Un proyecto que apunta a preservar el medio ambiente de la chatarra electrónica

El grave problema existente a partir de la generación de enormes volúmenes de chatarra electrónica y la incertidumbre en torno a la disposición final constituye un desafío que la sociedad debe enfrentar y que las distintas jurisdicciones del Estado no han podido todavía resolver, en una situación que, por cierto, se suma a los interrogantes que aún penden sobre el manejo de la basura convencional.

Es en ese contexto que vuelve a cobrar importancia el proyecto de la facultad de Informática de la Universidad Nacional de La Plata, que dio un paso clave para minimizar los riesgos que conlleva la falta de tratamiento de los desechos eléctricos y electrónicos.

Tal como se informó recientemente, en el marco de su programa E-Basura, firmó un convenio con una empresa especializada para que esos peligrosos residuos tengan una disposición final segura. Y es que de las 50 toneladas de material informático en desuso que recibió desde 2009 -cuando nació el proyecto-, sólo el 10 por ciento pudo ser reutilizado para armar nuevas máquinas y destinarlas a sectores carenciados.

Como se dijo, desde entonces recibieron 50 toneladas de material informático por parte de empresas públicas y privadas y de particulares, pero sólo se pudo utilizar una pequeña parte para armar PC y donarlas. En el galpón de Tolosa donde 8 alumnos y 40 voluntarios reciben y clasifican el material, detallaron que gracias al trabajo de reutilizar los componentes que sirven de las máquinas en desuso ya se pudieron armar y donar a comedores barriales, escuelas y otras instituciones 254 CPU, 273 monitores, 260 teclados, 263 mouses, 290 accesorios y 15 impresoras.

Sin embargo, la gran cantidad de material que no es reutilizado en el proyecto E-Basura derivó en la necesidad de firmar un acuerdo con una empresa recicladora radicada en Quilmes, con el objetivo de asegurar así la disposición final de los desechos no empleados.

Los especialistas destacan que, de ser dispuestos en un basural sin tratamiento previo, los metales pesados, sustancias halogenadas, clorofluorocarburos, bifenilos policlorados y policloruro de vinilo, entre otros elementos que suelen contener los artefactos electrónicos, migran hacia las napas de agua y la atmósfera. Y que el resultado es catastrófico.

Se estima también que el 75 por ciento de los aparatos electrónicos viejos está guardado porque no se sabe qué hacer con ellos, advirtiéndose que son residuos que contaminan suelos, cuerpos de aguas, ecosistemas y, desde luego, al ser humano. Desde las lamparitas de bajo consumo con mercurio hasta las baterías de celulares con cadmio o los monitores con plomo y fósforo, la basura electrónica es un verdadero problema del siglo XXI.

La iniciativa impulsada por la facultad de Informática -complementada ahora con un acuerdo imprescindible para la disposición de los residuos electrónicos- atiende a una demanda que no es común y que afecta a esta como a las futuras generaciones. Y parece enmarcarse en los términos de una política definida, parar lograr el mejor manejo de uno de los residuos más peligrosos para la salud humana y de todo el planeta.