Entre la danza y la acrobacia, el caño se vuelve popular

Aunque parece existir una distancia enorme entre el full contact y el pole dance, Sebastián Sosa dio el salto entre una y otra disciplina de una forma totalmente natural. Atraído por el aspecto acrobático del baile del caño, arrancó en 2011 a tomar clases en un estudio de La Plata y se entusiasmó tanto que el año pasado terminó séptimo en el Campeonato Sudamericano y primero en el Argentino Amateur.

Pasado el auge explosivo que tuvo hace dos años de la mano de la televisión, el pole dance continúa sumando seguidores, aunque hoy desde otro lugar. Y es que “sin dejar de ser sensual, el caño se está alejando cada vez más de una práctica de cabaret”, sostiene Bubu Alegre, una de las referentes de esta disciplina a nivel local.

Mientras que hace unos años los que se acercaban al pole dance lo hacían generalmente por su costado erótico, hoy la mayoría lo ve como una alternativa a mitad de camino entre el baile y la gimnasia: una actividad que permite modelar el cuerpo o mantenerse en forma pero que ofrece además un plus de vértigo, sensualidad y diversión.

Visto de cierto modo, “el pole dance no difiere mucho de la gimnasia artística. El grado de técnica, elegancia y precisión que tiene es el mismo sólo que se desarrolla sobre un caño vertical. De hecho, el comité olímpico está considerando una propuesta para que el pole sport sea incorporado en las Olimpíadas de Río de Janeiro en 2016 ”, cuenta Bubu.

Directora de We Dance, uno de los estudios que promueven la disciplina en nuestra ciudad, Bubu asegura que “hoy la gente se acerca al caño por los motivos más diversos: muchos llegan por curiosidad, otros porque les interesa su costado acrobático o artístico; pero sobre todo como una alternativa para estar físicamente bien”.

“La mayoría pierde enseguida los prejuicios que puede traer. Si usamos poca ropa no es por exhibicionismo sino porque hay que tener la piel de la panza y los muslos al descubierto para poder sostenerse y trepar”

Sucede que al combinar ejercicios aeróbicos y anaeróbicos, de fuerza, resistencia y flexibilidad, “el pole dance tiene un consumo calórico muy alto: pueden llegar a quemarse hasta 500 calorías por clase”, dice Bubu, quien asegura que por ese motivo produce en poco tiempo un notable cambio corporal.

Pero además, como muchas de sus figuras exigen no sólo sostener sino levantar el propio peso, también permite ganar volumen muscular. Justamente por el esfuerzo que puede llegar a representar, “de la hora y media que dura generalmente una clase, se destinan treinta minutos sólo a ejercicios de precalentamiento y elongación”, cuenta Sofía Pisano Bernardi, una abogada de La Plata que empezó a practicarlo en 2011 y hoy está a punto convertirse en instructora.

Pero si bien el caño puede ser una disciplina muy exigente, no es necesariamente así: “Cada cual puede practicarlo según su nivel de capacidad: hoy lo hacen desde chicos chiquitos hasta personas que rondan los sesenta años de edad”, asegura Bubu.

“La mayoría se engancha y pierde enseguida los prejuicios que puede traer -agrega Sofía-. Si usamos poca ropa para subir al caño no es por una cuestión de exhibicionismo sino porque uno tiene que tener la piel de la panza y los muslos al descubierto para poder sostenerse y trepar”.

“Se arranca aprendiendo figuras básicas, como giros, pero a medida que uno desarrolla fuerza y confianza, se incorporan movimientos cada vez más complejos. Dentro de eso cada cual le pone después su estilo: algunos explotamos más lo acrobático, otros tienden a acentuar lo artístico”, cuenta Sebastián.

“Lo interesante es que se trata de una disciplina que está en plena evolución. En cada nuevo campeonato se notan los avances y uno se encuentra constantemente con figuras que hasta hace poco tiempo parecían imposibles de hacer”, explica Bubu.

Parte de esa evolución que atraviesa el pole dance pasa también por el hecho que haya superado la barrera del género. Porque si bien los hombres que lo practican siguen siendo una minoría, su presencia en estudios y campeonatos resulta cada año mayor. A la par de su creciente participación, el caño tiende a distanciarse progresivamente del show de desnudismo para consolidarse como una práctica donde el erotismo es una consecuencia incidental.