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Séptimo Día |LITERARIAS

Perdidos en la isla

Entre la fantasía y la realidad, la escritora británica Muriel Spark (1918-2006) teje lo hilos de una historia, Robinson, a partir de un argumento donde las apariencias engañan, según el enfoque de los tres sobrevivientes de un accidente aéreo en una isla casi desierta

18 de Agosto de 2013 | 00:00

“Si me preguntaran qué recuerdos tengo de la isla, cómo fue estar varada allí por accidente durante casi tres meses, respondería que habría sido un paisaje y un tiempo imaginarios, si no fuera por los signos visibles que prueban su materialidad: mi diario, la gata, los recortes de periódicos (...) y también mis hermanas, que siempre me miran, creo, como a alguien que hubiese vuelto de entre los muertos”, dice la narradora al comenzar la novela.

Situada en el océano Atlántico Norte, la isla se llama Robinson, al igual que un extraño personaje que vive allí como un ermitaño en casi permanente contemplación de sí mismo, disgustado por la irrupción de los sobrevivientes: dos hombres (Jimmie Waterford y Tom Wells) y una mujer (January Marlow, la narradora).

Robinson debe enterrar a los muertos del accidente, albergar y alimentar a los tres que quedaron vivos, y esperar tres meses al barco que trae a los trabajadores de las plantaciones de granadas para desembarazarse de una compañía que no acepta con agrado.

Sus inesperados huéspedes también deben soportar la espera, sin posibilidad de mandar noticias a sus seres queridos hasta volver a la civilización ya que cuando sobrevoló el lugar una expedición de rescate, una espesa niebla les impidió ver las luces de bengala.

Desde ese momento cada uno comparte como puede el lugar asignado por Robinson y los días transcurren bajo la mirada de la narradora, reflejada en un diario que comienza a escribir, por sugerencia del dueño de la isla, una forma -piensa- de sacársela de encima.

Por ello la historia está contada desde lo que sucedió y la crónica se arma de manera caprichosa a través de los recuerdos de January, una joven viuda que al mirar hacia atrás le cuesta precisar la verdad sobre una isla también ilusoria ante el “paisaje de la mente”.

La ambigüedad, que Muriel Spark maneja hábilmente, lleva al lector en esta novela (recién publicada por La Bestia Equilátera) desde la alegoría hasta la experiencia real de algo que pasó pero que no puede volver a ser revisado, ni siquiera por los protagonistas de la historia (traducida al castellano por Ernesto Montequin).

Poeta y novelista, Spark es conocida por sus relatos y novelas, entre los que se incluyen Memento mori, La intromisión, Muy lejos de Kensington y Los encubridores.

“La casa de Robinson era un edificio de principios del siglo diecinueve, construido en un estilo colonial español. Era un bungalow de piedra ubicado en una ancha saliente natural de la montaña”, describe la narradora, quien al poco tiempo de estar ahí advirtió “la presencia de un niño frágil, desnudo, de unos nueve años de edad, de piel oscura y grandes ojos”.

Sus compañeros, Tom y Jimmie, se reponen lentamente de sus heridas, aunque un resquemor comienza a erigirse entre ellos y en el vínculo que establecen con Robinson y el pequeño Miguel, una figura que nunca llega a verse nítida del todo.

Católico, con una obsesión contra el culto mariano, indolente y neurótico, Robinson a pesar de su mutismo no puede evitar que se filtren datos suyos, sonsacados a veces por los sobrevivientes, uno de los cuales conoce su existencia, mientras los otros van dotando al personaje de acuerdo a sus propias percepciones.

En esa isla, con una geografía tan particular, que tiene un gran lago entre verde y azulado, túneles misteriosos y un volcán rugiente se desarrolla la acción, registrada minuciosamente por January.

Aunque parece que nada sucede, el misterio envuelve los lazos entre Robinson y los tres recién llegados, que no pueden establecer un contacto previsible y estable con el enigmático señor de la isla, la cual tiene una forma caprichosa, casi humana.

En ese escenario, se suceden los días hasta que la desaparición de Robinson, le imprime un nuevo ritmo a esta novela, difícil de encasillar, donde se reconocen los rasgos de la escritura de Spark, atenuados en lo que hace al humor de la escritora escocesa.

La psicología de los personajes, tan diferentes entre sí, permiten al lector imaginar en esta historia, otras historias encubiertas, donde el acento puede saltar desde la independencia femenina, en un mundo gobernado por los hombres, o los alcances de una mente malévola, hasta los excesos racionales frente a una realidad que no sólo puede ser explicada desde la lógica.

Robinson
Autor: Muriel Spark Editorial: La Bestia Equilátera Páginas: 224

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