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La patria: ese otro indiferente o miserable

24 de Julio de 2013 | 00:00
DANIEL ARÁOZ Y RAFAEL SPREGELBURD PROTAGONIZAN EL FILME “EL HOMBRE DE AL LADO”, RODADO EN LOCACIONES DE NUESTRA CIUDAD Y QUE SE VERÁ ESTA NOCHE A LAS 22 POR I-SAT
DANIEL ARÁOZ Y RAFAEL SPREGELBURD PROTAGONIZAN EL FILME “EL HOMBRE DE AL LADO”, RODADO EN LOCACIONES DE NUESTRA CIUDAD Y QUE SE VERÁ ESTA NOCHE A LAS 22 POR I-SAT

Por AMILCAR MORETTI

Sí, es cierto: el Otro es la patria. Y sí, también es cierto: el Otro es el infierno. Se entiende la buena intención de la primera. Se comprende el desencanto de la segunda. Es como si el cantante dijera que el amor es más fuerte. Y la desesperanza contradijera: el odio es más fuerte. Algo así es lo que podría decir –en el intento de suponer algo diferente- sobre “El hombre de al lado”, la película argentina que esta noche estrena la señal I-Sat, con escenario (casa) en La Plata. (Se repite el sábado a las 20, lo cual –de ser así de ahora en más- es una buena idea, dado que hasta la semana pasada los estrenos de los miércoles por la mencionada televisora iban de nuevo solo el domingo a la 1 de la madrugada).

Ahora bien si el Otro es el infierno o es el amor, asunto central, crucial para definir la condición humana, para nosotros terrenales de la Argentina y América latina, es algo que parece –y es- filosófico, religioso, quizás, pero también de practicidad y supervivencia cuando se “trata solo de vivir”, mejor, de convivir. Es probable que el humano vaya camino a la (auto) destrucción; al menos hoy cuenta con toda la tecnología para que quede solo una elite en el mundo, más algunos empleados. Algo así como “Mad Max”, la película de 1979. Tan inclinado al odio estaría el hombre que hubo que inventar una norma: digamos, el bien. O el Bien. Pequeño obstáculo para romper todo. Se puede, se puede llevar a la privación a casi todos. Sí, opino que se puede. Pero considero que va a costar un poco, bastante. El humano siempre se renueva por una idea de libertad, mejor, de liberación. Sufre, pierde, desaparece, suspende, persiste en latencia, reflexiona, brota de nuevo. Y recomienza, claro. Recomienza la lucha, el conflicto.

Es probable que me haya ido más lejos, pero pudiera ser que a partir de la película de Gastón Duprat y Mariano Cohn, conocidos en dúo, algo de lo dicho se plantee. Se sabe que el punto central de “El hombre de al lado” es la casa Curutchet, la única que el arquitecto suizo –maestros mundial del siglo XX- hizo en todo el subcontinente. En la ficción viven allí Rafael Spregelburd, un arquitecto, su esposa e hija. Clase media cómoda. Y de pronto el vecino, el vecino, Daniel Aráoz abre un boquete en su casa y, en contra de las disposiciones vigentes, tiene vista lindera por sobre la medianera de ambas casas.

Uno es invadido, recibe la mirada intrusa de su vecino, está condenado a ser mirado, espiado por siempre. Pierde su intimidad, su privacidad. Pero el que hace la ventana indiscreta, fuera de la norma, molesto y humano, arguye una razón de vida: quiero un poquito de sol, dice, ese que “a vos te sobra”. Tiene su razón, pero no. O no puede ser, no será posible la ventana, pero hay buenas razones para esa ventana. Tal vez la cuestión, aquí, sea otra: no la ventana y la indiscreción y el inmiscuirse. Sino el deseo de que el otro no me importa nada: que el odio es más fuerte. Corrijo: peor aún, que la indiferencia (por el otro) es más fuerte. Indiferencia mutua. En fin, si quiero pensarlo de modo cultural-político siglo XX: es la cuestión central de los campos de exterminio para millones de personas. Es el odio, pero también –sobre todo- la indiferencia: la indiferencia con la que actuaron (los genocidas) y la indiferencia en los otros que dejaron (dejamos, hasta acepto) hacer.

Hoy por I-Sat a las 22. Sábado a las 20.

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