajes, vacaciones, familia, colegios, amigos, todo ha pasado a ser parte de un escenario público y masivo en donde no creo que hayamos tomado conciencia que una nueva categoría de apropiadores de los ajeno se está gestando. La vieja confrontación entre los valores de privacidad y seguridad parece tener más vigencia que nunca, aunque debemos ser conscientes que el límite de lo privado se va estrechado cada vez más aunque no lo parezca.

* Abogado especialista en delitos informáticos

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