La encrucijada presidencial

LA PRESIDENTA EN LA REUNIÓN DE RÍO GALLEGOS CON SINDICALISTAS Y EMPRESARIOS

Por MARIANO SPEZZAPRIA

Twitter @mnspezzapria

Son días difíciles para Cristina Kirchner. La floja performance del oficialismo en las elecciones primarias provocó un cimbronazo político en el Gobierno, pero sobre todo desnudó las falencias de su gestión económica. En el ánimo de tres de cada cuatro ciudadanos que votaron a las fuerzas opositoras influyó negativamente la persistencia de la inflación, sobre otros factores vinculados al desgaste propio de un equipo gobernante que lleva una década en el poder.

El alza constante de los precios no afecta solamente a los sectores más postergados. De hecho, la necesidad de atemperarlo fue el planteo más serio que le hicieron los empresarios a la Presidenta en el inicio de la ronda de diálogo concretado días atrás en Río Gallegos. Las mismas advertencias de los hombres de negocios se escucharon en el influyente Consejo de las Américas que se reunió en la Capital Federal con escasa presencia gubernamental.

El debate que existe en torno al impuesto a las Ganancias pone en evidencia que la clase media viene perdiendo poder adquisitivo de forma constante, más allá de que mantenga cierta capacidad de consumo. Esa franja de la sociedad votó mayoritariamente contra el kirchnerismo en todo el país y resultó determinante en la provincia de Buenos Aires. Sólo dos años atrás, su vuelco en favor de Cristina Kirchner había ayudado a construir aquel arrasador 54% de los votos.

ENTRE 2011 Y 2013

¿Qué pasó, entonces, en medio de ambas elecciones? El Gobierno cometió errores políticos y cayó en picada su imagen debido a la reiteración de denuncias de corrupción. La tragedia de Once fue el caso emblemático y el castigo tronó en las urnas: el kirchnerismo fue derrotado en todas y cada una de las localidades que cubre el trayecto del tren Sarmiento, en el oeste del Conurbano. Pero la clave residió en el “piloto automático” en el que se colocó el manejo de la economía.

Las acciones de Guillermo Moreno fueron y siguen siendo como parches para un modelo que se resintió en sus variables fundamentales. Los modos del secretario de Comercio le valieron la inquina de los empresarios, a tal punto que la Presidenta optó por no convocarlo a la primera reunión en Santa Cruz, de la que participaron los demás integrantes del Gabinete económico. Moreno es la cara visible de medidas como el cepo cambiario y las trabas al comercio exterior.

RECAMBIO CLAVE EN EL GOBIERNO

De todos modos, no es Moreno el principal problema que tiene el Gobierno para encauzar la economía, más allá del carácter simbólico que adquirió la figura del secretario de Comercio por la tendencia argentina a encarnar en una persona la bronca colectiva. La Presidenta tiene ante sí, en rigor, una encrucijada de cuya salida dependerá el curso de los dos últimos años de su mandato. Y será vital un recambio más significativo que se proyecta en su elenco de colaboradores.

Esas modificaciones llegarán luego de las elecciones del 27 de octubre, una vez que la Casa Rosada digiera el veredicto de las urnas. A partir de ese momento, a Cristina Kirchner se le bifurcarán dos caminos posibles: el primero podría incluir cambios en el Gabinete para hacerlo más moderado, en sintonía con la línea que expresa el gobernador Daniel Scioli. El segundo, implicaría una retracción definitiva sobre el ala dura del kirchnerismo, que se agrupa en La Cámpora.

El primer escenario derivaría en la salida del ministro de Economía, Hernán Lorenzino, y el quite de atribuciones a Moreno en favor de funcionarios con más solidez técnica como la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. El segundo encumbraría a un grupo del camporismo integrado por Axel Kicillof, Andrés Larroque, Wado de Pedro y Mariano Recalde. De forma solapada, todo el arco oficialista ya está cruzado por una dura puja entre ambos sectores.

La punta del iceberg asomó con la fuga de trece presos del penal de “máxima seguridad” de Ezeiza. El llamativo episodio le costó el puesto a Víctor Hortel, jefe del Servicio Penitenciario, quien dependía de Julián Alvarez, el secretario de Justicia. El joven funcionario quedó en la cuerda floja y ni siquiera fue consultado por el ministro Julio Alak sobre el nombramiento de Alejandro Marambio, designado para suceder a Hortel con fuerte polémica interna en el oficialismo.

La sospecha de que los presos recibieron “colaboración” fue abonada por los investigadores judiciales, tras comprobar que el día de la fuga no funcionaban las cámaras de videovigilancia ni los sensores colocados en los alambrados que rodean al pabellón. Hortel y Alvarez habían sido apercibidos cuando se escaparon dos represores del Hospital Militar de San Juan semanas atrás. El viceministro venía de tener una actuación deslucida en el debate de la reforma judicial.

COMPLICACIONES INTERNAS Y EXTERNAS

También hizo ruido en los últimos días el conflicto entre las empresas Aerolíneas Argentinas y LAN, que obligó al canciller Héctor Timerman a responder sobre la controversia tras un encuentro con su par trasandino en Santiago de Chile. La imagen de que se está desplazando del mercado local a una compañía eficiente -de capitales chilenos y brasileños- cayó mal entre los empresarios. Y preocupó a la dirigencia política, incluido un sector del propio oficialismo.

Pero la señal de alarma se encendió cuando la Cámara de Nueva York rechazó una propuesta de pago del Gobierno a tenedores de bonos de deuda que no ingresaron a los canjes de 2005 y 2010, pese a que dejó en suspenso el fallo hasta que resuelva la Corte de Estados Unidos. La dirigencia argentina debería entender que la magnitud del asunto trasciende a la administración kirchnerista, puesto que la pelea con los “fondos buitre” continuará más allá de 2015.

Minutos antes de que trascendiera la resolución, la Presidenta había emitido una serie de mensajes a través de su cuenta en la red social Twitter, en la que ratificó la comparación de la economía argentina con las de Australia y Canadá, rechazó que las reservas del BCRA estén debilitadas y advirtió: “Cuando los números no cierran, a vos no te empieza a alcanzar para pagar el auto ni la casa”. Fue un mensaje directo a la clase media, que le acaba de dar la espalda en las urnas.

Mejor sintonía con ese diverso sector de la sociedad tienen Scioli y Sergio Massa, quienes ingresaron en una competencia directa por la candidatura presidencial del peronismo para 2015. El intendente de Tigre dio un paso firme al ganar las Primarias y el Gobernador se embarcó en una intensa campaña para descontar la ventaja obtenida por el Frente Renovador. Necesita -para mantener sus expectativas- que Massa no logre en octubre una victoria más contundente.

Las cuentas que se hacen por estos días son simples: si Massa obtuviera más del 40% de los votos, el kirchnerismo descargaría su frustración sobre Scioli y cobraría fuerza la línea dura del entorno de Cristina, con la irrupción del camporismo en los puestos más importantes del Gobierno. Ese nuevo esquema gubernamental supondría la bendición presidencial a un candidato “del palo”, en la jerga discursiva oficialista, como el gobernador entrerriano Sergio Urribarri.

La hipótesis es firme: el “experimento electoral” que se puso en práctica con la candidatura del desconocido Martín Insaurralde certifica que el kirchnerismo podría retener una nada despreciable cuota de poder, aún compitiendo en desventaja con dirigentes de mayor envergadura política. Pero esa porción de la torta ya no sería mayoritaria. Por eso, la tropa peronista se pregunta, motivada por su instinto de supervivencia, si no llegó el tiempo de transitar otro camino.