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Opinión |ENFOQUE

No es la economía, es la política, estúpido...

12 de Julio de 2013 | 00:00
No es la economía, es la política, estúpido...

Por SERGIO PALACIOS (*)

“Es la economía, estúpido”. Así sentenció W. J. Clinton en la campaña presidencial de 1992 en los EE UU. En un país desarrollado podría ser cierto (solo podría). Pero en la Argentina, el ancho estómago de la política devora todo, aún los ciclos económicos más favorables. Basta analizar la situación “objetiva” de nuestro país y compararla con la realidad “objetiva” de Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia. Ninguno de nuestros vecinos tiene los problemas que hoy se agudizan en la Argentina: alta inflación, caída de la inversión, fuga de capitales, crisis de todo el sistema energético. ¿Por qué con el mismo ciclo económico favorable a lo largo de 10 años los resultados son tan disímiles? La respuesta podría ser: “no es la economía, es la política, estúpido”.

Entendemos que en la Argentina existe una profunda crisis política que es generadora de problemas económicos, y la creencia que la relación es inversa sólo tiene como resultado la profundización de los últimos. Esto también es debatido en la actual crisis europea. Ulrich Beck sostiene que la perspectiva económica pasa por alto que no se trata de una crisis de la economía (y del pensamiento económico) sino, sobre todo, de una crisis de la sociedad y de la política -y del concepto dominante de sociedad y política-.

Nosotros señalaremos como origen de esta crisis el abandono de las ideologías con la sustitución por el pragmatismo como elemento sustancial de la política; y la construcción de “simulacros” que crean “híper realidad” como forma de dominación del sistema político.

EL ASCENSO DEL PRAGMATISMO

Existe una crisis sistémica en la política que según Mario Perniola es resultado de la crisis de la cultura y de los sistemas ideológicos. Estos llevarían a la preeminencia de una dimensión pragmática de la política al pasar a estar hecha de cosas y no de ideas, orientada a obtener resultados técnicos más que sistemas coherentes. Así, la “ideología” como conjunto ordenado de ideas va desapareciendo de la ecuación política. Todos se han vuelto pragmáticos, por derecha y por izquierda.

Nuestro país no escapa a este análisis y vive una crisis que se acelera por el accionar interesado de las elites políticas. Observamos aquí un choque frontal entre “demandas sociales y respuestas políticas”. Esto se produce tanto a nivel del gobierno como de la oposición. Ambos están unidos por una agenda e interés que los llevan a concentrarse en aquello que se vincula a su objetivo central: la conquista y mantenimiento del poder sin límites. Poder, no para gobernar, sino sólo poder. La política hoy es construida no sobre ideas sino sobre elementos ajenos a esta:

1.- Los candidatos se buscan entre la farándula y los familiares.

2.- Los partidos políticos se identifican no por ideas sino por medio de nombres propios, el uso de colores y slogans.

3.- La inexistencia de organizaciones intelectuales (think tank) en donde se realicen acciones creativas tendientes a generar propuestas. Así, la política se traduce en improvisación y decisión pragmática alejada de todo proceso reflexivo.

4.- El control y utilización de fondos públicos en interés personal o corporativo, terminando en muchos casos en la malversación.

En esta construcción sólo existe como objetivo el poder. Ninguno de estos elementos se relaciona directa o indirectamente con la idea de gobierno.

LA CONSTRUCCION DE UN SIMULACRO

Los políticos vienen sustituyendo la democracia por su simulacro. El filósofo Jean Baudrillard sostenía que “fingir o disimular, deja intacto el principio de realidad: hay una realidad clara, sólo que enmascarada”. Pero “en la simulación se cuestiona la diferencia de lo verdadero y de lo falso, de lo real y de lo imaginario”. En nuestro país vivimos lo que él definía como “tercer nivel de simulación”, que se da al crear un mundo hiperreal que no tendría origen en la realidad y por ello se encontraría más allá de lo verdadero y lo falso. Allí estamos hoy, con un gobierno que trata de imponer símbolos que sustituyan a la realidad al punto de convertir ese simulacro en nueva realidad.

Inflación, estadísticas oficiales, corrupción, libertad de prensa y expresión, inseguridad, falta de energía, desinversión, trenes que chocan a paso de hombre, inundación e indefensión para la población, mayor cantidad de pobres y de “villas”, aumento de la marginalidad (delito y droga) como consecuencia de la crisis social; son todas problemáticas –entre tantas otras- que el simulacro intenta borrar. Se busca construir una “hiperrealidad”, desde la publicidad y los discursos que nieguen la existencia de aquellos problemas.

El desafío que nuestro país tiene por delante es impulsar una política de sentido inverso, de forma de construir una democracia participativa y más directa, allí donde hoy existe un simulacro. Para ello, deberíamos considerar reglas que representen el interés del conjunto y no de una elite política que sólo tiene iniciativas relacionadas con la mayor concentración de poder. Ideas que necesariamente se relacionen con el gobierno, ausente en la ecuación al buscar poder:

* Límites a las reelecciones para favorecer la alternancia.

* Limitar el uso de medios y recursos públicos como publicidad personal.

* Debates obligatorios de candidatos presidenciales y a gobernadores.

* Poner los planes sociales en manos de ONG especializadas, para terminar con el clientelismo.

* Terminar con la apropiación que hace la Nación de los recursos de las provincias.

* Crear escuelas de gobierno en cada partido político para la investigación y la formación de recursos humanos.

* Elección de jueces por concurso de antecedentes y oposición, sin digitación del Poder Político y del propio Poder Judicial.

* Reconocer que la corrupción tiene efecto directo en la violación de los derechos humanos, y trasladar esto a la legislación penal y administrativa.

* Programa de sustitución de las energías fósiles por el uso de energías verdes.

Cada una de estas reglas-ideas intenta trasladar poder hacia el pueblo. Por eso son reglas para la política y el gobierno, no reglas para los políticos que sólo buscan poder. Reglas para construir democracia allí donde hoy existe un simulacro que esconde un sistema feudal, donde gobernadores, intendentes y hasta legisladores fijan estrategias en busca de la “eternidad” resistiéndose a reconocer una idea que la mayoría sí conocemos: que todos somos mortales y que sólo los dioses son eternos.

(*) Profesor de Economía Política de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP.

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