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Información General |MUNDOS PROPIOS - OBSERVADORES DE AVES

Los pájaros, un salvoconducto para una experiencia vital

Para un creciente número de personas que llevan una vida urbana, internarse en la naturaleza para observar a las aves es tanto una fuente de enorme disfrute como una necesidad esencial

15 de Julio de 2013 | 00:00

De lunes a viernes madrugo para ir al trabajo y los fines de semana madrugo más para salir al campo a observar”, reconoce Adriana Zara, ingeniera en sistemas y una apasionada observadora de aves, al describir cómo vive su afición. Para ella, lo mismo que para un creciente número de personas que llevan una vida urbana, esas salidas son tanto un momento de enorme disfrute como una necesidad vital.

“Cuando me vine a La Plata desde Tandil, empecé a sentir que me faltaba algo y me di cuenta de que necesitaba estar más en contacto con la naturaleza, pero también necesitaba compartir ese sentimiento puro de asombro de ver un pájaro por primera vez”, dice Adriana cuando explica cómo fue que comenzó.

Lo cierto es que en una ciudad con tantos parques y plazas como La Plata no hace falta ir muy lejos para satisfacer esa necesidad. De hecho, hasta el propio casco urbano, donde conviven unas cuarenta especies de aves, resulta un escenario de gran interés para quien sabe observar.

“Me ha pasado muchas veces que voy manejando por el centro y al reconocer el canto de algún pájaro tengo que hacer un esfuerzo para no darme vuelta a ver dónde está. Si uno presta atención, dentro mismo de la ciudad hay un montón de especies curiosas para mirar”, cuenta Osvaldo Freyre, un comerciante platense que dedica buena parte de su tiempo libre a la observación.

Tanto él como Adriana integran el Club de Observadores de Aves (COA) de La Plata, la séptima institución de su tipo fundada en nuestro país. Con cerca de treinta miembros regulares y otros tantos periféricos, sus impulsores organizan regularmente charlas, salidas de observaciones y viajes temáticos sin más interés que el de compartir con otros lo que disfrutan hacer.

“Siempre hubo observación de aves en Argentina; pero mientras que antes era un actividad que la mayoría practicaba individualmente y por su cuenta, en los últimos años comenzaron a formarse cada vez más grupos, explica Osvaldo, quien atribuye el fenómeno “a la necesidad de la gente de conectarse con la naturaleza y salir de la ciudad”.

Cámara o binoculares en mano, y generalmente provistos con una guía de observación, los grupos realizan sus salidas desde temprano, ya que es en las primeras horas del día cuando las aves tiene su mayor actividad. Su circuito regional suele incluir la Laguna de los Patos, el Arroyo Correa, la Selva Marginal de Punta Lara, el Arroyo Zapata, el Parque Ecológico y distintos sectores del Parque Pereyra entre otros sitios que ofrecen una amplia diversidad de especies para mirar. Pero también organizan viajes en grupo para visitar Parques Nacionales en distintos puntos del país.

Tanto como levantarse temprano, un requerimiento básico para la observación de aves es estar dispuestos a caminar. Las salidas al campo nunca duran menos de cuatro horas en que los participantes, divididos generalmente en pequeños grupos, se internan en la naturaleza con ojos y oídos en alerta. “No es para tanto -relativiza Adriana Zara-: siempre hacemos un corte en el medio para compartir unos mates y charlar de lo que vio cada cual”.

Pájaros carpinteros, picos de plata, fuegueros, tacuaritas, jacanas... Hace falta un ojo entrenado para divisar un ejemplar entre el follaje o distinguir los sutiles rasgos que a veces diferencian a una hembra de un macho.

Pero también se necesita un buen oído para reconocer a la distancia sus cantos distintivos.

Ese conocimiento no es sin embargo una condición excluyente para disfrutar de la experiencia ni para sumarse a algún grupo de observación. Aún así, existen cursos cortos de avistaje para quienes quieran aprender. El COA de La Plata dicta uno dos veces año en la casona del Parque Ecológico y en la sede de la Agencia Ambiental.

El ejercicio de observar a las aves, como terminan descubriendo a menudo quienes practican esta actividad, suele ser “la puerta de entrada a un mundo mucho mayor -explica Osvaldo Freyre-: uno arranca con los pájaros y sigue con las mariposas, las plantas, los árboles y los insectos, porque es muy difícil desvincular a las aves de todo lo demás”.

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