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Opinión |PUNTO DE VISTA

Viejas vs. nuevas ideas

22 de Noviembre de 2013 | 00:00
Viejas vs. nuevas ideas

Por SERGIO PALACIOS (*)

L a última batalla dentro del campo de la política y la economía ha comenzado. Pero cuidado, los frentes del combate no son las tradicionales y borrosas Derecha-Izquierda; Comunismo-Capitalismo. Hay muchas razones para cuestionar esas variables. Desde lo económico, ya no es clara la diferencia entre EE UU y China. Hay muchos elementos para asignar responsabilidad a cada uno de los participantes de esas viejas dicotomías en la actual crisis de la Democracia y el Desarrollo.

Veamos. Las viejas ideas nos pusieron en esta situación:

•) Impulso de la producción sin límites en la economía, maximizando beneficios privados, pero socializando contaminación y pobreza.

•) Un Estado que concentra las decisiones y más poder, sin alternativas frente a problemas como el alimentario, la falta de vivienda y el acceso a las energías para tener luz, calor y agua.

•) Control social desde el modelo económico -consumista hasta el absurdo- y desde el poder del Estado mediante presión impositiva y pasividad ante problemáticas sociales (aumento de criminalidad, violencia, la droga, contaminación, caída de calidad de la educación y servicios de salud).

•) Una democracia meramente formal controlada por aparatos políticos que clausuran los espacios de participación mediante la legislación, sometiendo a la servidumbre política a quienes menos tienen.

EXCLUIDOS DE LA DEMOCRACIA

Cada una de estas problemáticas se profundiza a diario generando un estado de “exclusión” que ya no es económica. Podemos decir que en la Argentina existe “exclusión de la democracia”. Hay una parte importante del pueblo que es invisible frente a ella y nada recibe. Sólo es un objeto que sirve para votar y en función de ello se le da o se le quita.

Las “viejas ideas” que nos gobiernan producen la concentración del Poder para construir hegemonía, no democracia. Al mismo tiempo, socializan las problemáticas. Hay una agenda del Poder para sostener los aparatos políticos y hay una agenda marginal: las problemáticas que afronta la sociedad.

¿Qué hacen con la Ley de Medios los habitantes sin agua de miles de asentamientos en nuestra provincia o en las pauperizadas lejanías de Chaco, Formosa o Santiago del Estero?

¿Qué hacen con el nuevo Código Civil y Comercial unificado, los chicos que se caen de tanta droga que tienen en sus cuerpos y que pululan por las esquinas de la ciudad?

La importancia de estas leyes es obvia. Pero su urgencia, la energía y recursos que el Poder estatal y político le dedican desde hace años, se explica por la existencia de una agenda disociada de las problemáticas de millones de personas que discuten su subsistencia y los derechos humanos más elementales: agua, alimentos y hábitat digno y no contaminado.

Las “nuevas ideas” establecerían un modelo que confronte con el viejo. Buscan construir una democracia donde el interés social esté presentes en forma evidente y directa. No meramente simbólica. Crear un espacio de participación y representación real, no simulada, sobre tres ejes:

1) Reforma política para garantizar una democracia participativa: sobre la base del respeto a los principios del sistema democrático y republicano. Una democracia “fuerte” que es distinta a un Estado fuerte que manipula el espacio de participación democrática. Un Estado que articule el accionar de la sociedad civil organizada (ONGs) canalizando su fuerza participativa y solidaria. Y, para hacer efectivas estas ideas, implementar una reforma jurídico-política que termine con las reelecciones indefinidas desde donde se controla a la sociedad por variados mecanismos que generan una verdadera servidumbre política.

2) Concreción de una organización política federal: que permita a los estados locales desarrollarse y contar con autonomía política y económica, revirtiendo la distribución de recursos del 80 % para la Nación y el 20 % que hoy que las somete a la voluntad política central. Un planteamiento audaz de constitución de regiones económicas que potencie sus recursos para abandonar el atraso socioeconómico y una autonomía simulada. Finalmente, garantizar la vigencia del sistema democrático desterrando el sistema feudal imperante en muchos de ellos. Esto sí es lo que debe garantizar la Nación.

3) Economía sustentable basada en el desarrollo de energías limpias, que necesariamente será correlato de la existencia de una democracia fuerte, participativa y un Estado federal efectivo. El actual estadio tecnológico nos permitiría desarrollar energía solar que se produce en el mismo lugar que se consume, y eólica dada las ventajas geográficas de nuestro país, tanto en las regiones costeras como patagónicas. Energías ilimitadas en cantidad, no contaminantes y con un marcado descenso en sus costos a futuro. Mientras que la economía en base a combustibles fósiles (gas y petróleo) sólo tiene una curva de costos ascendentes, con efectos devastadores sobre el medio ambiente.

LOS PILARES

Los tres aspectos señalados deben funcionar como un conjunto coherente donde “democracia participativa – federalismo – economía sustentable” constituyan sus elementos estructurales.

Para este nuevo modelo de “democracia participativa basada en una economía sustentable”, una vivienda ecológica con paneles solares sobre su techo, produciría una revolución en la vida de los más pobres, y desde allí a la sociedad. Con ello, se eliminarían incontables millones de pesos del circuito de la corrupción en mega obras que muchas veces son negocio del gobernante corrupto y de la empresa asociada a él.

Estos tres ejes y los temas que desde allí se desprenden producirían un cambio “radical” en la relación democrática al establecer un espacio de auténtica representación de los intereses del pueblo. La política abordando las problemáticas de la sociedad, no la propia como grupo corporativo . Resolver la problemática alimentaria y el acceso a las energías no contaminantes es un desafío sólo abordable sobre nuevos paradigmas en la relación sociedad-democracia.

Como se ve, la batalla por un futuro sustentable de la sociedad ya ha comenzado. Es el deber de cada uno informarnos. Ver lo que pasa en todo el mundo con este debate (Alemania, entre otros). Luego, podrán comprometerse más o menos con estas nuevas ideas. Pero hay algo seguro. Con la indiferencia no vamos a construir un mundo mejor.


(*) Profesor de Economía Política de la Universidad Nacional de La Plata


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